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‘Hay en Cortázar levedad de juego, es su literatura’; reeditan sus cuentos completos

  Por Christian García

Publicado el miércoles, 28 de agosto del 2024 a las 05:29


Celebra la editorial Alfaguara los 110 años del nacimiento del escritor

Saltillo, Coah.- Hace algunas décadas, el mexicano Juan Rulfo, autor de los libros clásicos El Llano en Llamas y Pedro Páramo, escribió que quería mucho a un amigo, a un maestro, a otro escritor. ¿Su nombre? Julio Cortázar. Para él, el autor argentino creador de otros clásicos de la literatura latinoamericana como Rayuela e Historias de Cronopios y de Famas, era “bondadoso como ser humano y muy bueno como escritor. Tiene un corazón tan grande que Dios necesitó fabricar un cuerpo también grande para acomodar ese corazón suyo. Luego mezcló los sentimientos con el espíritu de Julio. De allí resultó que Julio no solo fuera un hombre bueno, sino justo”.

Una idea y una sensación que también llenó a otros escritores que lo conocieron como Augusto Monterroso, o los otros tres nombres del llamado Boom Latinoamericano: el mexicano Carlos Fuentes, el colombiano Gabriel García Márquez y el peruano Mario Vargas Llosa. Todos ellos entablaron una amistad profunda con Cortázar, quien también tomó una especie de manto de “hermano mayor” para una generación que cambió las letras del mundo, tal como deja de manifiesto el libro Las Cartas del Boom (Alfaguara, 2023), en donde puede observarse la generosidad del argentino para sus amigos, y se revela la imaginación profunda que plasmó en su literatura. Es por ello que Cortázar autor y Cortázar escritor son casi indivisibles, pues su obra es un reflejo de una personalidad libre y cálida, desconcertante a veces, pero siempre inteligente, como apunta Romeo Tello, editor de Penguin Random House, que celebra el 110 aniversario de Cortázar, quien nació el 26 de agosto de 1914, con la reedición de sus cuentos completos en dos tomos.

Un lector activo

Para él, la literatura de Cortázar siempre ha sido “la más fresca, la más juguetona, por sus mismas características: siempre estaba experimentando, buscando cosas tanto formalmente como a nivel de exploración filosófica. Y creo que esa frescura se sigue manteniendo, por eso creo que no es casual que le siga hablando tanto a los lectores jóvenes, aunque también a lectores más veteranos, él sigue conectando con diferentes generaciones”, comentó Tello en entrevista con Zócalo.

Entre los libros de Cortázar hay unos más famosos que otros: Rayuela, su novela más conocida es uno, pero también sus libros de cuentos como Bestiario, Final de Juego o Historias de Cronopios y de Famas. Sin embargo hay en todos ellos una sensación de libertad, de exploración sin límites sobre lo que se puede hacer en la literatura: personajes excéntricos que viven en la bohemia o relatos fantásticos que hacen preguntar al lector en dónde termina la ficción y dónde comienza la realidad. Tello ejemplifica con algunos: Continuidad de los Parques, Axolotl o Casa Tomada, y agrega que la sensación que dejan estos textos en el de la lectura como una actividad dinámica y no pasiva.

El editor apunta que “Cortázar decía de forma explícita que a él le interesaban los lectores activos, no le interesaban los lectores pasivos. Él siempre estaba viendo de qué manera provocaba al lector para que tuviera una actitud activa en la lectura, que no fuera solamente esa en la que uno está sentado en un sillón a ser entretenido por una historia agradable.

Él quería que la lectura te provocara una necesidad de interceder activamente, y eso lo podía hacer con una novela tan provocadora en su forma como Rayuela que te obliga de forma activa a estar rellenando huecos, o en sus cuentos que aunque parecen ser más tradicionales en su forma, tienen la idea de que el relato mismo te descoloca de otra manera porque hay un quiebre en la realidad. A Cortázar le gustaba mucho hacer ese tipo de cosas y a eso recurría a lo que te está contando o a cómo te lo está contando, eso descolocaba al lector y lo obligaba a participar en el proceso de completar la obra literaria”, detalló el también ensayista.

