Siempre está dispuesta, nunca me dice que no. Sólo basta estirar el brazo para encontrarla. Está lista en todo momento, es amorosa y comprensiva, sugerente y orientadora. Pero más la disfruto en la soledad de mi cuarto.

La conocí cuando tenía 4 años. Tarde a tarde me esperaba en la casa de mis abuelitos José Santos y Lolita. Desde entonces todos los días está conmigo. Sólo cuando viajo la abandono, pero siempre vuelvo a ella con un sentimiento de culpa. Me aguarda dispuesta a aceptar mi regreso sin un reclamo.

Me despierta muy temprano, me acompaña mientras me aseo y consumo mis alimentos, luego va conmigo rumbo a mi trabajo y ahí se queda quietesita, hermosa y me permite algunas libertades, pues hago uso de ella con mucho respeto. De regreso a casa me anima el trayecto y una vez ahí sigue inseparable, la tengo en mi recámara, en el baño, en la cocina y en la oficina. Es decir, tengo cuatro (“chicas”) a mi servicio, soy muy afortunado. ¡Suertudote!

Y es que solamente veo menos de una hora la televisión al día. Parte del noticiero de la noche, parte de dos programas, uno de comediantes y otro de cantantes de música romántica, mientras voy a dormir. El sábado un rato el box, hasta cuando me da sueño. No sé ni en qué terminaron los peleadores.

Soy muy selectivo en cuanto a la radio local o regional. Sólo tres o cuatro emisoras llenan mis expectativas. Radio Concierto, Radio Tecnológico la estación de la Narro, legendaria XEKS. Prefiero la música romántica e instrumental, a la grupera, norteña o de banda (algunas veces melodías en inglés). Será por mi edad. No sé.

Por la mañana sintonizo a Chuchuy con su noticiero. Me place escuchar al periodista que es. En el resto del día Radio Concierto o la XESJ, donde me formé o la XEKS. Por la tarde me gustaba mucho el estilo de decir las noticias de Félix Alegría, el discípulo que superó al maestro, pero por mucho.

No me perdía el programa romántico del “profe” Zamora por Radio Coahuila, así como el de Enrique Kerlegan, que combina comentarios del beisbol con la música del recuerdo; y escucho al maestro Miguel Ángel Arizpe Cordero y Corazón Bohemio de mi querido amigo Gerardo Herrera Ramírez, (no me lo pierdo), con quien platico sin que él se dé cuenta y discuto en buen tono con él respecto a cantantes, compositores e historia de las canciones. A veces no estoy de acuerdo con lo que indica y me dirijo al radio, como si me escuchara.

Mi esposa, me pregunta:
–¿Pues con quién hablas?
–Con Gerardo Herrera Ramírez.
–¿A poco está en la casa?
–No, está en la radio.
–¡Estás más loco que una chiva!

Los miércoles por la noche escucho a Marco Antonio Aguirre por Stéreo Saltillo. Los fines de semana no me perdía Sabadito Lindo con Armando Fuentes Aguirre y Miguel Ángel Arizpe Cordero. Luego le sigo con Enrique García del Bosque, ahí mismo por Radio Concierto.

Como verán, soy un adicto a la radio. Después de todo está hecha para los solitarios como yo, o los que viven en sitios alejados.

A diferencia de la televisión que te obliga con terquedad a mirar hacia una misma dirección y exige la presencia de todo tu cuerpo, la radio está en todas partes.

La radio no se enoja cuando nos distraemos, sino que tiene el tacto de comenzar en el momento en que la encendemos.

Las personas sólo necesitan la radio porque sólo ella puede llenar enormes espacios vacíos que albergan hasta los departamentos más diminutos. Puedes hacer cualquier cosa y no te distraes.

La radio, como un ángel de la guarda, omnipresente pero modesta y sencilla, te sigue (te cuida) pacientemente. Calma nuestras soledades, suaviza nuestras preocupaciones y es capaz de acompañarnos por largos trayectos, mientras manejamos el auto entre una ciudad y otra, sin ninguna resistencia. Es muy comprensiva.

La radio es mi novia, mi esposa, mi amiga, mi amante.