El ex presidente de México, Ernesto Zedillo Ponce de León, rompió el silencio al conceder recientemente una entrevista a Ciro Gómez Leyva y habló claro -como debe ser- acerca de la recién aprobada Reforma al Poder Judicial.
Su postura fue, por supuesto, en desacuerdo con la forma como se desarrollaron los hechos, los cuales ya conocemos; trampas, agresiones, hasta secuestro, compra de la dignidad de individuos que traicionaron -no sus principios, los que demostraron no tener- sino a su Patria, a México.
La traición más perversa y deleznable a nuestro país llevada a cabo por individuos que juraron cuidar, velar, proteger nuestra Carta Magna.
La ambición, sumada al odio y maldad de quien enarbola la bandera del humanismo, el cual no tiene ni idea de lo que significa ser humano.
Bien lo dijo Benito Juárez: “Malditos aquellos que con sus palabras defienden al pueblo y con sus hechos lo traicionan”.
Son los hechos los que cuentan y no valen las excusas porque tanto hombres como mujeres, traicionaron a su patria, nuestra patria de una manera vil y cobarde.
¿Para eso desean los cargos? ¿Para eso una representación en el Congreso o el Senado? Para vender su voto.
Está claro; lo dejaron muy claro. No representan a partido alguno cuando cambian de color la camiseta, menos lo hacen por quienes les otorgaron su confianza en el voto depositado en las urnas.
Solo representan a sus propios intereses.
Estamos conscientes de que, en época de elecciones, un voto hace la diferencia. Es la decisión del elector quien libremente votará por el candidato de su elección. Para eso fueron considerados los órganos electorales, para dar certeza el día de la elección.
En esta ocasión, no creo que hayamos estado muy satisfechos de cómo transcurrieron las elecciones.
El elector, por supuesto no debería dejarse manipular o vender su voto. Es un acto verdaderamente repudiable porque se tiene que ir a la casilla convencidos de por quién y por qué deseamos votar. Se tiene que analizar las opciones, algo que lamentablemente no se hace o no a todos les importa.
Tuvimos la oportunidad de ir enderezando el rumbo y de ir recuperando nuestro México. ¿A quién le importó?
Y los arrepentimientos vienen pronto, cuando ya es un poco o muy tarde para volver atrás y rectificar.
Eso es lo que ha pasado en nuestro país. No pocos temieron se les quitara la pensión del bienestar. ¡Por favor! Los programas sociales siempre existieron. No son invención de un gobierno populista que derrocha por un lado para comprar conciencias, pero descuida algo tan importante como lo es la seguridad.
Y sin seguridad no se puede avanzar. No puede haber progreso.
¿Acaso no nos duele ver buena parte del territorio dañado por la violencia y la inseguridad?
¿No nos duele la pérdida de vidas humanas? ¿De los niños, de los jóvenes “levantados” o desaparecidos?
¡Ah! Pero el oficialismo asegura que vamos bien porque el problema es entre los grupos rivales. ¡Por Dios! La inseguridad afecta a la población en general. Se cierran los centros escolares ante el riesgo que significa enviar a los alumnos a clases. ¿Con qué confianza los padres de familia enviarían a sus hijos a su escuela?
El temor está presente en todo momento; porque de ese sentimiento lamentablemente, nadie escapa.
Los negocios sufren pérdidas; las familias permanecen en sus casas presas del pánico que provocan los balazos que no abrazan y sí matan.
¿Cuándo terminará la violencia en Culiacán o en cualquier lugar donde se estén llevando a cabo enfrentamientos? ¿Acaso cuando se pongan de acuerdo las partes en conflicto tal y como lo expresara recientemente un militar de alto rango?
Respuesta equivocada, sin duda.
Lo que sucede es que el problema se dejó crecer demasiado y no es justo que miles de familias sean víctimas, no por los errores sino por la maldad de un hombre que le dio mucho poder a las bandas criminales.
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