Jugador de realidades

A pesar de esa unidad que existe en la obra narrativa breve y la de largo aliento que escribió, muchas veces se hace una división entre el Cortázar novelista y el Cortázar cuentista. Siendo este último quizá el más conocido, incluso Mario Vargas Llosa llegó a decir que “La verdadera revolución de Cortázar está en sus cuentos”.

Aunque para Tello esta división es más “un mito” que una realidad pues “sí hay mecanismos diferentes (entre sus cuentos y novelas) pero sí hay una misma visión de la literatura como un arte total y que obliga al lector a participar en ella”.

Aún así hay otros menos conocidos, como sus poemas –siendo su primer libro un poemario–, las clases de literatura que impartió en la Universidad de Berkley, sus sesudos ensayos sobre literatura, su dramaturgia o aquellos libros inclasificables que él conocía como “almanaques”, entre estos destacan El Último Round y La Vuelta al Día en Ochenta Mundos.

Aunque “más allá de todos los géneros que se trate o que escriba en donde sigue estrategias diferentes, él siempre quiere sacarlo de la rutina que vive diariamente y que se da por sentado, y aceptamos esa realidad. Para Cortázar y su literatura hay una idea de decir ‘a ver, te voy a demostrar que las cosas no son así, y te voy a llevar y te voy a sacar del punto en el que estás para que veas la realidad de una manera diferente’”, explica Tello y señala que hay textos que son casi manifiestos de esa idea: Instrucciones para Llorar, Instrucciones para Darle Cuerda a un Reloj y principalmente Instrucciones para Ablandar el Ladrillo, “imaginando la realidad como un bloque sólido, ya hecho. Porque no necesariamente hay que aceptar la rutina cotidiana: pararse todos los días, leer el periódico, ir al café de siempre, porque basta con ver de un ángulo diferente la realidad para que se revele de una forma fantástica y maravillosa”.

Concetración

La reedición de los Cuentos Completos de Cortázar, forma parte del regreso de la mítica colección de Alfaguara de obras completas que tiene, además de al argentino, otros nombres en su catálogo entre ellos a los estadunidenses William Faulkner y Francis Scott Fitzgerald; los mexicanos Elena Garro y Juan José Arreola, o al uruguayo Felisberto Hernández, a los que se podrían sumar Abelardo Castillo, Roal Dahl, Roberto Bolaño, entre otros muchos.

Según comenta Tello, esta colección propone darle un tiempo más profundo a la lectura. Para el editor “podría parecer hasta contradictorio porque vivimos en tiempos muy acelerados en los que parecería que la gente sólo tiene tiempo para consumir contenidos breves, y que nuestra concentración sólo se puede enfocar por cortos periodos de tiempo como en internet y las redes sociales, que pareciera que esa atención sólo se está pulverizando. Pero creo que curiosamente las novelas, a pesar de ser textos extensos y demás, pareciera que se adaptan mejor a ellos porque la gente no la lee de un sentón, sino que corresponden más a la dinámica de las series, entonces la gente va serializando la lectura de las novelas: lee un capítulo cada tanto y demás. Y las novelas, sobre todo las más comerciales, ofrecen un entretenimiento al cual Cortázar aludía y en contra del que estaba, que es un entretenimiento solo agradable.

Y en contra de lo que alguno puede pensar, el cuento, como los de Cortázar y los de (Jorge Luis) Borges no se digan, exigen una lectura de mucha concentración. Cualquiera podría pensar que cualquiera de sus cuentos que constan de pocas páginas, requieren una concentración muy profunda. Yo creo que a eso se debe que los cuentos no hayan sido tan beneficiados en el mercado editorial actual. Pero hay cuentistas consagrados como Cortázar, Borges y demás, que no tienen que ser descubiertos desde cero porque ya hay una tradición al rededor de ellos que, por eso mismo, pueden ser una puerta de entrada a la lectura de cuentos. Una lectura que no es tan sencilla como uno puede pensar”, concluyó.

Y es por esa capacidad que Julio tiene para liberar los pies de sus lectores de las cargas del día y hacerlos levitar por una realidad diferente, que al leer sus cuentos o sus novelas o sus ensayos o sus poemas, que uno puede decir que quiere mucho a Cortázar.

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