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Coahuila

La Navidad y el Amor

Por Jorge de Jesús 'El Glison'

Hace 1 mes

“Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros”. Este versículo del Nuevo Testamento, escrito en el Evangelio de Juan (13:34), en mi opinión, conjuga y compendia todos los mandamientos, toda La Biblia y los libros sagrados de todas las religiones, las normas de conducta, las leyes, las constituciones, los tratados filosóficos, y en general, todo lo que se haya dicho o escrito sobre las relaciones entre los seres humanos en nuestro planeta.

Si simple y sencillamente, pudiéramos todos los prójimos del mundo, como nos pide Jesucristo, “Amarnos los Unos a los Otros”, no habría hambre ni pobreza, ni guerras, injusticias, desigualdades, ni sometimiento entre unos y otros.

En pleno siglo 21, con una tecnología tan avanzada que nos permite enviar naves espaciales a explorar otros planetas, aquí seguimos tan retrasados en muchos aspectos, como al principio de la humanidad: peleando unos contra otros, en lugar de amarnos.

En 2022, el número de muertos en conflictos regionales alcanzó su nivel más alto desde el final de la Guerra Fría. Estamos a un paso de que debido a la ambición insaciable de algunos lideres desquiciados, se pudiera desatar una tercera guerra mundial, y hay incluso amenazas de utilizar armamento nuclear, lo que según algunos científicos conllevaría a la destrucción total de la civilización y tal vez de la vida en el mundo entero.

¿Por qué hemos irracionalmente llegado a este punto? Por la falta de amor. Por el exceso de egoísmo, envidia, rencor y codicia. Todo ello causado por la falta de amor. El amor no está reservado solamente a lo que uno puede sentir por los seres queridos, nuestra familia, nuestros amigos.

El amor debe ser una actitud ante la vida, ante todo lo que nos rodea. Una actitud amorosa vence cualquier fricción, riña o desencuentro. El amor nos encauza hacia el perdón y el arrepentimiento, propiciando el perdón a uno mismo, y permitiendo el amor propio, el amor a uno mismo.

Antes de la llegada de Jesucristo predicando el perdón, lo que prevalecía era la ley del Talión, que es un principio jurídico en el que se establece que el castigo debe ser igual al crimen cometido. La expresión más conocida de esta ley es “ojo por ojo, diente por diente”.

La Ley del talión se aplicó en sociedades antiguas que no tenían un sistema legal avanzado. Su objetivo era establecer una proporcionalidad entre el daño recibido y el daño causado, y así limitar la venganza. La palabra “talión” proviene del latín talis o tale, que significa “idéntico” o “semejante”.

La Ley del talión se encuentra escrita y reglamentada en los siguientes textos o documentos: El Código de Hammurabi, que data del año 1760 antes de Cristo (a.C.). El Antiguo Testamento, en los libros de Éxodo, Levítico y Deuteronomio. Las leyes de las 12 Tablas de Roma, en la tabla 8, que data del año 450 a. de C.

En La Biblia, en Lucas 6.27-36, al respecto de esta ley Jesús nos dice: “Oísteis que fue dicho: ‘Ojo por ojo, y diente por diente’. Pero yo os digo: ‘No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses’. Oísteis que fue dicho: ‘Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo’. Pero yo os digo: ‘Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si solo amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto’”·.

Aparentemente Jesucristo nos pide un imposible, nos puede parecer contradictorio, confuso e ilógico, amar a quien nos ha dañado, a nuestro enemigo, podemos sentir que hacer eso es una muestra de rendición y sometimiento ante quien nos ha hecho el mal, pagar el mal con un bien, suena absurdo, pero es la prueba máxima para poder llegar a vislumbrar el concepto del amor en toda su extensión.

Es de lo más excelso en cuanto a las virtudes humanas, el poder llegar a comprender que el rencor más que a nadie daña a nuestro propio ser, y cuando somos capaces de perdonar a quien nos ha perjudicado, a través del perdón divino que otorga la comprensión y la compasión por nuestro hermano, que se ha equivocado, pecó, y en su conciencia llevará el tormento de sus culpas, es entonces que encontramos la verdadera libertad y felicidad, que otorga la fortaleza de poder amar siempre, y ante cualquier adversidad.

Al perdonar a los demás, Jesús promete gozo y paz, y él mismo nos da una prueba de ello en su crucifixión, al pedirle a Dios, refiriéndose a los soldados romanos que lo habían torturado, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

Desde hace muchas centurias los cristianos celebramos la Navidad el 25 de diciembre. La palabra Navidad proviene del latín nativĭtas, -ātis, que significa “Nacimiento”, por lo tanto, se conmemora y celebra en esta fecha el nacimiento del ser mas importante y trascendente de nuestra creencia religiosa y divina, Jesucristo, quien sin dudas lo que él nos pide a través de su vida, doctrina y predicaciones, es que nazca el amor, su amor, en nuestros corazones.

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