Durante la gran inundación del 28 de junio de 1954 en Piedras Negras, la más catastrófica de su historia, con 60 bajas oficiales, se presentaron algunos hechos heroicos de personas que arriesgaron sus vidas para salvar las de otros, la mayoría de ellos sin ser reconocidos por las autoridades hasta el día de hoy.
El señor José Eduardo Schober Fregoso, originario de Mazatlán, Sinaloa, meteorólogo de carrera y radioaficionado, había llegado a Piedras Negras el 7 de septiembre de 1942, donde fundó el Observatorio Meteorológico dependiente de la SARH, el día 19 de ese mismo mes y año, en la esquina de las calles Cuauhtémoc y Dr. Coss. Desde el 1 de mayo de 1947, ya se encontraba reubicado por la calle Juárez, en el número 23 poniente.
El 26 de junio de 1954, un grupo de norteamericanos habían alertado a las autoridades de que se acercaba un fuerte golpe de agua que provocaría que se inundara la población, entonces de 31,675 habitantes.
El día 27, el Sr. Schober, entonces de 53 años de edad, decidió llevar en su auto a su esposa, de 3 meses de embarazo y a su hijo de un año al aeródromo de la ciudad, ubicado en las partes altas, en lo que fueron las instalaciones de la Feria del Sol, para ponerlos a resguardo si se presentaba el evento, regresando inmediatamente a su domicilio.
Trepó al techo de dos aguas de su vivienda de 5 metros de altura, acompañado de su radiotransmisor por el que utilizaba la identificación de XE2NS, dos acumuladores eléctricos de automóvil, agua y algunos bocadillos. Ahí lo sorprendió la inundación y desde ese sitio, la población tuvo el único contacto con el
exterior.
Su radiotransmisor dirigió las operaciones de rescate y salvamento a quienes todavía luchaban por escapar de las aguas, además de informar al exterior sobre la situación real que guardaba la ciudad, así, infinidad de personas viajaron al área siniestrada para prestar auxilio a sus familiares en desgracia.
El techo de su vivienda estuvo a punto de ser derribado por grandes árboles arrastrados por las aguas a gran velocidad y de ser cubierto en su totalidad por la inundación, pero se negó a ser rescatado y prefirió arriesgar su vida que apagar su radiotransmisor, fue el único que mantuvo la veracidad de la situación que desmentía las informaciones nacionales, que indicaban que la ciudad había desaparecido, que había muerto y podía ser borrada del mapa.
Helicópteros de rescate le dejaban agua y alimentos. Suspendió su labor hasta que las aguas bajaron al mediodía del día siguiente, con una lluvia pertinaz. En octubre de ese año, la Liga Mexicana de Radio Experimentadores A.C. le entregó en emotiva ceremonia un diploma y una hermosa medalla al valor y heroísmo, la más alta y codiciada presea de ese organismo.
Su hijo de un año de edad, el que puso en resguardo junto con su madre en el aeródromo, era yo, José Eduardo Schober, era mi padre. Piedras Negras, a 70 años de distancia, aún, no le han hecho justicia.
Más sobre esta sección Más en Coahuila