En la mañana del 2 de octubre, Claudia Sheinbaum responde a la primera pregunta en conferencia de prensa, como Presidenta. “¿Cómo se siente? ¿Cómo está usted? ¿Cómo durmió ayer?”. Ella sonríe ligeramente. “Bien. Responsable. Preparada”, responde. El tono de lisonja crea un silencio incómodo. Una pausa. Ella no se mueve. Su interlocutor pregunta algo más. Ella contesta, sin inmutarse.
En los siguientes 40 minutos, responde muchas preguntas, con respuestas breves, rápidas, muy políticas. Hay muchas menos frases trilladas que las que usaba su antecesor, muchas menos pausas. A pesar de esta diferencia, Sheinbaum también apuesta por la lisonja.
En sus primeras horas al mando del país, llama repetidamente “Presidente” a AMLO. Lo hace en el Congreso, en el Zócalo, en cada mención en sus tres primeras conferencias de prensa. Dice que es “el mejor Presidente de la historia”.
Ante la audiencia emocionada en el Zócalo, repite frases obradoristas: “Con el pueblo”, grita ella. “¡Todo!”, corea la muchedumbre. “Primero”, dice ella. “¡Los pobres!”, responde el coro. Y desde allí confirma: mantendrá los programas sociales que él inauguró, seguirá su costumbre de visitar los estados en los fines de semana, continuará las mañaneras.
Debajo de esta llamativa continuidad, otras cosas han pasado en estos días que, creo, AMLO no impulsaría o diría. En el Congreso, Sheinbaum menciona a Josefa Ortiz, pero no le agrega el apellido de casada “de Domínguez”, que por cierto, Domínguez no usaba en vida. Menciona también a Leona Vicario, Margarita Maza, Adela Velarde, Dolores Jiménez Muro, de Elvia Carrillo Puerto, Frida Kahlo, Enriqueta González Baz.
En el Zócalo, anuncia que enviará al Senado un paquete de reforma de seis artículos de la Constitución, enfocados en los derechos de las mujeres. El proyecto, dice, apunta a disminuir la brecha salarial, ampliar que los gabinetes paritarios sean obligatorios, atacar la violencia vicaria y digital, promover que los agresores sean quienes abandonen la casa, y no las mujeres violentadas; que exista el feminicidio como tipo penal en todo el país. Anuncia que reconocerá derechos agrarios a más de 150 mil mujeres, y creará un Registro Nacional de Medidas de Protección de las Mujeres Adolescentes, Niñas y Niños. El 3 de octubre, presenta su propuesta en la conferencia matutina. En el estrado no hay un sólo hombre.
Luego, anuncia que en su conferencia habrá una sección semanal sobre mujeres en la historia. Y crea un nuevo programa social para niños y jóvenes. Lo nombra Rita Cetina, por una educadora feminista del siglo 19.
Además de las mujeres, en sus primeras horas de Gobierno, Sheinbaum se concentra en economía y seguridad. Les dice a los empresarios que estén tranquilos, vienen muchas obras públicas y sus inversiones están garantizadas. El tipo cambiario del peso mejora respecto al dólar. Promete muchos programas, inversiones y obras (que analizaré en otra columna).
En seguridad, un cambio relevante pasa desapercibido en la prensa. Sheinbaum anuncia que la Fiscalía General de la República, a petición de ella, ha enviado un representante a las reuniones del Gabinete de Seguridad. Hace meses, fuentes de la Fiscalía me dijeron que no acudían a esas reuniones con AMLO porque otros asistentes “le mentían en su cara al Presidente”.
La próxima semana, Sheinbaum presentará su Estrategia Nacional de Seguridad. Hasta ahora, lo que ha anunciado parece más de lo mismo: bajar delitos de alto impacto, como objetivo central. Para lograrlo, dice que dará dinero a jóvenes (igual que AMLO), creará un sistema nacional de investigación (como pretendía el calderonismo con la Plataforma México), fortalecerá a la Guardia Nacional (como antes el calderonismo buscó fortalecer a la Policía Federal) y se coordinará con los estados, municipios y Fiscalía (como han pretendido todos los presidentes recientes, sin mayor éxito).
Esta nueva Sheinbaum en el poder no parece ni sólo una imitadora acrítica, ni una revolucionaria en el poder, ni una innovadora en seguridad. Pero es muy pronto. Y su agenda es ambiciosa. Vale la pena seguir con cuidado las diferencias, más allá de las continuidades obvias, que alegran a los obradoristas y crispan a la oposición.
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