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Coahuila

La mujer y la historia

Por Gerardo Hernández

Hace 1 mes

Ifigenia Martínez no podía faltar a la investidura de Claudia Sheinbaum. Primero, por ser la presidenta del Congreso; segundo, por encarnar uno de los símbolos de la transición democrática; y tercero, porque la ceremonia representaba la culminación de una lucha ardua y colmada de obstáculos, y al mismo tiempo el inicio de un etapa cuya protagonista es la mujer.

Martínez, de 94 años, llegó a la Cámara de Diputados en silla de ruedas, cánula nasal para recibir oxígeno suplementario y asistida por tres paramédicos. “Apenas me puedo sostener”, musitó al levantarse de su curul para recibir de Andrés Manuel López Obrador la banda presidencial y transmitirla a la primera jefa de Estado y de Gobierno de México. Cuatro días después de cumplida esa misión, la prensa informaba de su muerte.

En tiempos de edadismo, cuando las personas son discriminadas incluso sin ser ancianas; cuando el mundo recurre con avidez a tratamientos y fórmulas mágicas para retrasar el envejecimiento y los jóvenes abominan de la política y se evaden, Martínez es modelo de integridad y congruencia.

En 2021 recibió la Medalla Belisario Domínguez, máximo reconocimiento que el país reserva a sus mejores ciudadanos. Siguió, sin protagonismo ni estridencia, la máxima de Bertolt Brecht, de acuerdo con la cual “El regalo más grande que les puedes dar a los demás es el ejemplo de tu propia vida”. El dramaturgo y poeta alemán fue acosado por Hitler y en la segunda guerra escapó a Estados Unidos, donde el FBI lo espió por sus ideas comunistas.

La vida de Martínez transcurrió entre la academia, el servicio público y la política. Como legisladora asistió a la investidura del autodenominado “último presidente de la Revolución”, José López Portillo; del tecnócrata neoliberal Carlos Salinas de Gortari; del primero que entregó el poder a la derecha, Ernesto Zedillo; de quien declaró la guerra al narcotráfico, Felipe Calderón; del primero de izquierda (después de Lázaro Cárdenas), López Obrador; y de la primera Presidenta, Claudia Sheinbaum.

En 1988 se convirtió en la primera senadora de oposición electa del país, en Ciudad de México, junto con Porfirio Muñoz Ledo. Treinta años después llegó del brazo de AMLO a la Cámara de Diputados. Él como jefe de Estado; y ella, de nuevo, como senadora.

Primera mexicana con máster en economía por la Universidad de Harvard y también en recibir la Medalla Sor Juana Inés de la Cruz, Ifigenia Martínez militó 22 años en el PRI. En 1988 renunció con Cuauhtémoc Cárdenas y Muñoz Ledo, y después de las elecciones fraudulentas de ese año fundaron el PRD.

Participó en las tres campañas presidenciales de López Obrador, lo mismo que Claudia Sheinbaum, ambas fundadoras de Morena. Los cuadros y liderazgos de izquierda que el PRI perdió, más tarde ganarían la Presidencia. Una de las figuras clave en ese proceso es Ifigenia Martínez, ante la cual Sheinbaum y AMLO se inclinaron en la tribuna del Congreso.

Ifigenia Martínez participó en las luchas sociales y políticas del país sin arredrarse. Junto con hombres y mujeres de izquierdas afrontó la represión de Salinas, los embates de la derecha y las campañas de los grupos de poder. El avance era entonces por brechas, y las subidas por cuestas empinadas; hoy es por ascensor.

La debacle del PRI empezó cuando perdió esa mística, se alejó de los sectores que lo sustentaban y cuando, en vez de premiar el mérito de sus militantes candidateó a improvisados y arribistas. Ifigenia Martínez brilla por su valor en un mundo de blandengues.

Con medio siglo de actividad política sobre sus hombros, se irguió para atestiguar un hito hasta hace poco inimaginable, del cual fue protagonista: ver a una mujer en la Silla del Águila. “Desde esta soberanía le decimos: no está sola”. Así se despidió.

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