Supuestamente la última batalla, previa a nuestro inevitable destino (dicho sea esto sin ánimo derrotista), pasa por impedir a toda costa la “sobrerrepresentación” en el Congreso de la Unión, torciendo el brazo al árbitro electoral con la fuerza de la opinión pública y las manifestaciones en las calles. Tal como sucedió el domingo anterior en algunas ciudades del país, aunque no de manera copiosa.

Llama la atención, sin embargo, que los partidos políticos de oposición al régimen se acordaron de la figura jurídica de la “sobrerrepresentación” hasta el 3 de junio por la noche, cuando por fin se detuvo el PREP y se dieron cuenta de la masacre. Para entonces ya estaba consumada la derrota.

Evidentemente nadie quisiese que Morena y aliados usaran la mayoría que obtuvieron para cometer los latrocinios que tienen entre manos, encaminados a convertir la República en una Dictadura Constitucional, o en una Autocracia Democrática, como guste definir usted al nuevo sistema político que se implantará del 1 de septiembre en adelante.

Pero la obtuvieron y lo harán, pues tienen a su favor la coartada perfecta; nada de lo que planean hacer fue oculto, por el contrario, fue prometido y por eso mismo votó en consecuencia la gente (aunque todo mundo sepa que no es propiamente informado el sufragio ciudadano, sino condicionado por la obtención de un beneficio individual, o meramente emocional como también ocurrió en este caso).

La “sobrerrepresentación”, por lo demás, es una de nuestras tradiciones en la política mexicana. Hoy por hoy existe en 25 de 32 congresos locales (23 corresponden a la unión de partidos que se hacen llamar 4T, y dos más al PRI-PAN-PRD, en Aguascalientes y Coahuila) pese a sus particulares legislaciones estatales.

Sólo en Chihuahua, Durango, Nuevo León, Guanajuato, Jalisco y Tabasco no hay. Casualmente cinco de seis entidades que no gobierna Morena, el máximo perpetrador de la actualidad.

En cuanto a lo legal hay una disputa entre textualistas y espiritistas. Unos, apegados básicamente a lo que dice la ley en estricto sentido, y otros a lo que quiso decir, si la interpretamos en sentido amplio.

Me explico. Si nos apegamos a lo escrito en el Artículo 54 constitucional, ese 8% de más que se permite, y que resulta de cotejar la cifra de votación nacional obtenida y la proporción de curules asignadas por representación proporcional (200 en total), aplica partido por partido, no por coalición. Para Morena, PT y el Partido Verde por separado. Cada uno puede acceder a una bolsa extra de representantes populares.

El espíritu, en cambio, es diferente; el mentado 8% se debería tomar en cuenta como alianza de partidos para evitar se merme la pluralidad e inequidad en los grupos parlamentarios. Dicho de otra forma: que la suma de los tres no rebase la cantidad en comento por tratarse de un mecanismo para burlar la Constitución y ocasionar a terceros la subrepresentación.

Ninguno de los opositores agrupados en el Frente por México hizo un esfuerzo por cambiar la ley, por ejemplo, en los 90 días previos al inicio del proceso electoral federal; es decir, en el momento procesal para hacerlo.

¿Por qué nadie dijo nada?

Sencillo, porque todos en alguna ocasión se han beneficiado de la fórmula, y ni siquiera los vencedores proyectaban en sus estadísticas un escenario tan catastrófico para la nación, pero tan favorable a sus intereses, como el ocurrido el 2 de junio.

Ni una sola palabra; mucho menos un esfuerzo organizado.

El caso incluso puede considerarse cosa juzgada, ya que el Consejo General del INE había votado el tema en la época de Lorenzo Córdova como presidente, en marzo de 2021. Ahí establecieron las reglas y el sentido de la votación fue que se mantuviera como ha sido aplicada desde 1997: partido por partido, no por coalición.

 

Cortita y al pie

No nos hagamos majes. Durante 2023, en Coahuila, la coalición PRI-PAN-PRD postuló como diputados locales 16 candidatos, uno por cada distrito electoral, con un par de peculiaridades: los cinco panistas que encabezaron la fórmula obtuvieron, todos, más votos en la casilla del PRI en la boleta; y los dos perredistas postulados como cabeza territorial eran, en realidad, simpatizantes del PRI. Esa ecuación le permitió al tricolor acceder a más espacios.

 

La última y nos vamos

A toro pasado son muy valientes y reivindicativos. Además de invocar causas perdidas, ojalá explicaran también a sus votantes que poco hicieron en su día para cambiar el status quo y afrontaron la coyuntura histórica de 2024 como si se tratase de cualquier elección más en el calendario. Por eso los barrieron, pese a que tenían enfrente al peor sexenio presidencial de los últimos 36 años.

Son, por tanto, cómplices por omisión o por incompetencia.