Nacional
Hace 4 años
En su propia tierra, Macuspana, Tabasco, el presidente Andrés Manuel López Obrador decidió cortar su discurso, al enfrentar la molestia de pobladores que le gritaban consignas y reclamos al Alcalde de Morena, Roberto Villalpando, y al Gobernador, también morenista, Adán Augusto López.
“Miren, ahí, están los gritos… ¿que ganamos con eso? ¿Van a seguir gritándole al Presidente Municipal?”, preguntó el Presidente a la multitud enardecida: “Sííí”, le respondieron. “Pues yo no estoy de acuerdo”, dijo el Mandatario, que se quedó callado e interrumpió molesto su discurso.
La escena, que claramente incomodó y molestó la gira presidencial que se proponía ser un “diálogo con el pueblo chontal” ocurrió justo en el municipio de donde es originario el Presidente, quien se negó a escuchar los reclamos en contra del Alcalde: “ya no voy a seguir hablando porque así no se puede”, dijo mientras calificaba esos reclamos como “grilla y politiquería”.
Así, el Presidente se ofendió por un reclamo que no era para él, pero sí para los dos gobernantes locales de su partido a los que decidió defender al grado de suspender su discurso y hacerse el ofendido.
Muy distinto actuaba el Presidente cuando, al inicio de su Gobierno, la gente solía abuchear y gritarles a los gobernadores de oposición durante las giras presidenciales en los estados. Entonces nunca suspendió un discurso ni se molestó por los gritos, a lo sumo llegó a pedirles a sus seguidores, entre sonrisas cómplices, que “respeten al gobernador, somos amigos”.
Hoy, cuando se trata primero de su tierra natal y luego del alcalde y del gobernador de su partido, López Obrador sobrerreacciona y hace suyo un reclamo que no era para él. De paso, descalifica las expresiones de la gente en contra de sus autoridades locales, al llamarlas “grillas y politiquerías”, sin tomar en cuenta que se trata de sus mismos paisanos y base social, quizá de las más fieles que tenga en el país, que están inconformes con las decisiones y políticas del alcalde Villalpando y del gobernador Adán Augusto.
Con esa reacción iracunda y que descalifica a sus seguidores, el Presidente no está viendo el fondo del asunto que emergió ayer domingo en Tabasco, pero que está ocurriendo en casi toda la República: una buena parte de las autoridades locales emanadas de Morena, síndicos, alcaldes y gobernadores, están enfrentando rechazo y fuertes cuestionamientos a sus administraciones y a la forma en que están gobernando. La prueba de la plaza casi nunca la pasan las autoridades locales y en este caso tampoco las de Morena.
La escena de ayer domingo en Macuspana podría haber sido en Veracruz, en Chiapas, en Morelos o en alguna alcaldía de la Ciudad de México, todas ellas gobernadas por alcaldes o mandatarios estatales morenistas, cuyas gestiones están resultando tan fallidas para atender los reclamos básicos de la población, ya sea por falta de experiencia, por soberbia o por malas decisiones administrativas y presupuestales, que la gente se dice decepcionada de Morena en esos niveles de Gobierno.
Eso es algo que, aunque claramente no están midiendo en Palacio Nacional, le explotará a Morena y al propio Presidente en las próximas elecciones de este 2020 y 2021 en donde la inconformidad que ya se hace pública, incluso en las giras del Presidente, va a provocar serios reveses al partido gobernante y a la 4T, sobre todo a nivel del voto en alcaldías.
Ese será otro “talón de Aquiles” para el proyecto lopezobradorista si no se exige a los alcaldes y gobernadores emanados del partido oficial que se pongan las pilas y atiendan el descontento y la molestia de sus gobernados.
Alguien tendría que decirle al Presidente que, más allá de las “grillas y politiquerías”, la inconformidad de la gente contra sus alcaldes y gobernadores, por más amigos suyos que sean, le va a generar un problema electoral si no se hace algo más que molestarse y parar un discurso.
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