Nacional
Por Zócalo
Publicado el miércoles, 30 de junio del 2021 a las 09:34
Chihuahua.- Entre basura y un carro que se llevó la corriente juegan niños rarámuri del asentamiento El Oasis, justo en el lugar donde la corriente “devoró” el domingo a Gabriela Cristina, menor cuya falda cuelga de un tendedero afuera de la casa donde vivía.
Es un pliego de tela triste que no se ha secado desde el domingo a las 14:30 horas cuando la vieron por última vez. Hasta el cierre de la edición ella seguía en calidad de desaparecida.
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Estamos muy tristes y nomás esperando a ver a qué hora nos avisan, no hemos sabido nada, nomás nos han dicho que nos esperemos; ayer fuimos a Fiscalía y hablaron a Semefo pero nada”, dijo llorando ayer por la mañana la señora Martha Rivera, suegra de la menor de 14 años.
Mencionó que Gabriela Cristina ya vivía “juntada” con Brandon, de 17 y de oficio albañil, quien desesperado la buscó sin éxito durante toda la tarde del domingo hasta el anochecer del lunes.
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Ya hoy se fue a trabajar, yo le dije que se fuera para que pensara en otra cosa y no estuviera nomás triste”, añadió pensativa en la entrada de su casa humilde, una más del asentamiento.
En la casa también se aloja la señora Rosa Cruz, quien llegó de Cuauhtémoc a buscar a su hija en los hospitales e instituciones de reconocimiento de cuerpos.
Gabriela Cristina Rico Cruz, originaria de la comunidad de Tehuerichi, municipio de Carichí, llegó de 13 años a vivir a Chihuahua capital y de inmediato comenzó a vivir con Brandon; formó una pareja con él, pero aún no se había embarazado.
El grupo de búsqueda encontró su falda en la zona donde el arroyo de la colonia Martín López desemboca en el río Chuvíscar, y hasta el cierre de esta redacción, tenía ya 60 horas desaparecida.
En el lecho del arroyo varios niños construyen estructuras imaginarias con arena y se internan en la corriente que hoy corre mansa, misma que en cualquier momento pudiera registrar una repentina creciente.
Al preguntarles sobre Gaby, como la conocía la comunidad indígena, todos guardan silencios y una niña de nueve años con timidez sólo dice: “se la llevó el agua”. Y sigue jugando donde por lo regular sólo corren aguas negras.
Cubierto por ramales y basura permanece un vehículo color verde que fue arrastrado por el agua desde varias calles arriba. “Es como un Datsun viejito, era de un señor que andaba juntando asadores, muebles y todo lo que podía de su casa”, comenta un joven que se acerca y descubre lo poco que aún queda del carro que se clavó en la esquina de un pilar cúbico de concreto.
Los elementos de la escena advierten del peligro, son símbolos claros, pero a nadie parece importarle.
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Les pedimos que sigan la búsqueda, que no le paren hasta encontrarla”, insiste la señora Martha, quien sostiene una foto de Cristina, la única con la que contaba la mamá y que mandó traer desde su casa en la sierra con la esperanza de que al publicarla, alguien río abajo encuentre y reconozca a su hija con vida.
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Aquí estaba muy chiquita, pero así sigue, no ha cambiado mucho porque todavía tiene la carita de niña”, concluyó Martha secándose las lágrimas con las mangas de su vestido rojo que caen de sus ojos hinchados.
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