En 1887, se abrió a la explotación las minas de carbón de El Hondo, a orillas del Río Sabinas, a 22 kilómetros de la entonces Estación Sabinas, entonces Municipio de Juárez. La Coahuila Coal Company, que funcionó hasta 1908, estaba encargada de la explotación, empresa con capital norteamericano en su totalidad, su producción estaba destinada para surtir a las locomotoras de los ferrocarriles, a la del Ferrocarril Internacional Mexicano de Colis Potter Huntington y al Southern Pacific Railroad, de Eagle Pass, Texas, y como combustible de las máquinas de vapor que se utilizaba en las incipientes industrias de México. Las minas de carbón se explotaban abriendo tiros en el mismo terreno y para su identificación se numeraban.
En 1902 estaba en explotación el tiro número 6, mina que sufrió una catástrofe que tuvo repercusiones a nivel mundial. La seguridad de las minas era muy endeble y su ventilación deficiente, no había puentes de aire y se utilizaban puertas, estas consistían en abrir y cerrar una puerta que se instalaba en la bocamina, esta puerta era de madera y lona que impedía que penetrara el aire a los cañones secundarios. El portero abría y cerraba estas puertas cada vez que entraba o salía un viaje de cada carro o también vacíos del cañón general a los cañones secundarios. La mina número 6 no tenía los suficientes abanicos para inyectar aire, acumulándose en su caso gas grisú, que es un detonante muy fuerte cuando se acumula en los cañones de la mina.
El 7 de enero de 1902 sucedió la gran catástrofe. Una violenta explosión tuvo efecto en el segundo turno, provocando la muerte de la totalidad de los 125 mineros que laboraban en ese horario. La población entera participó en las tareas de salvamento, pues siempre existió la esperanza de encontrar sobrevivientes. Los esfuerzos fueron vanos, pues solo se rescataron cadáveres despedazados por la explosión y los derrumbes. Un mes después, el entonces presidente de la república, Gral. Porfirio Díaz visitó el mineral y con todo su aparato oficial procedió a condecorar a los mineros que participaron en el rescate, entre ellos a Eutiquio Canales, abuelo del historiador Álvaro Canales Santos, quien rescató esta historia. Después de inspeccionar la mina y premiar a los trabajadores, uno de ellos se dirigió al dictador, explicándole las malas condiciones en que se laboraba y le suplicó su valiosa intervención para remediar esta situación. El residente Díaz ofreció dictar algunas medidas, pero las cosas siguieron igual. En aquella época no se pagaban indemnizaciones, no existía ningún tipo de seguro, ni de atención médica y los mineros siguieron laborando en su condición de sumisión con turnos interminables de 12 horas diarias. Después de enterarnos como fue la explosión de Hondo, de analizar la situación y compararla con la ocurrida en Pasta de Conchos, ubicada muy cerca de lo que fue Mina de Hondo de la cual aún existen vestigios, cualquier parecido, no es coincidencia. (Tomado de la columna periodística “Las Cosas de Coahuila”, de Álvaro Canales Santos).
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