Son millones, están en todos lados, son más peligrosos que el crimen organizado y que cualquier pandemia. Están en las calles, en las empresas, escuelas y motocicletas. Invaden las redes sociales repitiendo mentiras sin ningún pudor, pero sobre todo abundan en la política, a cualquier hora, donde sea y por todos lados. Son una invasión que no está organizada ni se rige por ley alguna, sin embargo consiguen actuar en perfecta sintonía guiados por una mano invisible:
Ellos son los estúpidos.
Decía Facundo Cabral que a ellos “se les debe temer porque son muchos, no hay forma de cubrir semejante frente y por muy temprano que te levantes, adonde quiera que vayas siempre estarás rodeado de estúpidos y son tan peligrosos que eligen hasta presidentes, como en Estados Unidos. Son muchos, te miran mientras babean y te apuñalan, siempre por la espalda y de manera anónima”.
Que existan personas estúpidas no es novedad, siempre han existido, pero subestimamos su número y su incidencia en nuestras vidas, cualquier estimación numérica resultará siempre con una cantidad más baja que la que exite en la realidad.
En 1988 el historiador italiano Carlo Cipolla publicó el libro “Teoría de la estupidez” donde clasifica a este tipo de personas mediante el enunciado de cinco leyes. La primera de ellas dice que “siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”. Resulta sorprendente cuando se cae en cuenta de que personas que habíamos considerado racionales e inteligentes se revelan como irremediablemente estúpidas.
La segunda ley dice que “la probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”. Es decir, el estúpido nace estúpido por obra y gracia de la naturaleza y su proporción es constante en todo grupo humano. Decía Cipolla que “tanto si uno se dedica a frecuentar los círculos elegantes como si se refugia entre los cortadores de cabezas de la Polinesia, si se encierra en un monasterio o decide pasar el resto de su vida en compañía de mujeres hermosas, persiste el hecho de que deberá siempre enfrentarse al mismo porcentaje de gente estúpida”.
La tercera ley dice que “una persona estúpida es aquella que causa daño a otra persona o grupo sin obtener algún provecho para sí o incluso causándose un prejuicio.” Resulta incomprensible para alguien razonable entender cómo puede existir la estupidez ya que no se le considera como una cuestión de cociente intelectual, sino más bien de falta de inteligencia racional. El comportamiento del estúpido es irracional, difícil de entender, no ganan absolutamente nada con ello y lo que es peor, el estúpido nunca sabe que lo es.
La cuarta ley dice que “las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas”. Y es que a las personas razonables les es complicado entender el comportamiento estúpido. De alguna manera se puede comprender el proceder de una persona malvada -que sigue algún modelo de racionalidad- pero no ocurre así con una persona estúpida frente a la que se está completamente desarmado ya que su conducta es imprevisible y su ataque no se puede anticipar.
Generalmente sus ataques nos toman por sorpresa e incluso, cuando lo sufrimos, resulta difícil organizar una defensa racional porque su ataque en sí mismo carece de racionalidad. Al subestimar su poder nos quedamos vulnerables y en consecuencia a merced de su imprevisibilidad.
La quinta y última ley dice que “la persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe”, pues su actuar no sigue una lógica sino un peligroso vacío en el que cabe toda posibilidad.
Decía Cipolla que “con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improvisto para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida y el trabajo, hacerte perder dinero, tiempo, buen humor, productividad, y todo esto sin malicia, sin remordimientos y sin razón, solo estúpidamente”.
Así, bajo estas cinco leyes se puede explicar el actuar de algunos políticos que tienen el poder de tomar decisiones absurdas, de burócratas que todo entorpecen, de choferes del transporte público que estorban y agreden al por mayor, de motociclistas que les vale todo, de policías gandallas, de compañeros de trabajo que todo lo enredan, de vecinos a usones, de pensionados conectados a sus chats repitiendo estupideces todo el día; ejemplos sobran. Todo esto por la absurda necesidad de llamar la atención porque tal parece que la estupidez está de moda.
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