Coahuila
Por Rosalío González
Publicado el sábado, 10 de abril del 2021 a las 14:00
Saltillo.- Conocido como “El Ejido de las Brujas”, La Biznaga es un pueblo al que a más de uno le da miedo entrar por la centenaria leyenda de que las señoras vuelan y entierran y desentierran hechizos en el panteón de La Luz.
La historia comenzó cuando algunas abuelas fueron vistas en parvada sobrevolando el pequeño poblado lleno de cactáceas espinosas, habitado por puras familias que se conocen entre sí y donde todavía sobreviven segundas generaciones de brujas que curan de espanto.
Una heredera del aquelarre es Martha Molina, nieta de la bruja Natividad, quien junto a Marisa, Lupe Cortés y María Reyes protagonizan la leyenda. Todas están muertas, pero algunos dicen que “batallaron para descansar”.
“ Puras mañas hacían las señoras de antes. Mi abuelita Natividad nos tenía bien maneadas a mis hermanas y a mí, siempre vivíamos con las rudas en el estómago porque nunca nos dejó en paz”, comenta Martha.
La bruja o chamana, como la conocen algunos comerciantes del lugar, vive en una casa cerca de la iglesia católica y tiene una habitación de block y cemento que unas clientas le mandaron construir para poner su altar a la muerte.
“ Desde el vientre de mi madre lloré y cuando vine al mundo era una gatita flaca, no tenía cara, era una muñeca y mi abuelita le dijo a Micaela, mi mamá, que me tirara por lazarilla y fea”, narra la curandera.
A un kilómetro de La Biznaga, ejido ubicado camino a San Antonio de las Alazanas, en el municipio de Arteaga, se encuentra el panteón de La Luz donde terminan muchas de las peticiones que los clientes le hacen a las brujas del lugar.
“ Algunos tienen miedo a entrar a La Biznaga, a veces en Arteaga les digo ‘yo vivo en La Biznaga, donde vuelan las pinches brujas’, y les da mucho miedo, pero luego se vienen a curar”, comenta la entrevistada.
Es común que hasta el pueblo lleguen personas de Sinaloa, Querétaro, Nuevo León y gran parte de las colonias de Saltillo, buscando sobre todo sanarse de complicadas enfermedades, o si no, buscando amargas venganzas.
Las calles llenas de tierra suelta arrastrada por las polvaredas, el sol que corroe las pieles, los perros echados en el piso con la lengua de fuera por la sed y los abuelos descansando en mecedoras a las puertas de sus casas de adobe parecen un escenario de los cuentos de El Llano en Llamas o la novela de Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
Pelean a clientes
En este contexto, las brujas se pelean los clientes y los métodos para sanar o atraer al ser amado, por eso es que mientras unas entierran fotografías y ropa interior en el cementerio, otras los desentierran, pues unas dicen ser negras y otras blancas, como si de equipos de futbol se tratara.
Las batallas en el pueblo han dañado la salud de las personas, algunos dicen haber quedado temporalmente ciegos, otros impotentes, mujeres jóvenes se quejan de no poder embarazarse, otros no encuentran el amor.
“ Hubo un tiempo en el que no veía nada y estaba seca como una calavera, y le dije ‘mira, estoy en tus manos y si me curas le sigo y si no hazte a un lado’, y desde entonces cuando va a pasar algo entra y me avisa para que no me duerma”, dice Martha.
Entre las enseñanzas de las primeras brujas, sus herederas dicen que todavía sobrevive el más grande de sus poderes, que es el de convertirse en un pájaro negro y volar arriba de los vivos y muertos.
“ Yo sí vuelo, para qué digo que no, por eso sano a la gente. Vuelo, entro por las rendijas y luego me dicen ‘¿por dónde entra Martha?’. Yo entro por donde no se dan cuenta, a veces están haciendo el amor y los veo de todo a todo”, dice la bruja.
Algunos son escépticos de las leyendas del pueblo y otros en verdad evitan entrar en él o preguntar por las brujas y ser vistos con malos ojos, pero lo cierto es que esta historia centenaria ha creado un ambiente místico a mitad del semidesierto coahuilense.
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