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Estado de silencio

Por Peniley Ramírez

Hace 2 meses

Hace más de cinco años, la agencia que representa al actor y productor Diego Luna le preguntó si estaba interesado en una historia sobre periodismo en México. Lo estaba, claro. Durante mucho tiempo, Luna y Gael García Bernal, su amigo y su socio en la productora La Corriente del Golfo, han estado interesados en historias que revelen la realidad de México, aun la más cruda. Pero el camino para financiar proyectos así no es sencillo.

Durante años, se reunieron con gente que podría financiar la historia o distribuirla. “Nos decían que tenían muchísimo interés. Yo estaba esperando a ver los grandes cheques para financiarnos. Nunca sucedió”, me dijo Luna. Primero, intentaron producir varios episodios sobre violencia y periodismo en México. Luego, optaron por un documental. Luna decidió correr con los gastos, con ayuda de la Fundación Ford y Luminate. Y el 16 de octubre de 2019, justo un día antes del Culiacanazo, grabaron la primera entrevista con Marcos Vizcarra, periodista de Reforma y Revista Espejo.

“Yo pensé que me entrevistaban como a otros periodistas, no que la película sería en parte sobre mí”, me dijo Vizcarra, mientras caminábamos por el barrio de Tribeca, en Nueva York. “Es difícil hacer una película sobre periodistas, porque están acostumbrados a volverse invisibles para ver las historias que cuentan”, me dijo más tarde Santiago Maza, director del documental, mientras yo moderaba el panel que siguió al estreno mundial del filme, en Tribeca.

Hacer una película sobre periodistas, en efecto, no es fácil. Esta, además, tiene otro reto. El foco no está en los éxitos y hallazgos, sino en las historias de cuatro reporteros que han visto sus vidas amenazadas. El filme refleja la batalla silenciosa, cruda, para sobrevivir. Los reporteros ahora son las historias. Dejan sus reportajes, sus fuentes, familias, mascotas, sus casas. Huyen para salvarse. En esa huida también se consumen, se deprimen, resisten.

El filme relata cómo Vizcarra trabaja en Sinaloa, cómo enfrenta las dificultades mentales de escribir sobre el dolor. Al otro lado del país, María de Jesús Peters y Juan de Dios García Davish documentan otra violencia, contra migrantes, desde Chiapas. Luego huyen. No les queda otro remedio. Ven cómo asesinan a otros periodistas, mientras tratan de adaptarse a su vida en un sitio que no conocen. En otro lugar, Jesús Medina se resigna a una vida lejos de sus árboles y de sus historias en la radio rural donde informaba.

El documental logra que quien lo vea empatice con estos periodistas, entienda su trabajo, vea la responsabilidad del gobierno y la sociedad en perpetuar esta violencia. Se habla de la soledad, de cómo el dolor del desplazamiento se afianza en el cuerpo, como si fuera un musgo que cala lentamente, cómo la violencia contra quienes reportan las historias nos afecta a todos, porque mutila el entendimiento de nuestra realidad.

“Yo era el único periodista en muchos kilómetros”, dice Medina en el documental. Otros reporteros describen cómo funcionan las zonas de silencio, donde el asesinato o la amenaza a un reportero afecta las historias que cuentan todos.

La película no se centra en los números: más de 164 periodistas asesinados desde el 2000, aunque plantea bien la dimensión del problema. El trabajo de Jan-Albert Hootsen, representante en México del Comité para la Protección de los Periodistas, muestra cómo los defensores de la prensa también están sobrepasados, como el Gobierno, con la abrumadora cantidad de amenazas, agresiones y asesinatos; cómo los mecanismos de ayuda no sirven y por qué hace falta que pongamos más atención al estado de la prensa en el país. El resultado de este trabajo de más de cinco años es Estado de silencio, un documental que se estrenó esta semana en Nueva York, Europa y México, en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara. Hay que ver esta película, no sólo porque muestra lo que debemos saber sobre el dolor y la resistencia de la prensa en México, sino porque logra hacerlo con humanidad y el rigor de los mejores reportajes.

Que el estado de silencio no continúe, que podamos conocer las historias que se necesitan contar, que entendamos el país en el que vivimos nos beneficia a todos. También nos toca a todos empujar para que las cosas cambien.

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