Siempre lo he dicho a mucha honra y lo seguiré diciendo, soy de Nava Coahuila, del corazón de los Cinco Manantiales en el norte de mi estado, Coahuila. Ahí crecí y di mis primeros pasos, ahí forjé grandes amistades que aún permanecen, ahí aprendí a ser quien soy, a valorar las cosas sencillas y a soñar en cosas inmensas, soy originaria de Nava, pero hoy orgullosamente soy también adoptada en Saltillo.

Desde niña Saltillo ha sido parte de mi vida familiar, la ciudad capital a la que con tanta ilusión acompañaba a la Maestra Irma, mi madre, quien como directora técnica y posteriormente como inspectora escolar tenía que viajar cada cierto tiempo a temas propios de la docencia y me permitía ser parte de ese encuentro con la ciudad que hoy me abre sus brazos.

Recuerdo muy bien llegar con mi familia al Hotel San Jorge, en el corazón de la ciudad, caminar por “la de Victoria” para llegar a la Alameda y después, mientras recorríamos el edificio de la Secundaria Anexa a la Normal y Normal Superior, escuchar atenta la historia que con gran entusiasmo contaba mi madre sobre ese mágico lugar al que llegó sola cuando tenía apenas 13 años para cumplir su sueño: lograr regresar a su pueblo como toda una maestra. Gracias a los estudios que realizó en Saltillo, a su valentía, esfuerzo y dedicación, logró forjar una trayectoria y un legado que hoy en día sigue siendo recordado con mucho cariño por cientos de familias navenses que fueron sus alumnos.

Recuerdo también como de niña me sentaba al lado de mi padre a escuchar el beisbol en la radio, la verdad yo no entendía mucho del juego en aquellos años, pero solo de ver la emoción y el gusto de mi papá cuando los Saraperos ganaban un juego, me fui enamorando de los colores de mi equipo.

Hace cuatro años llegué a vivir a esta ciudad que hoy cumple 444, e inmediatamente me recibieron con una carnita asada, unos dulces de nuez y el pan de pulque que hoy más que nunca entiendo porque es famoso en el mundo entero. Hoy no puedo imaginar una tarde de lluvia sin una buena taza de café y un Mora Pan relleno de cajeta, nuez y piloncillo,

Hoy después de unos cuantos tropiezos, por fin entendí que en Saltillo, ir “para arriba” significa viajar al sur, y se “baja” hacia el Norte de la ciudad.

Hoy regreso a mi casa en Nava, a dormir forzosamente con el aire acondicionado puesto, porque en una noche de verano cualquiera seguimos a 35 grados a las 12 de la noche, y entiendo porque Saltillo es, en definitiva, la ciudad del clima ideal, con esos atardeceres de colores, el olor a tierra mojada y la brisa de la tarde que te obliga a traer siempre una chamarra en la cajuela del carro.

Así como la ciudad está rodeada por montañas que nos hacen tener una vista espectacular cada mañana, también yo fui rodeada de amistades y oportunidades personales y laborales. Encontré aquí un espacio en donde puedo desarrollar mis sueños y mis pasiones, en donde puedo convivir con mis amigos y pensar que todavía lo mejor está por venir.

Hoy Saltillo cumple 444 años y quiero darle las gracias a esta bella ciudad por adoptarme, por hacerme sentir como en casa y por tener el privilegio de poder vivir en la mejor ciudad de mi país.

¡Feliz Cumpleaños Saltillo!