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La voluntad de cambiar

Por Irene Spigno

Hace 2 horas

La semana pasada nos despedimos de este espacio acordando que nosotros y nosotras —y nadie más— somos responsables de proteger y garantizar nuestros sueños. También hablamos de la oportunidad, al estar iniciando un nuevo año, de preparar una lista de buenos propósitos que quisiéramos cumplir. Obviamente, no se trata de una lista cualquiera. No es como la que preparamos cuando hay que ir al súper para surtir la despensa.

Se trata de algo más importante (y eso no significa que surtir la despensa no sea fundamental) y profundo. No es ninguna coincidencia que, de hecho, se hable de “buenos propósitos”. Esto significa que se trata de objetivos que queremos alcanzar para mejorar algo: ser mejores personas o tener mejores condiciones (de trabajo, de vida, de relaciones, etcétera). Es la ocasión perfecta para planificar el trayecto hacia nuestros sueños.

Lograr lo que deseamos no es algo que se pueda dejar al azar. La semana pasada hablábamos de la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene para convertir nuestros anhelos en realidad. Sin embargo, no podemos pretender controlar todo ni desesperarnos si las cosas no salen como lo habíamos planeado. Planificar no significa intentar controlar todo ni repetir acciones que ya hemos visto que no generan resultados positivos.

Muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de que, cuando pensamos que algo nos salió mal, simplemente podría haber salido de manera diferente a lo que esperábamos. Pero eso no significa que haya salido mal. Asimismo, puede ocurrir que, aunque nos esforcemos mucho, tengamos compromiso y disciplina, no notemos que estamos cometiendo algún error. Estamos tan concentrados en el resultado que queremos obtener que no percibimos que lo estamos buscando de la manera equivocada o, tal vez, no de la mejor forma.

¿Nuestro principal enemigo? La fuerte resistencia que oponemos, porque admitir que estamos haciendo algo de forma incorrecta significaría reconocer que nos equivocamos, y equivocarse muchas veces implica sentirnos mal. Seguimos repitiendo nuestros errores sin aprender de ellos.

Aunque tengamos derecho a equivocarnos, aprender también significa reconocer que estamos haciendo algo que, aunque no sea malo en sí mismo, podría no ser lo mejor para lograr nuestro objetivo. Aprender implica cambiar lo que hacemos, pensamos o decimos. También significa intentar algo diferente. Por supuesto, no estoy sugiriendo probar cosas extremas o dañinas. Como mencioné en textos anteriores, esta es una invitación a salir de nuestra zona de confort. Si hacer siempre lo mismo no nos ha llevado a alcanzar nuestros sueños, quizá podamos intentar algo nuevo. Tal vez lo primero que debamos cambiar sea nuestra forma de pensar y abrirnos un poco más a nuevas oportunidades que están allí esperando ser exploradas.

Muchas veces me ha tocado proponer platillos nuevos a personas que nunca los habían probado, y algunas de ellas me respondían algo como: “No, lo siento, eso no me gusta”. Seguramente ponía una expresión que decía: “¿Cómo sabes que no te gusta si nunca lo has probado?”. Y también estoy segura de que muchas veces no me aguanté y lo dije en voz alta. Pero esa es otra historia.

Quizá muchos de ustedes se estén preguntando: ¿Cómo podemos encontrar nuevas oportunidades para explorar? Debido a que la idea no es revolucionar nuestra vida por completo, sino ajustar el rumbo para dar vida a nuestros sueños, podríamos empezar haciendo, cada día, algo nuevo que nunca hemos hecho antes.

Podemos comenzar con cosas sencillas: preparar un platillo que nunca hicimos antes, probar un estilo de pantalones que nunca usamos, o leer un género de libros nuevo. Las ideas pueden ser infinitas. Al principio puede ser difícil, pero estoy seguro de que verás grandes cambios en tu manera de pensar y, especialmente, en tu forma de entender la vida y, por consiguiente, de vivir. Todo depende de lo que cada uno de nosotros esté dispuesto a cambiar.

Ya me contarán…

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