La migración siempre ha existido y seguirá existiendo, de eso no hay duda. La movilidad se da por diversos motivos. Cada persona o familia tiene sus propias razones.
Razones que son muy válidas y respetables. Unos por cuestión de estudios o de trabajo deben alejarse de la tierra que los vio nacer, ya sea de manera temporal o en definitiva. Unos por deseos de superación; otros, porque en las empresas donde los contratan, uno de los requisitos es estar dispuestos a viajar.
Lo observamos en los jóvenes profesionistas, sobre todo antes de la pandemia, que realizaban viajes de negocios. El virus y luego la pandemia vinieron a modificar los proyectos y de la actuación presencial se cambió a trabajar a distancia.
Aún no nos hemos podido recuperar en cuestión de salud, empleos y todo lo que se tenía y que no pocos perdieron por causa de la epidemia.
La situación se tornó en crisis y nos golpeó a todos de alguna manera. Situación que se ha resentido en los hogares o en las grandes empresas. Sin embargo, estamos conscientes que es el ser humano, el más afectado; y no solo en lo material, sino en lo emocional.
Nunca, que yo recuerde, se había visto el éxodo de personas de distintas edades atravesando nuestro país para llegar a la frontera norte con el propósito de cruzar a Estados Unidos y alcanzar el llamado “sueño americano”.
Recientemente, la llegada de camiones contratados para la transportación de indocumentados a la frontera norte, específicamente a Ciudad Acuña, de origen Haitiano, sorprendió a las mismas autoridades, no digamos a su población. ¿De dónde salió tanta gente? ¿Cómo ingresaron al país? ¿Quién o quiénes los alentaron a desplazarse? Quizás fueron las primeras preguntas.
Hubo un tiempo en que el tren conocido como “La bestia” transportaba a cientos de indocumentados. Se tenía conocimiento de personas que ingresaban por la frontera sur de México provenientes de Centroamérica. Debido a ello, algunas ciudades fueron acondicionando albergues, denominados “Casa del Peregrino” o del Migrante, para brindar alojamiento y comida a quienes lo requerían.
Desafortunadamente ya no eran grupos pequeños, sino caravanas que ingresaron alentados por el gobierno de México. ¿Quién no recuerda aquella “bienvenida” a las caravanas, de la entonces Secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero? “Sí se pudo” decía, levantando su brazo con el puño cerrado en señal de victoria. Muy jubilosa doña Olga, dejaba pasar a cientos, a miles de centroamericanos. Caravanas llegaban, una tras otra, ante el júbilo del gobierno que iniciaba, sin que los empleados de migración o autoridades hicieran algo para frenar la migración.
“Vengan a México”, “Aquí hay trabajo”. ¿Cuántos llegaron? ¿Cuántos se quedaron? ¿Cuántos se unieron a grupos delictivos? Nadie sabe, autoridades han guardado silencio.
Y ¿Ahora? ¿Qué sucedió? ¿Quién alentó a las caravanas de Haitianos? ¿Quién provocó la movilización de miles de personas con sus familias?
Son diversas las razones que se pueden ofrecer como justificación por la decisión de alejarse del terruño. La pobreza, convertida en miseria que lastima y golpea a millones de seres humanos, es la principal causa de la migración.
La falta de oportunidades, de un empleo que les permita vivir o el menos, sobrevivir. La violencia causada por bandas criminales que se aprovechan del más débil. La corrupción de gobernantes que disfrutan de grandes capitales y empobrecen a su pueblo, son otras causas.
Como si fuera poco, se complica de manera terrible la vida de quienes tienen muy poco, pero aún así, conservan la fe y la esperanza. La naturaleza ha enviado toda su fuerza destructora en diferentes ocasiones. Tal ha sido el caso de Haití que en 2010 fue terriblemente violentado por un terremoto. En agosto de este año, nuevamente se presentó otro fenómeno natural, otro sismo devastador que provocó destrucción y muerte.
La ayuda humanitaria tardó en llegar debido a los caminos destruidos. En plena reconstrucción, la amenaza del huracán Grace se dejó sentir sobre el pequeño país.
Haití, considerado el país más pobre del mundo, en parte por inapropiadas políticas económicas, por su inestabilidad política y social y por otras causas. A pesar de su pobreza, resalta la fortaleza de su gente, hoy a la deriva, buscando un lugar para establecerse.
Se dice que los haitianos que han llegado a nuestro México, se encontraban ya en otros países ¿Qué sucedió? ¿Acaso no es un crimen jugar con la necesidad de las personas? Sin duda les mintieron al decir que Estados Unidos les daría asilo. Lo único que provocaron fue un verdadero caos en la frontera.
Más de diez mil haitianos y faltan más. Por sentido común nos damos cuenta que no hay país que pueda solucionar el flujo migratorio que ya es incontrolable. La gente requiere de empleos, casa, recursos, servicios y mucho más. No solo es decir “vengan” y darles un día de comer, eso no soluciona el grave problema que significa la pobreza. Y más vale que lo creamos, permitir una migración sin control solo acarreará más problemas y beneficiará a quienes se aprovechan de la necesidad de unos para sus fines políticos y económicos.
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