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Coahuila

La invasión

Por Columnista Invitado

Hace 2 dias

POR: JORGE VOLPI

 

“La defensa del territorio mexicano que invadan las tropas de Estados Unidos es una necesidad urgente, y mi responsabilidad sería inmensa ante la nación si no mandara a repeler a las fuerzas que obran como enemigas, y lo he mandado.

Desde este día comienza la guerra defensiva, y serán defendidos esforzadamente cuantos puntos de nuestro territorio fueran invadidos o atacados”.

Con estas valerosas palabras, el 23 de abril de 1846 respondió el presidente Mariano Paredes al hostigamiento que las tropas estadunidenses llevaban a cabo en la frontera con Texas por órdenes directas de James K. Polk. En una nación más dividida que nunca -en pocos meses se sucederán cuatro gobiernos, traiciones y derrotas-, las palabras de Paredes fueron recibidas con fervor patriótico: había que plantar cara a la injusta agresión.

El resultado es de sobra conocido: con la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo, el 2 de febrero de 1848, México perdió más de la mitad de su territorio.

Desde aquella trágica época, México no había experimentado una amenaza estadunidense tan ominosa (ni siquiera durante la ocupación de Veracruz en 1914).

Igual que entonces, las razones de la guerra -que en este caso es comercial, pero que, ante las propuestas radicales de intervenir en nuestro territorio para combatir a los narcotraficantes, podría volverse militar- son tan espurias como entonces: Trump, digno sucesor de Polk, ha dibujado a los migrantes -y a México- como la causa de todos los males que aquejan a su patria.

Una maniobra que, como ha escrito Antonio Scurati en fascismo y populismo.

Mussolini, hoy, es prototípica de todos los déspotas: primero causar temor, y luego odio, hacia un enemigo imaginario.

La respuesta de Claudia Sheinbaum a la provocación de Trump de gravar con un arancel de 25% a los productos mexicanos el primer día de su Mandato ha sido, como la de Paredes, impecable: los argumentos esgrimidos en la carta que hizo pública en una mañanera son sólidos.

En efecto, las consecuencias de semejante maniobra serían negativas para Estados Unidos -y peores para México-, en tanto la criminalización de los migrantes es moralmente aberrante: la mayoría no son criminales -o prófugos de manicomios- sino parte esencial de su economía.

Por desgracia, igual que Polk, Trump no está dispuesto a escuchar razones, y menos de una Presidenta de izquierdas.

Durante la conversación telefónica que sostuvieron -y que ambos la calificaron de excelente-, el desencuentro no hizo sino volverse más obvio: Sheinbaum quiso afirmar que Trump dio crédito a sus planteamientos, mientras este aseguró que, a partir de este mismo día, la Presidenta mexicana accedió a cerrar la frontera. En una nueva aclaración, ella debió insistir en que jamás se comprometió a ello -una tarea por otro lado imposible- sino a dialogar, etcétera.

Hacia adentro, la postura de Sheinbaum ha sido necesaria: frente a la aquiescencia con la cual López Obrador trató siempre a Trump, la firmeza -o el enojo, según el Washington Post- de nuestra Presidenta es un cambio que asienta su imagen y convoca a cierta unidad nacional.

El problema es que, detrás de la confrontación retórica, las acciones de ambos resultan igual de preocupantes. Sheinbaum ha abandonado la moderación y prefiere, como su antecesor, alimentar las divisiones internas; ha destruido el sistema de justicia y eliminado los órganos autónomos: justo aquello que más preocupa a los inversores estadunidenses, nuestros mayores aliados contra Trump.

Este, por su parte, ha querido mostrarse un tanto cordial al tiempo que sus esbirros -el equipo de fanáticos que ha colocado al frente de la frontera- se preparan ya para expulsar masivamente a migrantes o a tomar medidas extremas contra el narcotráfico.

Una vez que los datos muestren que México no es capaz de cerrar la frontera, se iniciará la auténtica guerra y, a diferencia de lo ocurrido el siglo pasado, tenemos que estar preparados para enfrentarla, no sólo retóricamente, y para asegurar el destino de sus primeras víctimas: esos miles de expulsados que muy pronto llegarán a nuestro lado.

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