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Coahuila

Lecciones de la cancha: complementarse con complicidad

Por Irene Spigno

Hace 3 meses

La mayoría de las personas tienen la (casi absoluta) convicción de que el objetivo de la vida de los seres humanos debería ser tener una pareja (preferiblemente casarse) y/o reproducirse. Desde la infancia, los cuentos y las caricaturas, la familia y hasta la religión se han encargado de contarnos la historia de que iba a llegar alguien (preferiblemente de sexo opuesto) para completarnos, como si cada uno de nosotros fuera la pieza de un rompecabeza de solo dos piezas.

A las niñas nos contaban (espero que ya esto haya cambiado) que éramos princesas y que, por lo tanto, teníamos que buscar a nuestro príncipe azul, un hombre que nos salvara del dragón de la vida (asumiendo que somos incapaces de salvarnos por nosotras mismas). A los niños, en cambio (y espero que esto también haya cambiado), se les decía que buscaran a una mujer que les atendiera en todo lo que pudieran necesitar (desde las necesidades básicas de alimentación e higiene hasta las obligaciones sentimentales y sexuales).

Es decir, en ambos casos, nos creímos este cuento que teníamos que buscar a alguien que cumpliera con todas aquellas necesidades que los estereotipos y roles de género nos asignaron y que, al parecer, somos incapaces de cumplir por nosotros mismos.

Además, todo esto lleva consigo una carga emocional y social muy pesada porque transmite el mensaje de que, al final de cuentas, no somos “completos” si no llega alguien más a nuestra vida, como si una vida sin pareja no tuviera ningún sentido.

Es cierto que los seres humanos somos “animales sociales” y que necesitamos la interacción con los demás para poder desarrollarnos en todas las esferas de nuestras vidas: personal, familiar, social, profesional etc.

Lo que quizás se les olvidó enseñarnos es que cada uno de nosotros ya viene “completo de fábrica”. No hay ninguna pieza faltante. No deberíamos necesitar a nadie más para sentirnos plenos y felices. Y entonces, ¿para qué deberíamos querer a alguien a nuestro lado?

Cada persona tendrá una respuesta muy personal, dependiendo de lo que vaya buscando en su vida. Después de mucho pensar y algo de vivir, mi respuesta es la siguiente (y aplica no solamente para la pareja sino que también para amistades y equipo de trabajo): para mí, en la vida, necesitamos cómplices.

No, no estoy haciendo referencia a ninguna colaboración en actos delictivos o en actividades ilegales. Me refiero más bien a la necesidad de tener a nuestro lado personas con las que quizás, aun con diferencias, podamos compartir ideas, objetivos, valores, principios y proyectos.

No, tampoco es necesario que pensemos y actuemos de la misma manera. Lo más importante es enriquecerse a través de las diferencias y especificidades de cada quien. La complicidad nos permite “complementarnos” más que “completarnos”.

A lo largo de mi proceso de desarrollo y transformación personal, hubo muchas experiencias y dinámicas que han tenido un rol fundamental. Aunque parezca raro y un poco absurdo, empezar a jugar pádel es una de ellas.

En el pádel, como en la vida, es muy importante saber escoger a tu pareja. Puedes escoger alguien que consideras muy fuerte porque tu único objetivo es competir y ganar, en la búsqueda de una validación externa que en este caso viene del deporte. O puedes buscar alguien con quien crecer juntos y en el camino compartir logros y aprendizajes. Ya lo escribí hace unos meses: como te mueves por la cancha, te mueves por la vida.

Gracias al pádel, este mensaje me queda mucho más claro. Puedes tener la pareja idealmente perfecta, pero no es la mejor para ti, porque no te complementa por falta de, entre otras cosas, complicidad.

En la cancha, como en la vida, necesitamos a personas con la disposición y voluntad de llenar las áreas de oportunidad de la otra personas, agregar las propias fortalezas para superar las posibles debilidades de la otra persona, protegerse mutuamente las espaldas, celebrar los logros, apoyar en las dificultades e intervenir para cuidar a ambos. Y por supuesto, divertirse. Porque de esto se trata la vida.

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