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Liderazgo narcisista maligno

Por Columnista Invitado

Hace 3 semanas

Por: Horacio Marchand

 

¿Cuánto daño puede causar un líder incompetente? ¿Y uno con trastorno narcisista maligno? ¿Habrá algo peor que estar liderados por uno de ellos? ¿Cuándo vamos a poder medir la salud mental y la sensatez de los líderes?

Si es cierto que la historia puede escribirse a través de las biografías de sus líderes, también se tendrían que incluir las sandeces de muchos de ellos.

Por ejemplo, por un lado, está el emperador romano Marco Aurelio, conocido a través de los siglos por su tratado filosófico Meditaciones. Y por el otro, están Nerón, Calígula, Cómodo y Caracalla, conocidos por su sadismo y egocentrismo, hundiendo a Roma en crueldad, quiebras, guerras insensatas y destrucción.

Entre todos los padecimientos mentales que pueden tener los líderes de un país o de una organización, como sicópatas, sociópatas, narcisistas, mitómanos y demás, resalta un estudio hecho por el Dr. Charles Zeiders y MSW Peter Devlin sobre el trastorno de la personalidad narcisista maligno (PNM).

Se apoyan en el trabajo previo de Goldner Vukov y Laurie Jo Moore, ambos de la Universidad de Auckland, donde describen las características principales de este trastorno:

1. Narcisismo: sentido de grandiosidad, autoimportancia, fantasías de poder ilimitado. Se sienten brillantes, únicos, especiales. Tienen una necesidad imperiosa de llamar la atención y de ser admirados. Carecen de empatía y tienden a ser envidiosos.

2. Características antisociales: ignoran convencionalismos, son mentirosos crónicos, manipuladores con sus seguidores más fieles, racionalizan su conducta antisocial.

3. Egosintónicos y sádicos: se sienten bien con ellos mismos, poca introspección. Tienden a destruir y deshumanizar a otros. Son rencorosos y vengativos.

4. Paranoides: proyectan sus debilidades y odios en otros a los que deciden perseguir y satanizar.

 

¿Reconocen a alguien?

Naturalmente que si tú eres un PNM lo negarás, pero seguro se te ocurren varios que vas a querer linchar.

Quizás algunos pensaron en Donald Trump, que trae al mundo en una montaña rusa con sus aranceles, vaivenes, rencillas con aliados y muestras de afecto hacia dictadores. Las bolsas de valores del mundo entero andan erráticas e hipersensibles. El mundo luce incapaz, incluso indefenso, para calibrar hasta dónde puede llegar.

Si fuera el caso de Trump, también hay que decir que lidera en uno de los países con mayores contrapesos institucionales y, sin embargo, hay caos. En países como México, la falta de contrapesos nos puede llevar al infierno lentamente y luego, súbitamente.

Aunque en EU está prohibido diagnosticar a personas que no han sido primero pacientes, un grupo de siquiatras preocupados publicaron un libro en 2019, evidenciando las fallas emocionales de Trump y de por qué no está en condiciones de dirigir un país. El libro lo encuentran en Amazon: “The Dangerous Case of Donald Trump: 27 Psychiatrists and Mental Health Experts Assess a President”.

El punto es que, al final del día, los presidentes y directivos son seres humanos, vulnerables y con defectos. Está inflada la concepción de que somos racionales.

A la hora de las decisiones, el complejo va por delante. También se anteponen a lo racional elementos como el instinto, la protección del ego, los sesgos, la falta de sensibilidad al entorno y la ceguera personal, entre otros.

Nos inventamos historias que sean compatibles con nuestras ideas; descontamos lo que no “nos cuadra”; cuidamos al ego a costa de reducir la objetividad y, finalmente, la parte fallida la enterramos en el subconsciente.

Los tomadores de decisiones, sobre cuyo juicio y lucidez depende el destino de un país en lo público, o el retorno de inversión en la empresa, son propensos, como todos, al autoengaño.

¿Qué pasa cuando el presidente, el director general, su equipo directivo o algún miembro del Consejo de Administración padece de trastornos serios de personalidad?

El mundo tiene que cambiar. No puede seguir dando rienda suelta a personajes encantadores en sus inicios y destructivos en sus finales.

 

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