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Coahuila

Juan ‘Quieto’ Siller, El Vikingo que llegó del norte

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 1 mes

Vamos a recordar a un inolvidable amigo: Juan “Quieto” Siller. Polifacético individuo que cubrió toda una brillante época del Saltillo, que nos tocó vivir. De melena alborotada, al estilo de los antiguos bardos, pero de un color rubio platinado, su pelo ya pintaba canas y para disfrazarlas utilizaba colorante. De tez blanca y de estructura tirándole a lo obeso, “El Quieto” Siller, fue uno de los personajes característicos de la ciudad, por más de cincuenta años.

Tuvo sus días de gloria en Aguascalientes y en Saltillo, principalmente. Una de las muchas oportunidades que anhelan los cronistas del beisbol, la tuvo “El Quieto” Siller, al narrar el famoso juego perfecto, lanzado por Horacio “El Ejote” Peña, del equipo Rieleros de Aguascalientes, ante los Diablos, el 12 de julio de 1978. Prematuramente, Juan “Quieto” Siller Malacara se nos adelantó en el camino sin retorno. De estatura superior al promedio de los mexicanos, fácilmente pesaba unos 140 kilos. Murió a la edad de 68 años. Eran un comerciante con vocación y de eso vivía ofreciendo productos diversos, puerta por puerta. Sin ápice de vergüenza se congratulaba y los remarcaba, decía haber vendido de todo, desde Yucatán hasta la frontera norte de nuestro país, hasta que se estableció por una docena de años en Aguascalientes. Definitivamente su otra faceta, después de ser gran comerciante, fue  la de  cronista de beisbol, deporte que le apasionaba y que narraba con igual vehemencia. Su frase original: ¡Quieto en primera, o en segundo, o tercera o en home!, fue lo que le dio el famoso mote que se llevó hasta la tumba. Juan “Quieto” Siller ya había tenido una experiencia de narrador del “rey de los deportes” en los micrófonos de la primera estación radiofónica de Saltillo, la XEKS, al lado de los grandes de la crónica, encabezados por el propietario del medio, Don Efraín López Cázares, afición que desarrolló estando una vez estacionado en Aguascalientes, narrando los juegos de los Rieleros. Luego.

Cuando la XEDE obtuvo la concesión para la transmisión de los juegos de los Saraperos de Saltillo en la Liga Mexicana, Juan Quieto Siller Malacara, se apalabró con el joven concesionario Alberto Jaubert Ancira y pronto se entendieron. Fui un tiempo su copiloto en la crónica beisbolera desde el Parque Madero, para entonces añadía un nuevo apodo: “El Vikingo Amable” o “El Vikingo que llegó del Norte”, merced a su rubia y abundante cabellera. Era bromista consumado y seguramente habrá muchas anécdotas que contar de Siller Malacara, pero bastará una para recordar su carácter jocoso. Estando en las tribunas del Parque Madero de Saltillo, el tremendo pelotero Héctor Espino, “El Bambino” de Chihuahua, pues se había lesionado en los entrenamientos, “Quieto” Siller hizo un comentario al aire: ¡Héctor Espino no juega hoy con los Sultanes, pues anoche se fue de muñecas!,  acto seguido, y como era de violento Espino subió hasta la misma cabina de transmisiones y reclamó a “El Quieto”, y en ese momento, al aire aclaró: ¡Si, efectivamente Héctor Espino está lesionado, anoche se fue de muñecas y se las lastimó, se cayó de muñecas!. El pelotero simplemente meneó la cabeza en señal de protesta e hizo el recordatorio maternal acostumbrado.

Regresamos la película del tiempo y vemos a aquel joven Juan Quieto Siller, quien en una bicicleta de las denominadas “Balonas”, por ser más pesadas que las de turismo, distribuía dulces de su propia empresa en las escuelas citadinas. La dulcería se ubicaba en las calles de Jiménez y Mina, atrás del edificio de la Sociedad Manuel Acuña. Se denominaba “Dulcería El Nene”, mote que también tenía Siller Malacara.

 

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