Cuando hallaron a Elián González, náufrago frente a las costas de Florida, no sabía que su caso también marcaría mi vida. Elián es aquel niño cubano que sobrevivió solo en el mar. Tenía 5 años. Su madre y otros balseros habían embarcado en secreto desde Cuba. Intentaban llegar a las costas de Florida. No lo consiguieron.
La balsa en la que viajaban se hundió. Casi todos los viajeros se ahogaron. Antes de perderse en el océano, Elizabeth, la mamá de Elián, logró amarrarlo a una cámara de automóvil. El niño navegó solo más de 50 kilómetros, hasta que dos hombres que pescaban mahi mahi lo rescataron, casi inconsciente, frente a las costas de Florida.
En aquellos días, una ley estadunidense marcaba: “si un cubano toca tierra de EU tiene derecho a residencia legal. Si las autoridades lo interceptan antes, debe ser deportado”. Elián nunca tocó tierra por sí mismo, sino en un navío de la guardia costera estadunidense. Y esta diferencia marcó quizá el caso de custodia familiar más conocido en el mundo en el último cuarto de siglo.
Cuando Elián se convirtió en noticia, yo vivía en Cuba. Tenía 12 años. Igual que él, crecí empacando y desempacando mis juguetes y ropa, para viajar entre la casa de mi madre y mi padre, que se divorciaron cuando yo era una bebé. Y también, como Elián, uno de mis padres había decidido vivir fuera de Cuba.
Un día de 1998, mi padre me contó un secreto: viajaría a Florida como parte de una misión oficial del Gobierno, en su trabajo como entrenador del equipo nacional de clavados de Cuba. Y no volvería. Si yo revelaba sus intenciones, el Gobierno cubano podría impedir el viaje, o apresar a mi padre.
No dije nada. Me despedí de él, como tantas veces, cuando viajaba por el mundo para asistir a competencias oficiales y volvía en pocas semanas. No sabía entonces que transcurrirían ocho años antes de que volviera a abrazarlo.
Cuando no volvió a Cuba, el Gobierno cubano clasificó a mi padre como “un traidor”. Como consecuencia, sus hijos no podían salir de la isla. Debíamos cumplir allí unos años de “castigo”.
Con Elián, fue todo lo contrario. Tras el rescate, el Gobierno de EU otorgó cuidado temporal de Elián a la familia de su padre, en Miami. Horas más tarde, el Gobierno cubano envió una advertencia: el padre de Elián lo quería de regreso en Cuba, como su familiar directo vivo más cercano, para seguir viviendo en la isla.
Desde Miami, mi padre estaba indignado. El mismo Gobierno cubano, que le impedía reunirse con nosotros, libraba una batalla geopolítica para reunir a Elián con su padre, en Cuba.
En los últimos meses, he investigado los detalles de ese conflicto por la custodia de Elián y su regreso a Cuba, en el 2000. He entrevistado a protagonistas, quienes litigaron el caso, lo investigaron y sufrieron consecuencias políticas a raíz de él. Y también, por primera vez en mi carrera, he entrevistado a mi familia. Le he preguntado a mi padre, mi hermano, mi madrastra, cómo la separación familiar impactó sus vidas, por qué el caso de Elián, y el mío, es el caso de millones de cubanos.
He entendido por qué este no es sólo un conflicto de hace 25 años. Sólo entre 2022 y 2023, más de un millón de cubanos ha salido de Cuba, el 10% de la población del país. Y hemos salido porque no hay libertad de expresión ni de prensa, porque criticar al Gobierno puede significar años de cárcel, no hay órganos democráticos, ni un Poder Judicial independiente, porque hay un partido único y un Congreso que es solo una extensión del Ejecutivo, porque las elecciones son una pantomima, porque el Gobierno está controlado por un grupo de militares que deciden sobre casi todo, porque es ilegal decir lo que piensas, incluso criticar los precios altos en el supermercado y, por supuesto, al Presidente.
Todo este trabajo es parte de un podcast que conduzco y se estrenó esta semana. Chess Piece: The Elián González Story cuenta la historia de Elián González, la mía y la de millones de cubanos también marcados por la separación familiar. Y sobre todo, cuenta por qué vale la pena mirar a Cuba hoy, entender lo que ha sucedido allí en las últimas décadas, la influencia ideológica y política que Cuba sigue teniendo en nuestra región y qué pasa cuando en un país todo termina bajo la influencia del Gobierno, hasta la relación entre un padre y su hija.
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