Una extraordinaria instructora del aprendizaje es la vida, en ella frecuentemente, o, mejor dicho, todos los días, surgen mínimos o grandiosos cambios que se generan en un intervalo muy pequeño de tiempo. Desafortunadamente los seres humanos no estamos conscientes de ello, pensamos que siempre viviremos en la comodidad, en el confort, en el equilibrio, que todo marchara bien, sin contratiempo alguno. De manera inesperada nos pueden suceder cosas malas, muy malas o viceversa: cosas buenas o muy buenas.
Lo que no percibimos cuando suceden los cambios, es que, son útiles y necesarios para crecer en nuestro desarrollo personal, es por ello que es natural que se sienta miedo, se te hiele el cuerpo hasta los huesos, qué digo los huesos, hasta el tuétano, porque ignoramos lo que va a pasar; invade la incómoda incertidumbre, que es el desconocimiento lo que sucederá provocando inseguridad, dudas, desasosiego y una gran inquietud, porque olemos fuertemente el peligro.
Lo más recomendable, cuando se presenten en nuestro entorno cambios inesperados, es estar conscientes de que en cualquier momento pueden manifestarse, es no sentirse amenazados, por ello, es bueno pensar ¿por qué se manifiestan? Entender, además, que no está en nuestras manos que sucedan; no se pueden controlar; al vivirlo, hay que buscar la solución o soluciones posibles; para lograrlo, es necesario valorar y apreciar las diferentes posibilidades. Ayuda de sobremanera ser flexibles; analizar los errores y también los aciertos.
Es muy fácil de decir, pero muy complicado de llevar a cabo: aceptar la realidad. Es necesario desarrollar la capacidad de asumir la vida, tal y como es, comprender lo que sucede, y evitar en medida de lo posible combatir la situación o negar lo que acontece porque no se puede controlar.
Imagine, por ejemplo, que un día cualquiera está desayunando con su pareja de vida, disfrutando de una buena taza de café, platican de lo cotidiano, ríen, hacen planes sobre el hogar, los hijos y, de pronto, de manera inesperada se interrumpe bruscamente su amena charla, y le dice que se siente mal y ese malestar crece. Se le inmoviliza la parte izquierda del cuerpo. De manera inesperada sufre un infarto cerebral. Es un evento doloroso para la familia, sólo queda buscar la solución inmediata, enfrentar con inteligencia las consecuencias de los resultados. La vida cambia en un segundo.
La lección de vida de este suceso es indudablemente aprender a disfrutar cada momento, valorar lo que poseemos, cuidarlo, afrontar con una actitud positiva y abierta tanto lo bueno como lo malo que nos sucede, estar atentos a nuestro entorno porque puede dar un giro de 180 grados, el budismo dice acertadamente “Sólo hay un momento para que estés vivo, y ese es el momento presente”.
Un libro maravilloso y recomendable estimado lector, que describe los momentos dolorosos que vivió la escritora estadunidense Joan Didion y relata en su libro El Año del Pensamiento Mágico: “La vida cambia deprisa. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”. Describe la muerte de su esposo a consecuencia de un infarto fulminante, mientras su hija se encontraba en un hospital en estado de coma.
Lo invito a pensar: ¿Qué es lo más importante para nuestras vidas? ¿La familia? Si tuvo un conflicto con sus hermanos, hijos, primos, padres y aún los ama, reconcíliese. ¿Los amigos? Las tareas cotidianas nos alejan de ellos, haga un alto y llámeles, invítelos a cenar, o a disfrutar de una amena charla. ¿El ejercicio? ¡Realícelo ahora que está sano! No deje para mañana lo que puede hacer hoy. ¡Por favor! Actúe antes que sea demasiado tarde, ya lo dice Ana María Rabatté y Cervi en su poema En Vida Hermano en Vida: “Nunca visites panteones, ni llenes de tumbas flores, llena de amor corazones, en vida hermano en vida”. No sabemos si mañana trascendemos nosotros o las personas que amamos. ¡Hoy es el momento!
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