Edgardo Mejía es un depredador sexual que está preso en Nueva York. Se declaró culpable de explotar sexualmente a una niña de once años y a su propia sobrina, entonces de dos años. Tiene un trastorno psicótico y alucinaciones. Y es, también, el testigo con el que Genaro García Luna trató, sin éxito, de invalidar su juicio.
Hace meses, Mejía firmó una declaración jurada para beneficiar a García Luna. Afirmaba que varios testigos contra García Luna en el juicio de 2023 se coludieron para incriminarlo.
Los fiscales confirmaron que Mejía había mentido. Aún más, encontraron que García Luna ofreció sobornos, a Mejía y otros reclusos, para que repitieran la misma historia falsa de los testigos que lo incriminaban. Uno de los hombres que recibió la oferta grabó a escondidas a García Luna, usando un celular que metió a la cárcel de contrabando. Genaro le ofreció 500 mil dólares por el testimonio falso. Luego subió la oferta a dos millones. En la grabación, García Luna dice que el testimonio debía ser tan creíble que convenciera a su propio abogado, César de Castro.
Cuando García Luna buscó que invalidaran su juicio con ese testimonio falso, la fiscalía le reveló al juez el esquema de los sobornos. El juez determinó que, incluso después de que lo declararon culpable de narcotráfico y otros delitos, García Luna, en la cárcel en Nueva York, trató de obstruir la justicia.
Hace un mes, el juez Brian Cogan hizo público el caso del testimonio falso, como parte de un análisis de todos los argumentos, cada uno más inútil que el anterior, con los que la defensa de García Luna trató de invalidar su juicio. En 2023, un jurado determinó que García Luna era culpable de todos los cargos. Y en 2024, el juez lo confirmó, al negarle un nuevo juicio.
Ahora, faltan 18 días para que se dicte la sentencia, en una audiencia programada para el 9 de octubre. Esta semana, la fiscalía pidió cadena perpetua. Y en ese contexto, García Luna escribió una carta pública presentándose como una víctima de la justicia.
Podría escribir varias columnas con todos los puntos en los que García Luna miente. Elegí algunos de los más relevantes.
Primero, dice que no se presentó una prueba que lo vinculara con el narco. Falso. Más de 20 personas declararon cómo trabajó por años para el Cártel de Sinaloa.
Segundo, afirma que algunos testigos fueron detenidos y extraditados cuando él era secretario de Seguridad Pública. Cierto, pero también se demostró que él no los detuvo ni tuvo que ver en sus extradiciones.
Tercero, sostiene que no se ha probado que fuera corrupto. Se ha probado, al menos, en un juicio criminal por narcotráfico, en Nueva York, y en un juicio civil por corrupción, en Miami.
Cuarto, dice que se ha comprobado que su dinero es lícito. Falso. En octubre de 2023, en Miami, un juez determinó que una empresa de García Luna y su esposa eran culpables de robar al gobierno de México. El gobierno ha recuperado 1.9 millones de dólares. A inicios de 2025 comenzará un juicio en Miami, que pretende revelar cómo García Luna recibió decenas de millones de dólares en sobornos.
Quinto. Dice que nunca violó el reglamento de la cárcel en NY. Bueno, quizá para él ofrecer sobornos a otros presos no es violar el reglamento.
La carta es un despropósito, pero un fragmento causó revuelo esta semana. Es la parte donde dice que EU tiene “contactos, videos, audios, fotografías, registro de comunicación y gestión entre el actual Presidente de México Andrés López Obrador y sus operadores con los líderes del narcotráfico y sus familias”.
Estuve en todas las audiencias del juicio de García Luna y he seguido durante años las investigaciones de EU sobre dinero del narco y las campañas de AMLO. Y no encuentro, ni en lo que se dijo en el juicio ni en la carta de García Luna, algo nuevo o revelador.
Esta es la carta de un hombre sentando su narrativa antes de su sentencia y preparando su apelación. A la oposición en México le digo: ensalzar criminales porque dicen algo que les conviene no es una forma de recuperar el espacio político que han perdido. Y creerle a García Luna en esto implica, también, creer que uno de los responsables de la barbarie en que vivimos en realidad fue solo una víctima.
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