Coahuila
Hace 1 mes
El aire se abre paso entre las sombras de febrero, invitándonos a una celebración que destila luz y calor: el Día de la Candelaria. Este nombre, derivado del latín “candelaria”, evoca la imagen de velas encendidas, símbolos de purificación y guía. Así, el 2 de febrero se convierte en una fecha para reflexionar sobre la luz que llevamos dentro y la que compartimos con los demás.
La historia de este día se remonta a tradiciones antiguas. En la antiquísima Roma, se celebraba la “lupercalia” o fiesta de las luces, un festival en honor a la fertilidad y la purificación donde se encendían antorchas por las noches, representando la búsqueda de Proserpina, Perséfone de los griegos, hija de Céres y Júpiter, de quien Plutón se enamoró y a quien raptó cuando se encontraba con unas ninfas, bañándose en el lago Pergusa.
Los antiguos celtas, por su parte, celebraban Imbolc, una festividad dedicada a Brigid, la diosa del fuego y la fertilidad. Esta celebración giraba en torno a la purificación y la llegada del primer asomo de primavera. En ella, se encendían hogueras que representaban el calor del hogar y el renacer de la vida. Al igual que la Candelaria, Imbolc marcaba un tiempo de tránsito y renovación, un recordatorio del ciclo eterno de oscuridad y luz.
Con la llegada del cristianismo, estas tradiciones se reinterpretaron. La candelaria adquirió nuevos matices cuando la Iglesia decidió suprimir las festividades paganas y conmemorar la presentación de Jesús en el templo, simbolizando la entrada de la luz divina en el mundo y la purificación de María. De esta fusión cultural nació la costumbre de encender velas, un acto que da inicio a la esperanza e invita a la espiritualidad y la comunidad.
La transformación de estas celebraciones paganas a festividades cristianas resalta la constante danza entre tradición y religión. La Candelaria nos muestra cómo las culturas pueden entrelazarse, las prácticas perdurar y adaptarse, dando lugar a un sinfín de rituales cargados de significado. Cada vela que se enciende en este día es un eco de las llamas ya olvidadas, un tributo a nuestras raíces compartidas.
La importancia del Día de la Candelaria no se limita a su pasado, sino que también nos ofrece una oportunidad de reunión y reflexión. En muchas comunidades, se comparte la “tortilla de Candelaria”, un platillo que reúne a familias y amigos. Hoy más que nunca las personas buscan reconectar con sus tradiciones, asumiendo el reto de iluminar sus vidas en una sociedad saturada por la despersonalización y el ruido.
Al celebrar este día volvamos al sentido más puro de la noche de Candelaria. Reunámonos en la calidez del hogar, encendamos velas y compartamos historias. Que cada vela encendida nos recuerde que somos portadores de luz en un mundo que a veces oscurece. La Candelaria es un llamado a iluminar nuestra vida y la de quienes nos rodean, recordándonos que incluso en la noche más oscura, siempre hay un rayo de esperanza a la espera de ser descubierto.
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