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Inteligencia no Artificial (INA)

Por Columnista Invitado

Hace 2 semanas

Por: Horacio Marchand

 

 

Entre el furor de la Inteligencia Artificial, vista como una creación prometedora y terrorífica al mismo tiempo, está la existencia de una inteligencia no artificial, la de nuestra especie, que nos hace suponer que es la verdadera, la original, la mera buena. Sin embargo, hay evidencia que parece demostrar lo contrario.

¿Qué tan inteligentes o tontos somos realmente los humanos?

Según Carlo M. Cipolla, historiador económico (Universidad de París, London School of Economics), la estupidez está subestimada, aquí sus leyes:

1. Subestimamos el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

2. La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

3. El estúpido hace daño a otra persona o a un grupo sin obtener un provecho para sí, incluso obteniendo un perjuicio.

4. Las personas no estúpidas subestiman el potencial nocivo de las personas estúpidas.

5. La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa, ya que cabe toda posibilidad.

Ahondemos en esto con un ejercicio imaginario: si llegara un grupo de extraterrestres a la Tierra para observarla, qué pensaría si la especie que la domina contamina el aire, destruye bosques, ensucia su agua, come compulsivamente alimentos y bebidas chatarra, vive entre químicos y plásticos que le alteran su sistema endocrino.

Si esta especie, tras milenios de guerra, no ha aprendido, sigue guerreando y deja la decisión de utilizar las bombas nucleares en manos de seres inseguros, acomplejados o machos, que comparten 96% del ADN con el chimpancé.

Además, esta especie se alcoholiza, se droga, apuesta lo que no tiene, se suicida, abusa de sus infantes, agrede a sus seres queridos, se hace daño a sí misma. Los extraterrestres se preguntarán: ¿Por qué se empeñan en tomar decisiones en contra de sus propios intereses?

También habrán leído en el New York Times que 233 médicos siquiatras, expertos en su disciplina, publican una plana completa alertando sobre los síntomas de trastorno de personalidad narcisismo-maligno de Donald Trump. Y pese a lo anterior, y otras cosas más, Trump arrasa en las elecciones presidenciales.

Y luego, verían también cómo un país como México se convierte en una dictadura de partido y que paradójicamente lo hace por la vía democrática, que tantas décadas luchó por conseguir.

También se encontrarían con textos científicos donde describen la ignorancia generalizada sobre la sique humana. Se enterarían que nos creemos más generosos y competentes de lo que realmente somos (Rangel, Gorski), que nuestro autoconcepto tiende a exagerar nuestras fortalezas, minimizar nuestras debilidades y crear distorsiones sobre nosotros mismos (Wilson, 2011).

Adicionalmente, se involucra un ego inflado, que inhibe la posibilidad de ser objetivos y cuya ceguera es reforzada por los mecanismos de defensa: represión, proyección, negación, racionalización, entre otros.

Es cierto, la especie humana también tiene grandes logros y de ahí la confusión. Hemos descubierto la lógica, las matemáticas y la física, por ejemplo, pero pareciera que tenemos la capacidad de ser simultáneamente gloriosos y miserables, lúcidos y tontos.

El caso es que el discurso protagónico de la inteligencia artificial subordina la discusión sobre la inteligencia humana. Rebasa, en mi opinión, a un tema profundamente más importante: el estudio y nutrimiento de la psique humana.

El riesgo más grande que existe en este planeta somos nosotros mismos. Somos una especie que nos creemos racionales a pesar de que la ciencia demuestra, cada vez más, que la mayoría de lo que hacemos es inconsciente, que somos automáticos, emocionales e impulsivos y que el autoconocimiento, pilar de la salud mental, no está en el radar de la educación básica.

La inteligencia no artificial es el verdadero tema. El cuidado de nuestra inteligencia -incluida la salud mental- debe ser la prioridad, la unidad de análisis y el principio de todo.

 

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