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Paola A. Praga
Publicado el jueves, 22 de octubre del 2009 a las 14:00
Saltillo, Coah.- Lo llaman Chakoka y la gente del pueblo le atribuye un poder espiritual. Es el jefe de la tribu kikapú tradicional: es un hombre que tiene autoridad religiosa y civil. Los indios lo eligen por su conducta honorable y su experiencia.
Chakoka Aniko casa, bautiza, entierra, soluciona las dificultades, dirige las ceremonias, enseña y es el representante de los kikapúes ante el mundo. Sentado en la entrada de “la casa de los amigos”, como llaman a las casas de concreto, platica celosamente sobre la forma de vida de este pueblo indígena que llegó hace 200 años a Coahuila.
Su cabello negro, a la altura del hombro, sobresale del sombrero café que lleva puesto. Fuma sin parar y determinante dice que sus ritos son secretos, que sólo los indios kikapú conocen el significado de las ceremonias, que son exclusivas, privilegiadas a los indios, ser el guardián de estos secretos es lo que hace que Chakoka se mantenga al frente de su tribu.
De cuerpo menudo y tez morena, vestido con pantalón Levi’s y camisa Wrangler de mezclilla azul, espanta sin la menor preocupación las decenas de moscas que se paran en su rostro y manos. El líder espiritual escatima sus palabras sobre la vida de la única tribu indígena que sobrevive en Coahuila.
Integrante de una familia a la que le atañe dirigir el destino espiritual de la tribu, Chakoka Aniko afirma que la tribu kikapú “es una tierra de paz que no quiere problemas con nadie. Somos muy tradicionales, tenemos nuestra religión y leyes como las suyas, pero nos fue heredada y debemos conservarla”.
EL NACIMIENTO
Es mediodía, y en el ejido El Nacimiento, territorio de 7 mil hectáreas ubicado a unos 37 kilómetros de Múzquiz, el calor penetra malévolo entre las chozas de tule y el concreto despintado de unas 12 casas construidas en la nación kikapú.
La tribu kikapú tiene sus raíces en el pueblo algonkino, ya desaparecido, originario de Asia, pero con el paso de los años ingresó a Alaska y pasando por Canadá se internó en Estados Unidos hasta establecerse en Oklahoma.
Dejaron la ciudad para ir a Texas, cuando aún pertenecía a México, huyendo de la raza anglosajona de los Estados Unidos; sin embargo, cuando el estado texano fue regalado por Antonio López de Santa Anna, los kikapú lograron permanecer en territorio mexicano.
Desde entonces la tribu goza de derechos mexicanos y estadounidenses, ya que también tienen asentamientos en Oklahoma y Texas, por lo que pueden recorrer libremente ambos territorios sin necesidad de pasaporte o visa, aunque sí cuentan con credencial de elector mexicana.
“Somos de aquí y de allá, pero ésta es nuestra tierra. Pedimos permiso para estar aquí en El Nacimiento, la tierra se nos dio porque luchamos nosotros con otros, éste es nuestro espacio, aquí vamos y venimos”, dice Chakoka.
La aldea luce desierta y tranquila. Por más que los ojos busquen, por ningún lado se ve a los kikapú vestidos con penacho, pantalón y chaleco de gamuza. Pero el escenario sí permite identificar cómo la tribu ha ido adoptando distintas formas de vida: las viviendas construidas con base en cemento, con aire acondicionado, electricidad y drenaje contrastan con las pequeñas chozas de techo redondo que se ubican a un costado.
El líder espiritual explica que el pueblo construye dos tipos de chozas. Una para el verano y otra para el invierno. Entre cuatro o cinco hombres tardan dos días en levantarlas. El material no varía mucho, la base es el tule y en manos del clima queda la decisión de forrarlas por dentro con hule y piel de venado.
La tierra de El Nacimiento es fértil. En los terrenos de labor se siembra sorgo, avena y frijol, y es Chakoka quien se encarga de vigilar que el cultivo sea próspero para la venta. “Tengo siete trabajadores que ayudan aquí, con las vacas y en la labor”.
