Coahuila
Por
Ernesto Acosta
Publicado el sábado, 1 de febrero del 2025 a las 04:05
Saltillo, Coah.-El doctor Jesús Angel Padilla Gámez, director de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Coahuila, afirmó que por humanidad y por piedad, para no prolongar más el sufrimiento de los pacientes terminales, la eutanasia debe ser aprobada en México.
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Cuando se tiene la certeza científica, indudable, de que no existe en el pronóstico la posibilidad de mejora, creo que seríamos cómplices de la enfermedad en tratar de que por todos los medios se preserve la etapa del sufrimiento y eso debería ir en contra de nuestros principios humanos, sabiendo que no va a vivir, prolongarle el dolor”, indicó.
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Eso no estaría dentro de nuestra formación, no va en la conmiseración, no va en la piedad, no va en el principio de no dañar, primero no dañar, que es el principio hipocrático del acompañamiento a los pacientes, en ese momento representa una excepción y, por lo tanto, debiéramos, de abrazando la bata, de tratar de ofertarle una salida digna”.
Difícil decisión
En lo particular, el doctor indicó que preferiría nunca encontrarse en una situación así, reiterando que tiene una gran estima al personal médico que se encuentra en las áreas hospitalarias en las cuales hay crisis de vida o muerte en forma cotidiana.
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Ellos viven y sufren con sus pacientes, me refiero a los médicos de medicina crítica, de las áreas de terapia intensiva; viven día a día este suplicio ético y moral. No estamos diseñados, bajo ninguno de los preceptos del bien vivir, para cortar el hilo de vida a nadie, pero sí nos mueve la piedad para quien está sufriendo”, lamento, aseverando que “necesitamos un trabajo de reforzamiento ético, de acompañamiento y protección legal y de recurrir a la piedad de la religión para saber que no se está procediendo en forma negativa y que estamos haciendo un bien ante un mal inevitable”.
Afirmó que debería modificarse la Ley General de Salud y el Código Penal para autorizar la eutanasia en el país, y que los pacientes o familiares, por voluntad propia, decidan si se acogen a esa posibilidad.
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Debiera de generarse un marco legal para que a nuestros pacientes, que están próximos a despedirse, se les limite el estado de sufrimiento y dolor, cuando se garantice que no hay un punto de retorno, cuando se sepa que no hay posibilidades de mejora”.
Por ello, insistió, debe establecerse el marco regulatorio que autorice la eutanasia y que a la vez impida la posibilidad de que se cometan actos negligentes o irresponsables en la atención de los pacientes.
Éticamente correcto
En otros países, indicó el especialista, “de un nivel socioeconómico y de cultura avanzada”, aplican la eutanasia como un mecanismo de trato humano para los pacientes terminales, un tema en el cual México se ha rezagado: “Influye mucho la personalidad de nosotros los mexicanos, nuestra cultura, somos muy religiosos, lo cual no es malo, de hecho, debiéramos de ser más”.
Padilla Gámez señaló que es un tema sobre el cual se ha elaborado una gran cantidad de información con diferentes puntos de vista, en donde la religión considera al sufrimiento como una etapa de expiación de culpas para alcanzar un nuevo nivel de vida.
Vocacionalmente, dijo, el gremio médico está formado para evitar el dolor y acompañar a los pacientes en los peores momentos de su vida, sin embargo, llega un momento en que médicamente ya es imposible salvar la vida o quitar el dolor.
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Y si sabemos que el paciente es irrecuperable y que su nivel de sufrimiento es tan grande que ni con toda la farmacopea disponible podemos mejorar su estatus, una acción piadosa es terminar con el dolor, que es parte de nuestra vocación”, dijo.
El personal de salud enfrenta una encrucijada ética porque no pueden disponer legalmente de la vida de otras personas, dado que carecen de respaldo jurídico para aplicar la eutanasia; Padilla dijo que se trata de un dilema ético y legal fuerte para nosotros los médicos que, como estamos estructuralmente mentalizados para preservar la vida, pero para quitar el sufrimiento también”.
A lo largo de la historia se ha escrito sobre el suicidio asistido y la eutanasia de gente que ruega por terminar con su sufrimiento porque saben que no hay un mejor futuro y el sufrimiento es intolerable, un suplicio permanente.
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Ante esa solicitud, es doloroso acompañarles, es triste la imposibilidad que se tiene para darles calidad de vida, para recuperarlos del sufrimiento, para brindarles un mejor mañana. Tenemos entonces ante nosotros, en la sociedad, la necesidad de que se tomen en cuenta todas las posibles vertientes y enfoques de la eutanasia para que se asista a las personas con un sentido humanitario, con un apoyo religioso y con un respaldo legal”.
El reto como sociedad, enfatizó, consiste en dar respuesta a cada paciente de la forma más humanitaria posible.
Es un acto homicida, reprenden religiones
Para la Iglesia Católica, la eutanasia, que en la antigüedad significaba “muerte dulce”, ahora representa la acción u omisión para causar la muerte con el fin de eliminar cualquier dolor.
Además de los cuidados médicos, indica la religión, lo que necesita el enfermo es el amor, el calor humano y sobrenatural, con el que pueden y deben rodearlo todos aquellos que están cercanos, padres e hijos, médicos y enfermeros.
Mientras, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe redactó la Declaración para establecer que “nadie puede atentar contra la vida de un hombre inocente sin oponerse al amor de Dios hacia él, sin violar un derecho fundamental, irrenunciable e inalienable, sin cometer, por ello, un crimen de extrema gravedad”.
El documento indica que, según la doctrina cristiana, el dolor, sobre todo el de los últimos momentos de la vida, asume un significado particular en el plan salvífico de Dios; en efecto, es una participación en la Pasión de Cristo y una unión con el sacrificio redentor que Él ha ofrecido en obediencia a la voluntad del Padre.
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No debe, pues, maravillar si algunos cristianos desean moderar el uso de los analgésicos, para aceptar voluntariamente al menos, una parte de sus sufrimientos y asociarse así, de modo consciente, a los sufrimientos de Cristo Crucificado”.
Antecedentes
En la antigua Grecia, el Estado aprobó el “suicidio asistido”:
En Atenas y Ceos los magistrados disponían de veneno para aquellos que deseaban morir, quienes sólo necesitaban permiso oficial.
Determinaban que “si la existencia te resulta odiosa muere, si el destino te es adverso, bebe cicuta. Si la pena te abruma, abandona la vida. Dejad que el infeliz relate su desgracia. Dejad que el magistrado le proporcione el remedio para que él mismo pueda ponerle fin”.
Sócrates y Platón decían que las enfermedades incurables eran buenas razones para dejar de vivir.
Hipócrates describía al médico como un curandero al que se le exigía quitar el sufrimiento y rechazar todo tratamiento para quienes padecían enfermedades incurables.
Oficial
La Declaración Iura Et Bona sobre la Eutanasia, publicada en 1980 por El Vaticano, sostiene que:
Esta práctica representa un crimen contra la vida, que es un derecho fundamental, irrenunciable e inalienable y precisa que “nada ni nadie puede autorizar la muerte de un ser humano inocente, anciano, enfermo incurable o agonizante”.
Asimismo, “ninguna autoridad puede legítimamente imponerlo ni permitirlo. Se trata, en efecto, de una violación de la ley divina, de una ofensa a la dignidad de la persona humana, de un crimen contra la vida, de un atentado contra la humanidad”, indica el documento.
A nivel internacional
Diversos países han aprobado la eutanasia, también llamado “suicidio asistido”:
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