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Coahuila

Los hijos de Morelos -II parte-

Por Otto Schober

Hace 4 segundos

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José María Teclo Morelos Pérez y Pavón, pese al celibato que le imponía el sacerdocio tuvo múltiples amoríos. El agitado cura deja a un lado las epístolas y los evangelios y se manifiesta perdidamente enamoradísimo de una joven y lucha contra este amor prohibido e imposible. Una cálida tarde de 1800, al pasear por las orillas del pueblo de Nocupétaro, Michoacán, con un libro de teología entre las manos, se detiene cerca de la vieja iglesia y escoge un buen terreno. Ahí decide levantar un templo, que con el apoyo de los fieles terminó en 1802. 

Templo que se lo dedicó a María Brígida Almonte, una niña hermosa de entre 15 o 16 años, de largos, negros y sedosos cabellos y sinuoso cuerpo bien proporcionado de grandes y soñadores ojos negros. Brígida es atraída por la fuerza espiritual y la simpatía de Morelos, vence los resquemores del cura y termina en convertirse en su pareja. 

Datos de esta etapa de la vida de Morelos se pueden encontrar en el libro “Morelos ante sus jueces” de José Herrera Peña. 

En esa época Morelos tenía 35 años de edad y con María Brígida Almonte, procreó un hijo, nacido el 15 de mayo de 1802 en Nocupétaro, Michoacán. Se dice que Brígida murió durante el parto. 

Morelos, que era el juez eclesiástico y tiene a su cargo el registro de nacimientos, matrimonios y defunciones, bautizó a su hijo como Juan Nepomuceno Almonte y entierra a su mujer. Se dice que Juan Nepomuceno Almonte heredó el rostro de su madre, fue militar, político y diplomático, participó en las batallas del Álamo y San Jacinto en Texas, llegó a ocupar el rango de general y apoyó al imperio de Maximiliano, murió el 21 de marzo de 1869 en París, Francia. A partir de su nacimiento, su padre se hizo cargo de él. 

Lo llevaba a todas partes consigo, incluso a la guerra. Y le otorgó en Cuautla las insignias de capitán -a instancias de sus hombres- por su arrojo y valentía. 

Fue enviado a estudiar a Nueva Orleáns en 1814. A los 43 años, Morelos conoció otra mujer que no se supo quién era, ya que durante su juicio realizado por el Santo Oficio, sus inquisidores no le preguntaron por el nombre de ella, ni tampoco por el de la hija que procrearon, ya que sólo Morelos reconoció que en 1815 la niña tenía seis años y vivía con su madre. Quedando ambas envueltas en el misterio. A fines de 1812 o principios de 1813, en el apogeo de su gloria militar -a la edad de 48 años-, Morelos conoció a otra graciosa damita en la ciudad de Oaxaca, llamada Francisca Ortiz, Pachita, con la que tuvo un hijo que nace en esta ciudad, en 1814, al que la madre da el mismo nombre que su padre, así como su propio apellido: José Ortiz. 

La historia registra que Matías Carranco, un antiguo enamorado, se la robó, se casó luego con ella y le dio su nombre al niño, quedando como José Vicente Carranco Ortiz. Con el paso del tiempo, el comandante de la división que capturó a Morelos en Tezmalaca fue Matías Carranco, quien militó inicialmente con los insurgentes, pero que desertó en 1812. Morelos le dijo, al reconocerlo, “Señor Carranco, parece que nos conocemos”. (Resumido y tomado de “Morelos ante sus jueces” de José Herrera Peña)

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