Coahuila
Hace 1 semana
Don Marcelino González fue socio fundador de La Saltillera, donde se procesaban 20 mil litros diarios de leche, para alimentar a poco más de 10 mil familias, hace más de 50 años. La primera planta se ubicó en la calle Secundino Siller, entre Coss y Cárdenas, donde mucho tiempo después aún subsistía un tanque de almacenamiento del lácteo con manchas negras y blancas, simulando el lomo de una vaca. El último local que ocupó fue en la esquina de la carretera a Arteaga y el periférico Echeverría, esquina que adopta el nombre de La Lechera, planta ya en desuso, que fue demolida para dar paso a la magna obra vial del gobernador Humberto Moreira Valdés, el ahora insuficiente distribuidor vial El Indio-La Lechera.
La Saltillera operó por más de 20 años, luego la adquirieron productores de Guadalajara, finalmente de Chihuahua.
Don Marcelino y don Guillermo Purcell
Tuvo la fortuna el señor González Guzmán de forjarse como empresario en la Casa Purcell, y aunque no conoció a don Guillermo, sí tuvo la oportunidad de conocer el manejo de la oficina general, invitado por el hijo mayor del empresario y sus cuatro hijas. Nada más ni nada menos, don Marcelino fue el cajero general de Casa Purcell, por más de 30 años, a insistencia de don Santiago Purcell, y aunque no conoció al empresario fundador de un gran emporio agrícola, ganadero, minero y comercial, sí a los hijos de Guillermo Purcell: Catalina, Brígida, Anita y Elena Luz.
El hombre recordaba algunas de las muchas inversiones que tenía el irlandés avecindado en Coahuila.
Sumaban más de 20 ranchos en todo el estado, principalmente algodoneros en la Comarca Lagunera y ganaderos en el norte del territorio coahuilense. Además de varias minas en Zacatecas, un ferrocarril para transportar los minerales y una hacienda entre Zaragoza y Piedras Negras, en el norte de la entidad, de 64 mil hectáreas, en donde criaba las famosas mulas de Kentucky. Unos animales de gran alzada que daba gusto verlos, mansos y fuertes. Las mulas de Kentucky se utilizaban para el tirón del arado, luego fueron desplazadas por los tractores.
Don Marcelino ingresó a Casa Purcell como subcontador, pero lamentablemente murió en un accidente automovilístico. Raúl Blázquez, que era sobrino del director general Mario Blázquez, y don Marcelino, fue llamado a atender el puesto de cajero general –por unos días–, pero fue tal la honradez demostrada y su eficiencia que permaneció en el cargo 30 años, hasta que se jubiló.
Los Purcell eran muy buenos patrones e instituyeron en su empresa, antes que todo el país, el reparto de utilidades y el aguinaldo. Invariablemente a finales de febrero se hacía el balance general e inmediatamente después repartían utilidades entre sus empleados, que nunca fallaron y no necesitaron ser obligados por ley para hacerlo. Entre el 15 y el 10 y 8 de diciembre, repartían entre sus empleados el aguinaldo.
Antes, el señor González había trabajado para la Casa Sánchez y para los abarroteros Marcial y Manuel Jiménez, que distribuían además las primeras llantas General Popo y de la Goodrich Euskadi.
La Anécdota
Los comerciantes de antaño eran muy compartidos y organizados, pues compraban carros del ferrocarril de latería u otros productos y los distribuían equitativamente entre todas las tiendas que cooperaban para la transacción.
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