Hoy 21 de marzo se celebra el Día Internacional de los Bosques, sin muchas razones para celebrar en nuestro estado.
Esta fecha, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, se festeja desde el 2013 a propuesta de diversas organizaciones internacionales con la finalidad de hacer conciencia de los enromes retos que tenemos como sociedad para conservar y cuidar este valioso recurso natural.
Para este año, y bajo la premisa de que los bosques son demasiado valiosos para perderlos, la ONU propone como tema de análisis la “Restauración forestal: un camino a la recuperación y el bienestar”. Lo anterior, ya que está por demás demostrado que la pérdida a ritmos descomunales que hemos tenido de nuestros bosques debido a la deforestación es una de las principales causantes de la generación de gases que provocan el cambio climático.
Generar recursos que ayuden a una reforestación adecuada cumple entonces un doble propósito, el más directo que es el de apoyar la restauración de la biodiversidad del planeta y por supuesto, el cambio climático. Esta preocupación está también contenida dentro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible rumbo al 2030. Desafortunadamente en México estamos haciendo todo lo contrario para el logro de estos objetivos.
La Comisión Nacional Forestal es un Organismo Público Descentralizado cuyo objetivo es, de acuerdo a su decreto de creación; desarrollar, favorecer e impulsar las actividades productivas, de conservación y restauración en materia forestal, así como participar en la formulación de los planes, programas, y en la aplicación de la política de desarrollo forestal sustentable. Mala la cosa para la CONAFOR. Sabemos de sobra el desprecio que esta administración tiene hacia este tipo de organismos. Del 2012 a la fecha, esta institución ha sufrido una disminución de casi el 50% de su presupuesto, siendo los últimos dos años cuando en mayor medida han sufrido este recorte.
Hace precisamente un año que Greenpeace, junto a otros organismos de la sociedad civil, manifestaron su desaprobación y el llamado urgente al Presidente y al Congreso para que reconsideraran este tipo de recortes que generaron el desmantelamiento de las capacidades técnicas, humanas, financieras y operativas de la CONAFOR, así como de la cancelación del Programa de Empleo Temporal que permitía financiar brigadas para trabajos preventivos y atención a incendios y el Fondo de Desastres Naturales que terminó extinto.
Se hizo un llamado también para asegurar que la Comisión Nacional para la Biodiversidad cuente con los recursos suficientes para continuar operando y fortaleciendo los sistemas remotos de detección temprana de incendios. La respuesta fue la de un mayor número de recortes para el presente año.
De acuerdo a datos de la propia CONAFOR, en lo que va del año, en el país se han presentado 1,684 incendios forestales, 51 de los cuales permanecen activos, afectando un total de 29,559 hectáreas, la tercera superficie más extensa en una década, esto sin actualizar los datos de la Sierra de Arteaga.
De acuerdo al suplemento especial “Tragedia en Arteaga” publicado por esta casa editorial el día de ayer, se han afectado 3,800 hectáreas en el incendio que estamos viviendo, de las cuales 2,053 pertenecen a Coahuila y el resto a Nuevo León. Son más de 700 personas combatiendo el siniestro con 71 vehículos y 14 helicópteros de apoyo. Se estima en 15,600 millones de pesos el costo para recuperar la zona que hasta el momento ha sido afectada. Se han recibido cientos de apoyos en especie por parte de la ciudadanía, y los gobiernos estatales de Nuevo León y Coahuila. El gobierno federal desafortunadamente ha brillado por su ausencia.
Sin embargo sería injusto culpar únicamente a cualquier orden de gobierno por esta tragedia, no soy ninguna experta en el tema, era claro que después de la helada que vivimos en el estado, el campo era un cultivo fértil para las llamas por la sequía que se produce y el combustible natural que quedó esparcido en el suelo de todo el territorio de nuestro estado. Es claro que no se tienen ni se tuvieron los recursos para prevenir ni atacar un desastre de esta magnitud, pero también es claro que nada de esto hubiera sucedido sin el descuido de los ciudadanos que no cuidan nuestros recursos más valiosos, nuestros bosques, campos y serranías. De no ser por la irresponsabilidad de quienes causaron este incendio, a sabiendas de la nula respuesta que tendríamos del gobierno federal, hoy no estaríamos lamentando la pérdida de una de las áreas más hermosas de nuestro país.
El llamado es entonces a nuestras autoridades, para que reconsideren asignar recursos para cuidar los pulmones de nuestro país, pero el llamado es sobre todo para quienes disfrutamos pasear por nuestra querida tierra; seamos responsables y empáticos, seamos generosos con nuestro planeta, dejemos el egoísmo a un lado y empecemos a pensar en las consecuencias de nuestros actos.
A diferencia de muchos desastres naturales, la mayoría de los incendios forestales se pueden prevenir. Los costos medioambientales y económicos de los incendios forestales tienen un impacto que dura muchos años. Mediante el uso de cautela y la adopción de medidas preventivas podemos reducir las amenazas asociadas a estas devastadoras tragedias. ¡Cuidemos de nuestra madre tierra! Es responsabilidad de todos.
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