Desde que tengo uso de razón y a lo largo de 65 años como reportero, al final de cada sexenio presidencial se escribía un libro para criticar la actuación en términos generales del hombre y la familia que dejaban el poder absoluto del país y dueños de la conciencia de millones de personas que votaron por ellos. La mayoría de los más prestigiados columnistas mexicanos de mi tiempo, difícilmente o casi nunca, redactaban un artículo dedicado a señalar los errores y latrocinios del habitante de la casa presidencial de Los Pinos.
Nunca han salido bien librados los exmandatarios, desde Agustín de Iturbide, Santa Ana, Benito Juárez, Porfirio Díaz, Díaz Ordaz o José López Portillo, no se diga los panistas Vicente Fox, Felipe Calderón y el priista Enrique Peña Nieto, después de cada periodo gubernamental.
¡Pero, oiga usted!, diría el famoso locutor y cronista taurino Francisco Rubiales, “Paco Malgesto”, con el que más recientemente deja el Palacio Nacional, don Andrés Manuel López Obrador, exageraron. Más de 20 libros fueron editados durante el sexenio, no esperaron a que el hombre terminara para señalar sus yerros (equivocarse), durante el mandato presidencial por el que tanto luchó por más de 15 años, que lo impedía lo que él señalaba como la mafia en el poder.
En todos esos libros son resaltados el trauma, choque e impresiones emocionales que tal vez, producto del inconsciente del Presidente, hizo vivir un evento extremadamente aterrador o angustiante para millones de mexicanos, que ha sobrepasado nuestros mecanismos de afrontamiento para hacer frente a las situaciones que deja un mal Gobierno.
López Obrador ha sido señalado, o culpado todo, desde dictador, corrupto, tener nexos con el narcotráfico y utilizar las mismas estrategias políticas de quienes criticó por el continuismo en el poder.
Aprovechó a la parte más ignorante de México, mediante un programa denominado “bienestar”, que fue su especie de cochinito para guardar millones de votos a favor de su partido Morena, para llevar al triunfo a la primera Presidenta de nuestro país, Claudia Sheinbaum, superando las reglas del juego del PRI y el PAN de regalar cosas en especie en procura del sufragio ciudadano.
Pero la parte más severa de reprobación a su Gobierno o su persona es cuando, con pruebas, se le involucra con el crimen organizado, del que se dice recibió para su larga campaña rumbo al mando millones de pesos, a cambio de prestar protección a este sector: “Abrazos no Balazos”.
Cada gobernante federal tiene sus caprichos, pero este señor los superó a todos, suspendió las obras costosísimas de un moderno aeropuerto, dejando a una enorme deuda al país para construir uno por su cuenta, el aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, que ni el propio presidente López Obrador utiliza; la refinería Dos Bocas para hacer que México fuera autosuficiente en materia de procesar del petróleo, una construcción que se inunda y que no ha producido un solo barril del combustible de los 340 diarios prometidos, y el tren Maya, un proyecto altamente costoso económicamente y por el daño ambiental, para favorecer a sus amigos empresarios.
Lo más aterrador es la reforma al Poder Judicial de la Federación, que de entrada representa un proceso largo y tedioso para los futuros votantes. Que se llevarían cada uno cuatro horas para llenar 25 boletas, leer 4 mil 182 nombres de candidatos y escoger de ellos a 648 personas, además el costo tan elevado que superaría los 3 mil 500 millones de pesos, unos aseguran que llegaría a los 7 mil millones de pesos.
Millones de mexicanos hemos preferido cerrar los ojos ante la realidad y seguimos apoyando a un Presidente que se dice víctima de supuestos conservadores que se opusieron a su cuarta transformación, porque para él, cualquier crítico era conservador, que son los que apoyaban una forma de Gobierno en la que todos los poderes recaen en una sola persona, que controla todo el país desde un solo centro de poder; mientras que los liberales, como él, supuestamente apoyaban una forma de Gobierno en la que el poder está distribuido entre muchas partes y todas son libres de ejercer sus derechos y obligaciones, lo cual es cuestionable.
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