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La nueva esperanza o panacea

Por Jorge Castañeda

Hace 3 dias

La Unión Soviética no padecía únicamente los estragos de un órgano de prensa oficial. Existían varios: Pravda, desde luego, pero también el otro diario, Izvestia, y las dos agencias, TASS y Novosti. Cuba, en la época de oro, cuando el papel servía para imprimir periódicos y no para comer, contaba con Granma y Juventud Rebelde, y desde luego, con Prensa Latina. Por lo tanto, no debe sorprendernos que la versión mexicana de los medios de Estado incluya varios componentes: en la televisión, pero en la prensa escrita La Jornada, Milenio, y algunos más. Y tampoco debe extrañarnos que columnistas inteligentes y bien informados en esos y otros medios, escriban artículos incomprensibles. En este momento, el pecado consiste, como casi siempre, en buscar y encontrar la buena noticia para el país -y por consiguiente para el Gobierno- detrás de cada desdicha.

La de esta semana yace en la esperanza -y espera- de un milagro producto de la benevolencia de la Virgen de Guadalupe, que en esta ocasión sí nos va a salvar. La primera oportunidad del “nearshoring”, de la que tanto hablaron los especialistas y las candidatas presidenciales en 2024, finalmente no cuajó, dice parte de la comentocracia con vocación económica. Las razones fueron múltiples, pero de ninguna manera incluían un vicio de origen: nunca iba a haber un gigantesco caudal de inversión extranjera motivada por la relocalización. Pues bien, lo que no aconteció antes, ahora sí va a suceder.

O bien gracias a la astucia de la Presidenta o bien con motivo de la privilegiada ubicación geoeconómica del país, debido a los aranceles de Trump a otros, México se va a beneficiar del famoso “no nos fue tan mal”. Como a Vietnam le fue peor, a México le va a ir mejor. Las inversiones de empresas que optaron por salirse de China pero no se dirigieron a México sino a Vietnam o la India, en esta nueva etapa, gracias a nuestro trato preferencial por parte de Trump, acudirán a nuestro país. Se trata de una nueva “gran oportunidad”, que esta vez sí se materializará.

Nuevamente la panacea, la solución milagrosa. Obvio, los más perspicaces entienden que la primera “ventana” se esfumó debido a debilidades estructurales mexicanas, junto con factores ajenos: las excesivas expectativas, el trabajo de otras naciones, la propia resistencia china. Pero advierten que en esta ocasión, de nuevo, gracias al talento de este Gobierno -a diferencia del anterior- o a las exigencias de Trump, se va a desatar la ola de inversiones que no se produjo con el “nearshoring 1.0”.

Huelga decir que quienes nunca creímos en la primera versión, tampoco nos tragamos la segunda. Ante la Reforma Judicial, la naturaleza imprevisible de Trump durante los próximos cuatro años -que puede inventar nuevos aranceles por el agua del río Bravo, o Cuba, o la cercanía con China- y la violencia generalizada, se antoja altamente improbable que la inversión extranjera relocalizada o no, se vuelque sobre el país.

Aún suponiendo que el Gobierno haga la tarea interna -más bien todo lo contrario- o externa -lo cual es improbable, vista la supuesta exigüidad de recursos de las embajadas y consulados- no parece verosímil la esperanza que algunos radican en el nuevo orden comercial impuesto por Trump.

No es que nos haya suprimido los aranceles: hasta este momento, permanecen sobre los automóviles, el acero y el aluminio y los productos comerciados fuera del TMEC. No es poco. Pero la posibilidad de nuevos aranceles representa un peligro mayor. Suerte con el “nearshoring 2.0”. Lo último que muere es la esperanza.

 

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