En el más puro estilo personal de hablar, el presidente Andrés Manuel López Obrador acudió a las generalizaciones a la hora de salir en defensa de la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Rosario Piedra Ibarra, cuyas oficinas del centro de la Ciudad de México cumplen casi una semana de estar en poder de un grupo de manifestantes. Luego de reprobar los actos vandálicos cometidos en las oficinas de la CNDH, el tabasqueño afirmó:
“No es una académica (Piedra Ibarra), ni una conservadora, es familiar de una víctima, (lo que) nunca antes había pasado. Antes los que estaban eran puros simuladores, entonces no hay justificación, ¿por qué no dialogar con ella?”.
Hagamos un poco de historia. La actual presidenta de la Comisión es, como se sabe, hija de Rosario Ibarra de Piedra, quien dedicó buena parte de su vida exigiendo se esclareciera la desaparición de su hijo detenido en Monterrey en 1974, del que no volvió a saberse nada. Estos hechos, lamentables, desde cualquier punto de vista, convencieron al Presidente de que su hija era la persona idónea para encabezar la Comisión.
La obsecuente Cámara de Diputados amañó la elección de la candidata oficial, con un desaseo que en su momento fue duramente criticado por medios informativos y especialistas en Derecho.
Con tales antecedentes, cabe preguntar al señor Presidente: ¿quiénes son los que ocupan las oficinas de la CNDH y por qué decidieron hacer lo que hacen? La respuesta es obvia: son familiares -muchas de ellas madres- de víctimas de delitos cuyos autores gozan de impunidad. En otras palabras, son versión actual y multiplicada de doña Rosario Ibarra de Piedra, reclamando se haga justicia y desesperadas por la incompetencia de la presidenta de la Comisión.
En otra parte de su discurso, al salir en defensa de Piedra Ibarra, el inquilino de Palacio Nacional se llevó entre las espuelas a honorables mexicanos, uno de los cuales, el doctor Jorge Carpizo McGregor (1944-2012), fue el fundador del organismo defensor de los derechos humanos. Llamar “simulador” al doctor Carpizo es imperdonable. Solo puede explicarse por la ignorancia de quien emite un juicio de esa naturaleza.
El doctor Jorge Carpizo McGregor llegó a la presidencia de la Comisión tras un brillante desempeño académico, que lo impulsó desde la dirección del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México hasta la rectoría de esa casa de estudios. Posteriormente ocupó la Procuraduría General de Justicia y la Secretaría de Gobernación.
Considerado como uno de los más destacados constitucionalistas que haya habido en México, fue autor de varios libros, entre ellos El Presidencialismo Mexicano, un clásico que conserva vigencia a pesar del tiempo transcurrido desde su primera edición. En él habla de los poderes metaconstitucionales del presidencialismo mexicano, que hoy se han vuelto pan nuestro de cada día. Llamarlo “sumiso” es una falta de respeto inadmisible a la memoria de un intelectual que tanto aportó a México.
Alianza federalista
La sordera de las autoridades federales y el desdén con que tratan a muchas entidades de la República, hacían previsible el abandono de 10 mandatarios estatales de la Conago, un organismo inoperante. El desacuerdo de los miembros de la Alianza Federalista, entre ellos el gobernador Miguel Ángel Riquelme, tiene un importante valor simbólico de dignidad.
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