Pasa de ser una emisora cultural a una popular
En la década de los 50, no sé exactamente la fecha, el año 1952, la XESJ pasó a manos de los señores Jesús y Mario Quintanilla, dueños de la poderosa XEFB de Monterrey, que cubrió toda una importante época en la radio de la región noreste del país “y más allá de las fronteras, hasta donde se escuche la señal”, decía el eslogan de la emisora.
En forma repentina, una parte de su programación se empezó a transmitir simultáneamente en hilo telefónico directo a través de la XESJ de Saltillo. “La llamada de la cultura” se convirtió en una estación regional con un esquema similar de la radiodifusora regia, la hora, la temperatura, el clima, ahí donde el profesor Jirafales, Rubén Aguirre Fuentes, hizo sus primeros pininos como reportero, redactor y locutor.
El compadre Medina, José Guadalupe Medina, innova el uso de la radio comercial para convertirle en un instrumento permanente de comunicación entre la ciudad y comunidades ejidales de los estados de Coahuila, Nuevo León, Zacatecas y parte de San Luis Potosí, a través del aún eficiente servicio epistolar –por carta–, de ellas se recibían por cientos en la SJ.
La obra de Medina estriba en enlazar a la gente de los ejidos y de la ciudad para resolver problemas por carta. La conversación a veces telefónica y a veces presencial, pues los interesados iban hasta la emisora de Allende y Lerdo en el Centro Histórico de Saltillo, para emitir de viva voz sus mensajes a sus parientes en el campo en un compás de interlocución perfecta.
La SJ, a partir de la 5 de la mañana, hasta ya pasadas las 11, se convierte en un corral campirano de antaño, con los sonidos de los animales domésticos, vacas, cerdos, borregos, gallinas, burros, pájaros y el clásico “gallito” que fue y que sigue siendo el ave identificadora del Compadre Medina y de la propia emisora; la SJ con más de 80 años a cuestas, pero firme en el primer lugar del cuadrante y en el gusto de la gente.
La SJ de ahora, la de las mañanas, la cubren locutores sólidos y amenos, sin llegar a las malas palabras, Raymundo Sandoval que sigue utilizando el sonido del gallito, Gerardo Ballesteros y Miguel Ángel Soriano; por la tarde, un simpático locutor Chuy Torres y su personaje original “Don Gire”. Al oscurecer el día permanece el programa creado por Jorge Ruiz Schubert, tan enraizado en el gusto de la gente Las Inolvidables del Amor. Sólo falta XESJ por la Noche, con aquella voz sonora de Mario Agredano Brambila. En lugar de este programa, un despabilado anunciador Adrián González conversa con el público en forma respetable y educada para hacer más ameno el fin del día.
Sólo quedan en el recuerdo de esta emisora los programas melodramáticos y jocosos como Celda Número 13, La Historia del Sepulturero; Rafles, el Ladrón de las manos de Seda, La Tremenda Corte, con Tres Patines y el tremendo juez; Rudecindo Caldeira y Escobiña y Nananina. El Molcate, un programa de sátira política desde donde entonces se criticaba a los malos gobernantes y a los corruptos, y las radionovelas que mantenían al pie del aparato receptor a casi toda la familia.
Música Alegre en la Mañana patrocinada por Colgate Palmolive, ¡fabricantes de Fab! El detergente para lavar la ropa, con la actuación de grupos regionales en vivo, ahí se alternaba los Rancheritos del Topo Chico, Rogelio Gutiérrez y los Montañeses del Álamo, muy famosos en su época.
Eran otros tiempos, otra radio y desde luego otro Saltillo. XESJ nació según su fundador don Froilán Mier Narro, como “la Llamada de la Cultura” y su intención era transmitir sólo música clásica o de los salones de la sociedad europea, con sus grandes músicos.
Una radio local en términos generales improvisada en buena forma con una mezcla de candor para complacer a una sociedad que se encontraba en busca de un entretenimiento sano y así se convirtió con vertiginosa rapidez no sólo en el canal publicitario por excelencia, sino en una de las fuentes de la imaginaria de los ciudadanos, que competía con el cine, con la ventaja de que la radio sólo tenía el costo inicial del aparato y si acaso cargarle al recibo de la luz, pero nada comparable con los precios de entrada al cinematógrafo.
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