“Siempre es legítimo desear elevarse por encima de uno mismo, nunca por encima de los demás”.

J. Ward Howe

En los estudios de Óscar Conde de la academia porteña de lunfardo, encontramos el origen de la castellanización del término “fifi”: “le fifils à sa mère” en argot “el nene de mamá” y de ahí pasa a “fifi”.

En el adelanto de la edición del diccionario de mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua, se dice “de la elegante, distinguida y presumida”, mientras que la Real Academia de la Lengua Española a “presumida y que se ocupa de seguir las modas”.

Por su parte, en el diccionario de mexicanismos de Francisco Santamaría, define al petimetre “vago que viste bien y es presumido, insustancial y necio”. Son los que se les llamó también catrines o rotos.

En su origen, entonces la palabra se refiere más a los que aparentan que a los representantes de la oligarquía. El presidente López Obrador ha explicado que él se refiere a la oligarquía cuando califica fifís, específicamente a los herederos o “juniors”. Sin embargo, sus adversarios lo han utilizado para alentar una guerra de odio en contra de los chairos. Lo triste del asunto es que se trata, generalmente, de trabajadores con aspiraciones que ven con desprecio a la otra o al otro porque tienen una prenda de marca, un mejor auto, o hasta un botón más en la blusa.

También conocido como el síndrome de doña Florinda. En una sociedad que sufrió en nuestra colonia la clasificación en 16 castas de las que todavía conservamos términos como “chino” para quien tiene el pelo rizado o “zambo” para quien tiene arqueadas las piernas, es sencillo caer en esa tentación de asumir que se pertenece a la oligarquía por rasgos raciales o la más leve distinción económica sobre los demás.
Al arrogarse la defensa de los intereses de la oligarquía se encubre la avidez de ser parte de ella.
Y de esas ansias frustradas, al odio el clasismo y la discriminación.

La palabra “chairo”, según el Diccionario de Mexicanismos por el Colegio de México, viene de “chaira”, el instrumento, cilíndrico, rugoso y largo con que se afilan los cuchillos de los carniceros y que la expresión popular asemeja al acto de masturbarse; “hacerse una chaira” y de ahí, los fifís trasladan como burla a aquellas y aquellos que ensoñamos una utopía usando como espadas las flores, como fusil la razón y como linaje los sueños en un duelo de palabras y silencios en defensa de los derechos.