El día de hoy se puede presentar un escenario kafkiano en el Senado de la República: con 85 votos a favor y 43 en contra, unos festejarán profusamente la aprobación de la reforma al Poder Judicial, y otros festejarán profusamente haber frenado el intento de mayoría calificada en el mismo lugar entre una guerra de porras y mantas, probablemente de madrugada, llegando así al culmen de la polarización que por lo menos oficialmente inició el 1 de diciembre de 2018 en el país.
No se trata de quién grita más fuerte o más rápido agandalle. Ni siquiera es un asunto de interpretación del requisito para validar una reforma a la Constitución para saber quién tendría la razón, aunque la dinámica de reducir al absurdo cada tema de la vida pública ya es demencial.
Existen 128 escaños, de los cuales 66 pertenecen a Morena, 13 al Partido Verde y 6 al PT. Es decir, al bloque oficialista. De la oposición, en cambio, son 22 del PAN, 16 del PRI, y 5 de Movimiento Ciudadano.
Dos terceras partes del número total de votos que se requieren en este caso equivalen al 66.66 por ciento. Los 85 legisladores de la 4T, por tanto, representan el 66.40 por ciento. No les alcanza, tan sencillo como eso. Se baja el cero y no contiene.
La Corte incluso ha resuelto en 2021 que no puede adoptarse una “aproximación por defecto”, sino que debe “acogerse una por exceso que se ajuste al entero inmediato superior”. Dicho de otra forma: el redondeo es hacia arriba y con pilón. No hacia abajo. “Por razones de índole funcional, numéricas y de protección de los principios democráticos”.
En 2017 y en 2020 también había sentado precedente legal. Inclusive, el Sistema de Información Legislativa de la Secretaría de Gobernación, con base en el Reglamento del Senado y la Ley Orgánica del Congreso, estima en 86 legisladores la mayoría calificada.
Poco después de la votación en la Cámara de Diputados, y luego de haber sumado dos senadores del PRD antes de su reunión plenaria como grupo parlamentario (83+2), los capitanes de Morena deslizaron la idea de que 85 son suficientes y no necesitan más.
Interpretando a contrario sensu, dicha revelación evidencia el fracaso de la negociación política parlamentaria y la incapacidad para llegar a acuerdos como esencia. Al respecto han sido denunciados intentos de imposición y cooptación, extorsión y amenaza. La ausencia de política, a secas.
Y es, en el fondo, un ejercicio de gaslighting (luz de gas). En otras palabras, el abuso psicológico que hace cuestionar su propia realidad a alguien. Hacernos creer que aquello que podemos verificar y comprobar de manera exacta y científica no existe, pues estamos equivocados. Toda una vida en el error.
Generando controversia donde no la hay, y convertido en un Herodes moderno, Adán Augusto, líder de la facción, argumentó que se pueden fraccionar senadores para conseguir la cifra deseada: el legislador 86. Realismo mágico (aunque, en este caso, sería trágico).
Por lo demás, deliberadamente convirtieron la coartada en un asunto de reconsideración. Apenas el jueves Fernández Noroña, presidente del Senado, dijo que requerían 86. Cuatro días después que 85. El anterior presidente de la Junta de Gobierno, Ricardo Monreal, afirmó lo mismo en su día (2022): se necesitan 86. Hoy también pone en duda la cantidad mencionada.
No existe la mínima decencia. Es burlarse de la inteligencia colectiva con un descaro pocas veces visto en la política nacional (y vaya que ahí han ocurrido cosas en la historia).
Los varones de Morena se montan en su macho y de ahí nos los bajan. La intransigencia de su líder permea. Si en Venezuela por decreto adelantan la Navidad a octubre, en México reinventan a Pitágoras con la mano en la cintura.
Cortita y al pie
La 4T no es la causa sino la consecuencia de un problema social más profundo: la masa enfurecida y las políticas de identidad a nivel mundial. Gracias a él llegaron al poder y lo mantienen aún sin resultados que ofrecer más allá de los 3 mil pesos mensuales en la cuenta de un número indeterminado de personas, estimado en 25 millones (que por supuesto no es poca cosa y significa la base donde descansa la pirámide de la autocracia en ciernes).
Un voto representa para el grupo en el poder un cheque en blanco que pueden usar como mandato de las urnas, aún cuando nadie se los trasfirió con esa voluntad y conocimiento de causa.
La última y nos vamos
“Qué tanto es tantito”. “Total, qué más da”. “Es lo mismo, todos son iguales”. Y demás frases que recuerdan la ignominia colectiva y la despolitización en que vivimos a propósito del intento de reforma per-judicial, que no al Poder Judicial.
Así empezaron en Venezuela y acumulan ya 25 años sin poder sacudirse al Chavismo; entre pobreza alimentaria, inseguridad y la migración forzada de 8 millones de personas, además de sus líderes políticos de oposición exiliados en Madrid, España. Su dictador no abandona el poder ni cuando pierde 7 a 3 las elecciones ‘democráticas’.
Hace seis años mencionar los riesgos de la 4T por anticipado parecía exagerado. Actualmente, con evidencia empírica, no hacerlo es criminal.
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