Días de nostalgia.
Días donde los recuerdos nos llenan de lágrimas y nos percibimos más sensibles. Se siente más la carga pesada de extrañar a esa persona que hoy no me es posible abrazar físicamente, pero que la abrazo constantemente y cada día entre mis pensamientos.
Estos días esas fibras sensibles nos recuerdan que la vida es frágil y que somos instantes. Que por eso hay que vivir al máximo el día a día, porque la vida pasa. Y porque la vida que más solemos extrañar es ese café compartido, ese día ordinario, ese tiempo que se nos dio. Porque esos recuerdos vividos que llenan el alma son los que nos sostienen cuando nos tocan vivir dolores del alma, como cuando perdemos a alguien.
Estos días, en los que pienso más en esos momentos vividos llenos de abrazos, de cariño, de recuerdos, son muchas de las piezas del rompecabezas de mi historia, que han dado alegría y luz a la persona que soy, a mi esencia, desdibujando mis versiones.
Hoy sé con certeza que cuando nos descubre una pérdida, se nos afloran emociones que muchas veces nos es difícil interpretar, surgen emociones incompletas que nos cuesta verbalizar y darles salida.
Nos acompañan preguntas que nuestra mente no sabe contestar… y esos cuestionamientos nos detienen y nos llevan a abocarnos a buscar respuestas. ¿Por qué se va la gente buena? ¿Por qué el tiempo es corto? ¿Por qué suceden así las cosas? ¿Por qué, por qué, por qué?
Qué difícil es desapegarnos de los seres que queremos. Nunca es fácil.
El proceso de comprender la muerte y abrazar el dolor es propio, es individual e incomparable. Pero hacia allá vamos. Hemos de mirar la vida, hemos de vivir en el aquí pero con esa mirada eterna, buscando regar pedacitos de bondad. Procuremos que ese paso sea para ir sembrando semillas de amor, de luz, de conciencia. Comprendiendo que ese es el legado que construimos… un legado que no se compra, que no es material, que no tiene precio. Un legado que habla del alma, y que ese que cambia corazones, es el que hace que tu paso por la vida haya valido la pena.
En Tanatologia he aprendido el término entrañar. Gaby mi maestra me enseñó que Sí llegamos a entrañar en nosotros, ese amor, ese legado que nos deja esa persona que hoy ya no está, y que de esa forma el paso de su vida en la nuestra sigue cosechando tanto compartido. Hoy más que extrañar, que nuestra intención sea entrañar. Recordar desde el amor y con gratitud, tanto que nos ha dado su existencia y el haber sido una caricia al alma.
Ojalá aprendamos a vivir con nuestras pérdidas, entrañar con sabiduría sobre cómo queremos vivir, comprendiendo que la vida está en lo simple, y que sólo se trata de vivir. Y que Dios es así de simple, se deja ver por todos lados. No la gastes odiando, con miedos, con rencores. No tienes que vivir una vida extraordinaria, pero sí hacer eso ordinario lleno de amor.
Como dirían en la cultura oriental…
“Cosa extraña el hombre: nacer no pide, vivir no sabe, morir no quiere”.
Pero qué duro es aprender tarde la lección, que la vida es un suspiro.
El ayer no regresa. El café se enfría. Los hijos crecen. La piel se arruga.
El corazón se endurece si permitimos recargarlo de rencor, enojos insensatos, falta de humildad y falta de perdón. Y es así cómo el alma se carga de recuerdos, amorosos y dolorosos, con una maleta de heridas. Y recordamos que sólo nosotros tenemos el poder de elegir qué cargar en tu maleta. Si deseas cargarla de lo bonito o con una maleta pesada de enojo, de resentimiento, del “me hicieron”.
Ese es el eco de los que hoy ya no están.
El verdadero legado que nos dejan…
Hoy regala un momento a su memoria para entrañar su vida, su amor compartido, su entrega, y desde el corazón lleno de gratitud celebra haberlos tenido y que estén dentro de ti en cada memoria, en cada recuerdo y en cada parte de ti e historias compartidas. Hoy mando un beso al cielo a todos los que cada día nos acompañan. Los que nos siguen en el camino para cuidarnos.
Mando un beso a todos los que un día se fueron sin querer irse, pero se quedaron para siempre.
A los que nos miran desde allí arriba, y nos enseñan que, incluso desde lejos, se puede estar.
Mando un beso a los que nos llenaron el baúl de recuerdos, y a día de hoy nos hacen más felices con cada uno de ellos. A los que querríamos abrazar de nuevo. Mando un beso a los que nos dieron una lección de vida, y nos enseñaron a disfrutar de cada ratito. A los que, desde arriba, nos recuerdan que siguen aquí. Hoy mando un beso al cielo, por todo lo vivido con ellos, por cada abrazo, cada risa y cada beso. Por todos los ‘te quiero’, y por todos esos momentos que tenemos grabados en la retina para siempre. Hoy les mando un beso a ellos, a los que cada día echamos de menos. Y a los que no olvidaremos jamás. (A.D.)
Porque mi vida es gracias a sus esfuerzos, sus entregas, sus renuncias, sus enseñanzas… elijo honrarles y al aferrarme a la vida, viviéndola al máximo, agradeciendo tanto que nos dieron cada día de su vida…
Y disfruto recordar desde el amor, y que cada vocecita de mis hijos me recuerde… Mamá, ¿quién era él o ella para ti? ¿Cómo era?
Ahí te entraño.
Más sobre esta sección Más en Coahuila