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Coahuila

La frontera invisible de Coahuila

Por Luis Carlos Plata

Hace 1 mes

A nadie importa lo que suceda en Ciudad Acuña, la frontera invisible de Coahuila. El olvido es tan grande que ni para el huachicol fiscal se usa su aduana, ni su infraestructura municipal para confinar deportados de Estados Unidos, ni su extensión territorial y privilegiada geografía como basurero tóxico (para eso está Piedras Negras, como ha sido publicado aquí en anteriores ocasiones).

Para dimensionar el desarraigo: los eternos candidatos del régimen estatal a ocupar su Presidencia Municipal, es decir, a ser autoridad, viven en Saltillo, a 500 kilómetros de distancia. Ha sido el caso de Francisco Saracho y Georgina Cano (él, secretario del Ayuntamiento, y ella notaria pública, también en la capital; el esposo de esta última, Alfonso González Vélez, es secretario técnico en la misma Alcaldía de Saltillo).

Otros acuñenses, desde la iniciativa privada, prefieren organizar rodeos en Saltillo, antes que poner un pie en el otrora territorio de la “amistad”.

Quien tiene la oportunidad para escapar de allá, pone tierra de por medio. Incluso para muchos de quienes ahí trabajan la dinámica es la misma: dormir en Del Río, cruzar a México por la mañana, regresarse a Texas por la tarde-noche, a diferencia del nigropetense que labora o estudia en Eagle Pass aunque permanentemente resida en Piedras Negras.

El crecimiento de Ciudad Acuña en los últimos años no se compara, por ejemplo, con Ramos Arizpe, quien casi le iguala en población debido al crecimiento de las últimas dos décadas y, debido a la migración, se proyecta como el quinto Municipio en mayor número de habitantes a corto plazo, desplazándole.

Un dato para contextualizar: Ciudad Acuña ocupó el primer lugar estatal en abstencionismo (menor participación ciudadana) en la elección de Ayuntamientos de 2024. Ahí sólo votó el 55% de la lista nominal.

Allá el único que ha sacado jugo a las piedras -todo mundo lo sabe- es Evaristo Lenin Pérez Rivera. Inclusive aumentando el legado de su padre, Evaristo Pérez Arreola, uno de los pocos visionarios que, desde la Ciudad de México, descubrieron una oportunidad de negocio en aquellos lares.

Si nadie reclama, la UDC, su partido, gana. Y aunque pierda por lo general también gana. Así ha sido durante los últimos 30 años. Nada en contra de lo anterior, pues tiene mérito mantener un partido político local en un país donde las reglas del juego les condenan a su extinción en el primer proceso electoral que participen. En ese sentido Ciudad Acuña es su granero. Ni el Morena más reivindicativo y frontal, azuzando el resentimiento y de paupérrimo nivel político pero “en la plenitud del pinche poder” (Fidel Herrera, dixit), ha mermado su base social. Incluso cuando los guindas formaron parte del Gobierno de coalición, en alianza con los naranjas, ni siquiera gobernaron. Fueron, en todo caso, convidados de piedra.

Ciudad Acuña, el Municipio que fue bautizado con el nombre no de un personaje local, sino de un originario de Saltillo (Manuel Acuña, el atormentado poeta y suicida por excelencia) circunstancia que pone de relieve su irrelevancia en el concierto estatal, es el Municipio 38 de 38 en Coahuila, aunque técnicamente no lo sea en ningún rubro y ni siquiera por orden alfabético. Lo es en desatención y desapego. Nunca es noticia.

Esta semana, sin embargo, dos adolescentes residentes del Municipio se suicidaron con idéntico modus operandi: con un disparo en la cabeza, producido por una pistola perteneciente a la familia. El primero, de 13 años de edad, el pasado lunes por la noche, y el segundo de 14 años, el miércoles de la misma semana. Ambos varones. En las colonias Granjas del Valle y 28 de junio, relativamente cercanas una de otra. Coincidentemente por no tolerar la frustración que les produjo una reprimenda, aunque eso es la superficie del asunto pues el problema es más profundo y acaso imposible de atender y contener, como plantea el libro “La generación ansiosa: por qué las redes sociales están causando una epidemia de enfermedades mentales entre nuestros jóvenes”, de Jonathan Haidt (Planeta, 2024).

A nadie interesa lo que ahí ocurra.

Cortita y al pie

Si bien en la Región Norte del estado impacta el tráfico de armas de fuego y municiones hacia México, con menor prevalencia en otras latitudes, no es el único factor a considerar. Tampoco se trata de casos aislados. Hace dos años, en la otra frontera de Coahuila, Piedras Negras, un niño de 11 años se suicidó después de que sus padres le prohibieron escuchar la música de Peso Pluma.

En la obra clásica de Durkheim, “El Suicidio” (1897), éste lo concibe como un fenómeno sociológico, resultado de la falta de integración del individuo a la sociedad. Por su parte, José Emilio Pacheco, en “Desde entonces” (1978), ha dicho que “más que en nuestro íntimo sufrimiento, en estas maniobras se revela el horror de estar vivo. Tan culpables nos sentimos que nadie quiere cargar con la culpa”.

La última y nos vamos

Quizá por no conocer Ciudad Acuña, antiguamente Las Vacas, José Alfredo Jiménez llegó a la conclusión de que la vida en León, Guanajuato, “no vale nada”.

De haber sabido su existencia, probablemente cambiaría de parecer.

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