Prácticamente los kikapú son ganaderos, campesinos, cazadores y empleados a la vez. En México, su fuente de ingreso es la agricultura y el ganado. En territorio coahuilense, Chakoka dice que los indios trabajan en el campo y en la artesanía.
Para el jefe de la tribu el trabajo es la base de la vida. “El hombre no sólo puede tener un trabajo, tiene que buscar otro cuando termine y otro cuando termine, no puede sólo esperar un sueldo, contar con un sólo dinero, el hombre y la mujer tiene que vender algo después de su trabajo”, afirma Aniko.
Y así es como los kikapú están acostumbrados, el libre tránsito les permite desarrollar al menos un par de actividades. En México una labor modesta en el campo, que los obliga a buscar en Estados Unidos una actividad que dé frutos económicos: el casino.
LOS JUEGOS DE AZAR
La instalación de casinos está prohibida en numerosos estados del territorio estadounidense, incluyendo Texas, (entidad donde se encuentra una reserva kikapú), únicamente se pueden establecer en reservaciones indígenas, es por ello que los kikapú poseen territorio federal que les concede tener casinos.
En la búsqueda de obtener un ingreso seguro que les permita hacer uso de sus derechos como tribu india americana, los kikapú lograron establecer un acuerdo con una compañía americana para la instalación de un casino en Eagle Pass.
“Casi todos trabajan allá, son tres turnos, hay un sueldo fijo, pero convienen las propinas; mi hija trabaja allá y muchos más. El casino es uno de los trabajos del kikapú, si un cliente gana le da una buena parte al que lo ayudó, son mas buenas las propinas”, asegura Chakoka.
El casino kikapú posee desde 2005 una página de Internet que ofrece información a los amantes de los juegos de azar: www.kickapooluckyeaglecasino.com , donde se describe a detalle la ubicación, así como los servicios que ofrece a los visitantes.
Lucky Eagle está abierto de domingo a jueves desde el mediodía hasta las 5:00 de la mañana, y viernes y sábado hasta las 18:00 horas, una hora más. Durante estos turnos, al menos una decena de indios kikapú atiende a los que gustan de los juegos de azar, ganando significativas propinas.
Chakoka explica que el sueldo con el que cuentan es algo modesto, pero las propinas son todo lo contrario. Los empleados reciben en cada turno un promedio de 100 dólares al día, pues si la suerte favorece al jugador y consigue un gran premio, un alto porcentaje es regalado al kikapú.
Los kikapú que no trabajan ni en el casino ni en actividades del campo, recurren en ocasiones al trabajo jornalero en los Estados Unidos, en las temporadas que se requiere levantar la cosecha, sin embargo son empleos temporales que llevan un ingreso seguro a sus bolsillos. En pocas palabras, gozan de una situación económica estable, a comparación de otras etnias mexicanas.
Costales de semilla de avena y de trigo, becerros y vacas alimentados en El Nacimiento han permitido a Chakoka y su familia –hijos, nietos y bisnietos– crear patrimonio y gozar de cierto nivel de vida en ambos territorios: el mexicano y el estadounidense.
LA TRIBU
La tribu kikapú a la fecha suma 5 mil integrantes. Dispersos entre Coahuila e Eagle Pass, los kikapú procuran interactuar con mexicanos y americanos. Con todo y los avances tecnológicos, la transculturización y la globalización, mantienen sus costumbres.
Si bien el pueblo depende de la ayuda de los gobiernos estatal y federal para infraestructura, en cuestiones como carreteras, drenaje o electrificación, el pueblo siempre ha decidido sobre su formación escolar, espiritual, cultural y sus leyes.
El Nacimiento es el lugar en el que la tribu se reúne para llevar a cabo las prácticas de su religión. En su territorio sagrado son protegidos por ellos mismos y por los habitantes de Múzquiz, que los cobijan como un tesoro ancestral.
