Saltillo
Por Rosalío González
Publicado el sábado, 3 de abril del 2021 a las 04:41
Saltillo.- Por el fuerte color de su piel, similar al de un cacao tostado por el sol del semiseco campo de Saltillo, en el ejido Carneros todos conocen a María Beatriz López como “La More”, “La Morena” o “La Morocha”.
Originaria de la capital potosina, desde hace 27 años emigró a Coahuila siguiendo al amor de su vida y padre de sus tres hijos, Arturo Castañeda Reyna, mejor conocido como “El Viejo de La More”.
Desde hace casi tres décadas, el matrimonio se dedica sin ningún subsidio a donar alimento y ropa a los migrantes que transitan sobre el tren por el sur de Saltillo, aunque esta labor se intensificó hace tres años, cuando la hija de esta “patrona” de la migración se suicidó en un cuarto abandonado del ejido.
Tania Yaneth tenía 17 años, un esposo enamorado y un pequeño hijo de nombre Zabdiel, que en hebreo significa “Regalo de Dios”, sin embargo, un mal día para la familia, la chica decidió colgar la guía del caballo y con ella quitarse la vida.
Desde ese momento, “La More” busca en cada migrante el rostro de Yaneth, su hambre y la necesidad de los cuidados de una madre.
“
Yo sé que mi hija viene en cada uno de ellos a probar algo de comida. Se une al caminar de los migrantes segura de que va a comer llegando a esta casa, por eso voy a hacer esto hasta que Dios me dé licencia”, comenta.
Donde come uno…
Para financiar los gastos en alimentos y ropa, María Beatriz trabaja vendiendo gorditas a la orilla de la carretera 54 que comunica a Saltillo con Concepción del Oro, Zacatecas, además de que su familia le ayuda con su proyecto humanitario.
“
Aquí compramos nuestro mandado cada ocho días cooperando mi esposo, mi hijo y mi sobrina, y con eso comemos nosotros, los migrantes y hago para mi negocio de gorditas”, explica.
Los ingresos de la familia provienen de oficios modestos: su esposo trabaja como operario en el parque industrial de Derramadero, su hijo en una quesería y su sobrina es empleada doméstica.
En el ejido Carneros se detiene el tren todos los días procedente de San Luis Potosí. Ahí los vigilantes supervisan los vagones y bajan a los migrantes o “trampas”, como les dicen popularmente en esta región, que por cierto les ofrece un clima hostil donde, abandonados a la suerte de Dios, no les queda más que sobrevivir.
“
Aquí hay historias de quienes cruzan a Estados Unidos y también de quienes pierden la vida en el camino; hay mujeres violadas que, con tal de que no las maten, se vienen siguiendo la corriente”, dice.
Todos caben…
Como vive en un tejabán junto a otras 10 personas de su familia, “La More” no tiene espacio para albergar a los migrantes que llegan, recoge o le mandan los vecinos del ejido; entonces, utiliza unos cuartos abandonados y unas cajas de unicel como camas.
“
Hay unos cuartitos que están abandonados, antes yo vivía en ese lugar, pero la familia de mi esposo nos echó. Cuando vienen los migrantes y si mis cuñadas no están, les digo que se acuesten sin hacer ruido porque si no, nos corren junto con ellos”, dice en medio de risas.
Además de esos cuartos, hay otro que es propiedad del ejido, pero que está en desuso. María Beatriz ya hizo brecha para llegar a las habitaciones donde duermen los migrantes y salen casi de madrugada rumbo a la casa de su protectora para desayunar y evitar ser vistos por los propietarios.
Esta familia y sus tejabanes son prácticamente un “oasis” en el semidesierto saltillense para los migrantes. No conocen de instituciones humanitarias, ni han visitado nunca la Casa del Migrante, ni reciben ayuda ni protección, pero no tienen miedo ni sienten su labor como una carga, al contrario, es la vía mediante la que han encontrado consuelo y satisfacción.
Más sobre esta sección Más en
Hace 4 horas
Hace 4 horas
Hace 4 horas
Hace 11 horas
Hace 12 horas
Hace 15 horas
Hace 17 horas
Hace 20 horas
Hace 1 dia
Hace 1 dia
Hace 1 dia
Hace 1 dia