En La Decena Trágica el presidente Francisco I. Madero y el vicepresidente José María Pino Suárez fueron asesinados camino a la prisión de Lecumberri.
Su creación surgió tras la reforma al Código Penal de 1871, su construcción arrancó en el año de 1885 y para finales del mes de septiembre de 1900, el entonces presidente de la República el general Porfirio Díaz Mori, la inauguró albergando a innumerables presos hasta el año de 1976.
El legendario Palacio Negro de Lecumberri fue bautizado de esta manera debido a las innumerables historias que aseguraban que la prisión volvía locos a los prisioneros, aquella afirmación cobraba veracidad, pues, la penitenciaría tenía un diseño panóptico, es decir que al centro poseía una torre para el personal de vigilancia y crujías o galerones que convergía al centro con dirección a la torre central, de tal forma que los vigías podían ver todo el tiempo a todos los presos en sus celdas, de este modo se garantizaba el ejercicio del poder, ya que el reo no podía saber con precisión cuando se le estaba observando o no, lo cual generaba una paranoia en los internos quienes vivían hacinados ya para los años posteriores además de hambrientos ante la falta de comida, entre otras cosas.
Algunos prisioneros famosos pisaron el palacio negro, de entre ellos, el cantante Juan Gabriel por haya de los años setenta, que se le acusó de robarse un radio; otras celebridades fueron: el general Francisco “Pancho” Villa, Ramón Mercader el asesino del León Trotsky, el muralista David Alfaro Siqueiros y el escritor José Revueltas, siendo éste último revolucionario y activista político, a quien se le atribuye una célebre inscripción encontrada en uno de los muros del Palacio de Lecumberri.
Esto debido a que, posterior a su cierre en la década de los setenta, el gobierno destinó el edificio de la penitenciaría, para albergar al Archivo General de la Nación, lo que se sigue haciendo hasta nuestros días; pero fue entonces, que durante los trabajos de remodelación necesarios para adaptar el lugar a su nueva función como receptáculo de la memoria nacional, que se encontró la inscripción en la piedra que se inmortalizaría.
“En este lugar maldito donde reina la tristeza, no se castiga el delito, se castiga la pobreza”.
Sobre ello, una reflexión, ¿Cómo una frase tan corta, puede decir tanto de nuestra realidad social?, considero que muestra la opinión generalizada de los mexicanos sobre el sistema penal nacional, pues siendo una frase escrita hace décadas en un tétrico lugar, sigue teniendo vigencia como si se hubiese inscrito hace días en cualquier centro de readaptación del país.
También hay quienes dicen que el derecho penal es para los pobres, porque los ricos nunca pisan la cárcel, opiniones como estas siguen surgiendo con la decadencia y el desprestigio de nuestras instituciones; sólo muestra cómo, quien es privado de su libertad y juzgado por un delito, piensa que es una injusticia lo que le sucede, por ello también en ocasiones se dice que la cárcel está llena de inocentes.
En la actualidad, la figura de la inmediación cobra relevancia para disminuir la brecha entre los justiciables y las instituciones del Estado, esto quiere decir, que antes el imputado no sabía quién lo juzgaba ni porque lo habían sentenciado al tiempo que le tocaba compurgar en prisión, de hecho nunca veía físicamente al juez, es por ello que, el sistema de justicia penal adversarial, privilegia la inmediación, ahora el sistema además es oral, por lo que el imputado desde el inicio del juicio tiene contacto visual con el juez que está resolviendo sobre su caso, inclusive tiene participación directa, pues en cada etapa correspondiente el juez, le pregunta directamente al imputado viéndolo a los ojos, que sí entendió sus derechos, sí desea hacer alguna manifestación, o tiene dudas, sí ha entendido lo que pasa, sí le quedó claro porque lo están procesando, que tiene derecho a declarar y ser escuchado en audiencia pública entre otras cosas más; lo que en esencia permite que la persona sea consciente de que será oída y vencida en juicio en su caso.
Por ello, tengo la confianza en que vamos avanzando hacia un sistema penal que puede cumplir con su objetivo de una manera más adecuada, es decir ayudar a que se administre la justicia en forma pertinente y los mexicanos volvamos a creer en las instituciones públicas.
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