Pobres o ricos; viejos o jóvenes; de derecha o los ultra; los de Rive gauche, como los de Rive droite; los de izquierda o los republicanos; jubilados o universitarios; profesionistas o desempleados; casadas o divorciadas; los que apoyan a Israel o los que están por los palestinos; viudos o recién casados; católicos o budistas; emigrantes o parisinos, los y las representantes de la Unión Europea; diputados o senadores, así como los y las macronistas, o los que votaron por Marie Le Pen o por Jean-Luc Mélenchon, todos y todas están malhumorados, frustrados, pero sobre todo, inquietos por el futuro de Francia.
Desde que el presidente Emmanuel Macron decidió disolver la Asamblea en junio, como dijera el primer ministro Michel Barnier: “Una espada de Damocles pesa sobre Francia”.
Hacía más de cuatro años que no regresaba al que es también mi país, de allí que me apene verlo tan abrumado, pero sobre todo endeudado como cuando terminó la Segunda Guerra Mundial.
Sí, se trata de una deuda “colosal”, que tiene a ese maravilloso país: “al borde del precipicio”, como afirmara Barnier ante la Asamblea Nacional. Advirtió que se subirán los impuestos a las empresas más ricas, así como a los ciudadanos millonarios.
Y agregó que intentará conseguir ahorros por 60 mil millones de euros para salvaguardar el futuro y “conjurar la angustia de los franceses”. A pesar de estas medidas draconianas sostiene que, “no habrá ideología, ni sectarismo, sólo medidas prácticas como las que están tomando nuestros vecinos”, dijo quien fue también jefe de Negociaciones sobre el Brexit, no sin antes advertir: “prefiero tomar el riesgo de ser impopular, pero no quiero ser irresponsable”. Hay que decir que a estas horas el pobre de Barnier ya es súper impopular.
Hace unos días el Nuevo Frente Popular presentó su primera moción de censura. Para colmo, no cuenta con la mayoría en las cámaras, así es que su futuro como primer ministro está en veremos, aunque aparentemente esto no le quita el sueño.
Y si hablamos de “impopulares” en Francia, el que sin duda está en el primer lugar de la lista es el presidente Emmanuel Macron. Los que solían ser sus seguidores y admiradores hoy lo odian, lo critican, lo rechazan y le dan la espalda.
Si antes era el líder de la Unión Europea, a quien los alemanes, ingleses y españoles ponían como ejemplo de liderazgo, ahora se preguntan si es realmente un demócrata o más bien el “Gran Perverso del Elysée”, como le llama el sociólogo Marc Joly en su más reciente libro, que ha causado un verdadero revuelo y sorpresa entre los macronistas.
Confieso que jamás imaginé que encontraría tal caos en Francia. Se diría que los franceses ya no creen en su país y menos en sus gobernantes y en los políticos. Tal vez se entusiasmaron durante los Juegos Olímpicos, pero bastó con que regresaran a su realidad para sumirse una vez más en el pesimismo, el enojo y la rabia.
No hay duda que la guerra de Medio Oriente no ha hecho más que dividirlos aún más. Mientras Mélenchon, de Francia Insumisa, pide a sus seguidores que ondeen la bandera palestina como apoyo, Macron apoya a Israel. Ayer se cumplió justo un año del terrible atentado de Hamás, que dejó mil 200 muertos y 251 rehenes.
Macron recibió en el Elíseo a las víctimas israelitas y escribió en X: “Al cabo de un año, el dolor persiste. Es el del pueblo israelita. El nuestro. El de la humanidad herida. No olvidamos a las víctimas, ni a los rehenes, ni a las familias cuyo corazón está roto por la ausencia y la espera. A ellos les dirijo mis pensamientos fraternales”.
Por su parte, Jean-Noël Barrot, ministro de Relaciones Exteriores, evocó a las 48 víctimas francesas del atentado, “Indefectiblemente Francia está ligada a la seguridad de Israel, no abandonará jamás a sus compatriotas”.
Tanto apoyo por parte del Gobierno francés a Benjamín Netanyahu tal vez se debió a un “faux pas” (paso en falso) que hizo Macron en una entrevista en la víspera del primer aniversario del atentado, en la cual afirmó que “la prioridad era partir ahora de una solución política”, y que no había que mandar más armas a Israel.
Dicha declaración no nada más puso furioso a Netanyahu, sino a varios políticos franceses, entre ellos, al exministro de Relaciones Exteriores Dominique de Villepin y al ex presidente François Hollande.
No, no hay manera de que los franceses se pongan de acuerdo entre ellos, y menos con un político tan perverso en el Elíseo.
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