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Coahuila

Las decisiones del amor

Por Irene Spigno

Hace 1 hora

Amar es una decisión.

A lo largo de nuestras vidas, tomamos muchas decisiones.

En realidad, tomamos decisiones continuamente, en cada momento. Muchas pasan completamente desapercibidas (como, por ejemplo, decidir qué vamos a comer en el almuerzo o cuál serie empezar a ver), mientras que otras invaden nuestra mente y, en muchas ocasiones, pueden incluso obsesionarnos.

Seguramente existen decisiones que tienen un mayor impacto en nuestras vidas que otras. Por ejemplo, decidir qué carrera estudiar, a qué ciudad o país mudarnos, o qué pareja elegir tiene más impacto que escoger qué blusa ponernos para salir o qué zapatos comprar.

Justamente por esta razón, es decir, por los importantes efectos que pueden generar, hay decisiones que son más difíciles de asumir. Más aún porque, al enfrentarnos a una decisión relevante, puede intervenir un elemento que se puede convertir en un gran enemigo: el miedo.

Cuando emprendemos la toma de una decisión trascendente, también necesitamos tener un poco de prudencia. Si tuviéramos que pensar en una receta para preparar un platillo llamado “Decisiones de vida”, el ingrediente principal sería toda la información relevante y pertinente, junto con una pizca de prudencia.

Prudencia, y no miedo. El miedo a “lo que podría pasar” (algo que aún no ha sucedido y que, en muchos casos, ni siquiera es probable que ocurra) es lo que nos impide avanzar y llegar hasta nuestra meta.

El miedo no es otra cosa que falta de amor. Y no, no me refiero al amor romántico, sino al amor entendido como esa fuerza que nos impulsa a ser y hacer mejor cada día en todos los espacios donde nos movemos: ya sea en nuestro entorno profesional, social, familiar, de amistad o pareja. Amar es cuidar lo que hacemos y cómo lo hacemos.

El amor debería ser la guía que nos acompaña en nuestro movimiento por la vida.

Amar (e incluso, no amar) es una decisión que tenemos la libertad y el poder de tomar cada día y en cada momento. Y la primera persona hacia quien deberíamos mostrar amor es a nosotros mismos.

Quizás, muchas veces hemos tomado la decisión de amar a alguien más, incluso cuando no recibíamos amor a cambio. Por supuesto, no podemos obligar a nadie a amarnos como quisiéramos ser amados, y tampoco tenemos derecho a “enseñar” a los demás cómo deberían amarse a sí mismos o cómo deberían amar lo que hacen.

Sin embargo, tenemos el poder de decidir cómo amar a los demás y, especialmente, a nosotros mismos. Y tenemos el derecho de ser amadas y amados como amamos.

Si amar (y amarnos) es una decisión propia, libre y voluntaria, una vez tomada debemos llevarla adelante con compromiso, esfuerzo y disciplina.

Amar y desarrollarnos con amor no siempre es fácil. A veces encontraremos obstáculos o dificultades. ¿Cómo superarlos? Quizás buscando una respuesta a la siguiente pregunta: ¿qué tan comprometidos estamos con nosotros mismos, con nuestros sueños y con nuestras vidas?

Amar es una decisión que debe llevarse a cabo con compromiso y responsabilidad, como todas las decisiones más importantes de nuestras vidas. Porque solo una vida guiada por el amor es la que realmente vale la pena vivir.

 

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