Situada a 130 metros sobre el nivel del mar, en el archipiélago de Svalbard, Noruega, se encuentra “La bóveda del fin del mundo”, y ahí, en ese edificio apocalíptico, se encuentra depositado el recurso más valioso para la humanidad, la alimentación del futuro.

Este depósito de semillas, calificado como el lugar más seguro sobre la tierra, alberga alrededor de 6 mil especies y más de mil géneros de simientes, con más de 140 mil muestras diferentes de trigo, 150 mil tipos de cebada y 20 mil especies de papas, frijol, sorgo y otros cultivos de todos los países del mundo.

Este banco de semillas, además de atesorar la diversidad genética de los cultivos, en el lugar que garantiza soportar todo tipo de desastres naturales y amenazas provocadas por el hombre, se convierte en baluarte contra la pérdida de alimentos, ya que atesora también la lucha por la sostenibilidad de un recurso vital para la humanidad.

Un estudio elaborado por el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial, el Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Instituto de Recursos Mundiales, prevé que para el año 2050 en el mundo deberá de producirse más de 70% de víveres para alimentar a una población de 9 mil 600 millones de personas que habitarán el planeta.

El estudio también propone mejorar la manera en que la población produce y consume la comida. Por ello, a través de su Agenda de Desarrollo Sostenible y el Programa Hambre Cero, traza un camino hacia la erradicación de esta crisis alimentaria. Se propone, entre otros objetivos, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita en el ámbito del comercio minorista y en los hogares.

Y así, en el eco de un mundo que clama por justicia alimentaria, surge el 29 de Septiembre, Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, donde la pérdida y el desperdicio de alimentos no son sólo cifras frías, son historias de cultivos marchitos, de manos que han trabajado y ven sus esfuerzos diluirse en el aire mientras millones de seres humanos padecen hambre.

Según la ONU, se estima que un tercio de los alimentos que se producen para el consumo humano se pierde o se desperdicia, lo que no sólo es un escándalo moral, sino también un golpe devastador a nuestras necesidades básicas.

Por ello, este hito celebrado el 29 de septiembre, no es meramente un acto simbólico, sino un llamado urgente a la humanidad a reexaminar su relación con el alimento, ese regalo de la tierra, que a menudo se desdibuja en el olvido y el derroche.

Reflexionemos sobre nuestros hábitos, sobre la forma en que compramos, cocinamos y compartimos los alimentos. Cada vez que elegimos planificar nuestras compras, cada vez que cocinamos, estamos tejiendo un cambio. Cuidar nuestros recursos alimentarios es un acto de amor hacia la tierra y hacia quienes, en su lucha diaria, aún ven el vacío en sus platos.

Así, al conmemorar el Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, propongámonos comprar productos locales, comprar sólo lo que necesitemos, gestionar los alimentos en el refrigerador o en el congelador, cocinar de manera sostenible y ¿por qué no?, plantar nuestra propia huerta en casa.

Recordemos con estas acciones, cada grano cuenta, cada especie y cada fruto que cuidemos, nos acercará más a un futuro en donde el hambre sea sólo un recuerdo y la abundancia sea una realidad compartida.