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Coahuila

La ciudad vista por tres saltillenses en la primera mitad del siglo pasado… y una tragedia

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 4 semanas

Roberto Chávez de León nació en el famoso barrial, al oriente de la ciudad; famoso contador público de nuestro tiempo, quien radicó desde muy joven en Reynosa, Tamaulipas, pero con muy profundas raíces en Saltillo.

En la década de los años 30, el barrio lo comprendían las calles Múzquiz, Gobernador (ahora Armillita) y la calle La Llave. Unas cuadras al norte pasaban los trenes del patio de la antigua estación de Coss. En despoblado se localizaba un enorme tinaco para almacenar el agua.

En 1938 inició sus estudios de primaria, inicialmente en la escuela Ramos Arizpe, de la calle Manuel Pérez Treviño (antes Carranza). Luego, continuó en el segundo año en una escuela ya desaparecida de la calle de Xicoténcatl, entre Presidente Cárdenas y Corona, y ya en el tercer año seccionaron las escuelas y, como su familia se había cambiado a la calle Lerdo de Tejada, entre Obregón y Xicoténcatl, le tocó la Escuela Anexa a la Normal. Contó con la enseñanza de maestros muy queridos en el periodo 1938-1942. Entre otros, a Rogelia de León, Roberto Sánchez, la maestra y poetiza Minerva Alicia Gil y a Juan Perales. Algunos de sus compañeros fueron Mario Nakasima Moreno, Humberto Criollos Flores, Roberto e Ildefonso Blanco, Sergio Torres y muchos más, que luego coincidieron en la escuela comercial Victoriano Cepeda, en la calle Zaragoza, entre Aldama y Manuel Pérez Treviño.

Por esa época, ingresó al Departamento de Tránsito un singular personaje, Manuel Corpus —“Corpitos”—, para sus compañeros, por su corta estatura, pero grande corazón. Por más de 55 años se mantuvo en la corporación, hasta que el Señor le mandó a llamar para dirigir con su silbato el tráfico en la bóveda celestial.

 

Derrumbe de la Torre de San Juan Nepomuceno

Unos creen que un rayo, otros que un temblor, y algunos que sucedió como una especie de llamado de Dios.

Un gran estruendo provocó que se desplomara la primera cúpula de la iglesia de San Juan Nepomuceno, en la esquina de Hidalgo y Escobedo.

Testigo del incidente el 18 de marzo de 1944 fue don Librado Núñez Flores, albañil de profesión, quien escribió unos versos relatando lo que vio: “El viento con furia corre. En el templo sonó la campanada, la tormenta pega en la torre, La derriba y no queda nada. Llora el viento después de aquella furia. El polvo se levanta denso. El templo sufre su desventura. Y sobre él, sólo blondas de tierra e incienso”.

Núñez Flores nació en el famoso barrio del Topo Chico, antes colonia Leona Vicario. Fue uno de los muchos saltillenses que participaron en la construcción del Ateneo Fuente, en el año de 1933, en reconstrucción tras haberse quemado el ala sur del Palacio de Gobierno. Así como en las construcciones del internado Guadalupe Camporredondo, el Hospital Universitario, la escuela Miguel López y el edificio del Sindicato Ferrocarrilero y colaboró en la reconstrucción de la torre de San Juan Nepomuceno.

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