“Todos conocen a los kikapú, saben que aquí vivimos, que aquí estamos y que también nos vamos; saben que somos una tribu, pero no todos conocen nuestras ceremonias, si no es kikapú no puede saber más”, asevera Chakoka.
De los 5 mil indios con vida nómada, el 60% son mujeres y el 40% varones. Sin importar su género, el jefe de la tribu asegura que no han sido víctimas de la discriminación. Por el contrario, la figura del indio kikapú ha llegado a ser una imagen de un pasado ancestral, admirada por su permanencia en el paso del tiempo.
Y no es para menos, la celosa actitud de defender sus actos místicos y ceremoniales les ha permitido mantener a salvo la lengua, religión y cultura kikapú. Los indios, como les gusta ser llamados, son bilingües desde pequeños, el ir y venir de El Nacimiento a Eagle Pass y viceversa les permite aprender español e inglés como lenguas maternas.
Pero es el kikapú el lenguaje que les distingue. En su alfabeto no existe la “r” y la pronunciación de las palabras no tiene nada que ver con la forma en que se escriben, pero a ellos no les importa, están orgullosos de su identidad y el lugar que ocupan en la tierra; más que humanos, se definen como indios, los únicos en Coahuila: los kikapú.
Chakoka Anico
» Estado civil: Sin esposa
» Edad: 78 años
» Pasatiempo: fumar
» Ha representado a la tribu kikapú frente al gobierno de Eliseo Mendoza Berrueto, Rogelio Montemayor, Enrique Martínez y Humberto Moreira. Al actual ejecutivo estatal lo define como “buena onda y amigable”.
» Le gusta coleccionar objetos antiguos: en su casa posee un auto Ford, color azul rey, modelo 54. En su casa guarda un viejo rifle inglés, regalo de un amigo; la sala de la “casa de los amigos” posee decenas de fotografías de sus antepasados.
» Tiene dos celulares, uno perteneciente a la compañía Telcel y otro americano, para usarlo durante su estancia en Eagle Pass.
» Su familia es dueña de una gasolinera ubicada en la entrada al municipio de Múzquiz.
» Su caballo “Espejito” ha participado en diversas carreras, en la mayoría ha salido victorioso.
» El jefe de la tribu mantiene estrechas relaciones políticas con diputados de la Legislatura local actual.
» A pesar de sus raíces indias, a Chakoka le gustan la tecnología y los autos.
La tribu y drogadicción
Elisabeth A. Mager Hois en su libro, “Lucha y Resistencia de la tribu Kikapú”, publicado en el 2004, hace referencia al consumo de alcohol y de droga en la reserva de El Nacimiento y de Eagle Pass, señala que para 1997 el número de kikapúes que se definían como tomador ocasional iba en aumento.
Asimismo, señala textualmente que “Muchos de los que toman a la vez son drogadictos. Pues, la drogadicción es la enfermedad de nuestro siglo (…) el deseo de tener visiones y ensueños es una de las más favorecidas finalidades del consumo de drogas, lo cual tiene su origen en las experiencias religiosas de la tribu”.
Al ser cuestionado el líder Chakoka Anico sobre esta situación no se obtuvo respuesta. Sin embargo, la autora describe que los kikapú adictos buscan estas visiones a través del uso de “la pintura”, un spray para pintar muebles que es más barato que otras drogas. La inhalación les lleva a un efecto “high” por una hora.
Mager Hois asegura en su libro que los kikapú, cuando disponen de suficiente dinero, toman alcohol e inhalan a la vez pintura, pero también recurren al resistol. La mariguana y otras drogas, como la cocaína, son menos frecuentes porque son consideradas drogas para ricos.
En este contexto, la autora asegura que en la actualidad en la tribu ya no se toma la droga como medio para llegar al encuentro con los dioses o para conseguir la salud perdida, sino como salida de sus problemas personales y sociales.
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