Arte
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Agencia Reforma
Publicado el viernes, 4 de abril del 2025 a las 04:24
Ciudad de México.- Siendo un veinteañero, Julio Galán confiaba en que vivir del arte le impondría disciplina y responsabilidad, pero su madre se oponía a la idea augurándole que “se alimentaría de humo soñando con la musa”.
“Quería ir a Nueva York para estar en contacto con los artistas del mundo que ahí se conjuntaban. Mis papás me amenazaron con no darme un quinto, pero a mí no me importó. Le dije a mi mamá que yo era tan rebelde como ella, y que nada me detendría; creyó que en un mes iba a estar de regreso”, contó a REFORMA en 2001 el artista originario de Múzquiz, Coahuila, fallecido en Zacatecas en 2006.
“Junté mis ahorros, 2 mil dólares; empaqué: un perfume, unos zapatos bien padres, un crucifijo y algo de ropa, y llegué a un departamento en la Calle 14. A los cuatro meses, mi mamá llamó desesperada a preguntarme que de qué estaba yo viviendo. Respondí: ‘De pintar'”.
Galán (1959-2006), considerado un enfant terrible del arte mexicano, siempre estrafalario e impredecible, está ahora de vuelta en la Gran Manzana con una exposición desplegada desde el 7 de marzo en la sede neoyorquina de Kurimanzutto y en la galería local Luhring Augustine.
Mientras que para algunos esto puede resultar todo un descubrimiento en dicha ciudad, para otros es más bien un reencuentro con un viejo conocido.
“Lo que ha sido increíble es, primero, que está llegando una cantidad de gente que lo conocían de la época. Julio llegó en el 85 a Nueva York, y estuvo cerca de 15, 16 años años aquí, muy metido en la escena de Downtown, en la escena de Soho, de las galerías”, cuenta en entrevista José Kuri, cofundador de la galería mexicana Kurimanzutto.
“Y luego, (viene) mucha gente que solamente como que había escuchado de él o lo había visto en en libros, porque realmente no había habido una exposición de Julio en Nueva York en los últimos 30 años”, remarca, celebrando la gran respuesta que ha tenido la exhibición; “estamos teniendo más de mil personas a la semana visitándola”.
Sin más título que el nombre del pintor coahuilense, la muestra hace un repaso de los primeros años de la práctica pictórica de Galán; “quisimos hacer una revisión de Julio, de sus primeras pinturas y sus primeras exposiciones en Nueva York, para dejar espacio para que después venga otra (exposición) sobre una época posterior”, detalla Kuri.
Son alrededor de 40 las obras expuestas, incluida una de 1982, de cuando comenzó a pintar en Monterrey, a donde llegó a vivir de niño y donde estudió Arquitectura, y también el primer cuadro que hizo en Nueva York, epicentro artístico donde no sólo fraguó amistad con Andy Warhol, sino que eventualmente la galerista italiana Annina Nosei se interesó en su trabajo.
“Mi vida cambió cuando en 1988 la conocí, ella había descubierto a (Jean-Michel) Basquiat y a (Julian) Schnabel. Era coda y difícil, pero colocó mis cuadros en colecciones y museos importantes. Sin tener yo ningún nombre, los cuadros se vendieron por sí solos en 8 mil dólares cada uno. A partir de ello, vinieron muchas exposiciones, incluyendo la del Georges Pompidou (Magiciens de la terre, 1989)”, narró el propio Galán.
“Tenemos dos pinturas que estuvieron en esa exposición paradigmática”, destaca Kuri.
El galerista mexicano reconoce el aporte que les significó la muestra Un conejo partido a la mitad, que albergó en 2022 el Museo Tamayo con curaduría de quien entonces era su directora, Magalí Arriola.
“Ya teníamos la idea de hacerla desde antes. De hecho, la pospusimos porque venía la del Tamayo. Y Magalí hizo una gran labor. Entonces, también ahí nos ayudó muchísimo a nuestra investigación propia. …sa fue una gran base para nosotros, tenemos mucha obra de ahí, y mucha obra que también conseguimos nosotros de manera directa”, apunta el galerista.
“Las piezas vienen de colecciones privadas, muchísimas de Monterrey, y también de las dos hermanas de Julio, que se portaron de maravilla. Ellas tienen dos de las piezas fundamentales sin las que no podrías entender a Julio: la pintura de la cama que se llama Roma, del 90, y una que se llama Retrato de Luisa. Fue una fortuna contar con esas pinturas que estructuran la exposición”, agrega.
De una fuerte cualidad alegórica, y nutrida por una compleja variedad de signos, la obra de Galán entrelaza referencias a su infancia y su identidad sexual con alusiones al catolicismo, al barroco mexicano, a las culturas precolombinas, a los retablos y al folclor. Una producción que escapa a las etiquetas, y que al día de hoy permanece muy vigente.
“Muchos de los temas que Julio tocó en su momento están volviendo a evaluarse, volviendo a investigarse, o sea, políticas de identidad, de representación, arte queer. Todo eso está muy en la conversación de ahora, y fueron temas que Julio tocó hace 30 años. Estuvo adelantado a su época, por eso este es el momento de revisar su obra”, subraya Kuri.
“A él lo quisieron encajonar mucho dentro de eso que le llamaron el neomexicanismo, que era una visión muy angosta de lo que hacía”, prosigue: “Es mucho más que eso”.
El regreso expositivo de Julio Galán a Nueva York, cuya segunda parte todavía está preparándose y se espera que pueda estar lista hacia el primer tercio del próximo año, continuará hasta el 19 de abril en las galerías ubicadas en el barrio de Chelsea (531 W 24th St. y 516 W 20th St.).
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