Coahuila
Hace 4 semanas
Una presunta indignación -genuina en algunos casos, de dientes para afuera en otros y con el ánimo de aportar sus dos centavos al tema de moda- se cierne sobre Saltillo: luego de un accidente automovilístico que paralizó durante cuatro horas (en lunes de 6 a 10 de la mañana) la principal vía de la ciudad ante la tardanza pericial para realizar el levantamiento del cuerpo de un motociclista atropellado, la opinión pública descubrió que somos, esencialmente, una sociedad inhumana. Vaya novedad.
No pasa desapercibida la cantidad de motoristas muertos en accidentes de tránsito en lo que va de 2024. Un conteo elaborado por quien esto escribe con base en reportes periodísticos, estima en 42 fallecidos la cantidad a 65 días de finalizar el año. Lo mismo en vías principales que secundarias, al interior de colonias, con el transporte público involucrado, y en los cuatro puntos cardinales del Municipio.
Se ha dicho aquí antes: el saltillense siempre tiene prisa por llegar a ninguna parte. Egoísmo que se confunde con competitividad.
La semana pasada, en este mismo espacio, se habló de la batalla cultural por convertir al “norteñismo” a una sociedad que se asemeja más al Chúntaro Style. Un factor exógeno, de supremacía estética. Hoy, en cambio, desarrollaré otro fenómeno que ocurre puertas adentro en la capital de Coahuila, a propósito del caso que nos ocupa: la percepción que de sí mismo -y de sus congéneres- tiene el saltillense. Un factor intrínseco.
Si bien X, antes Twitter, es en ocasiones un espacio de toxicidad que destruye la capacidad para empatizar, como uno de los pioneros de la realidad virtual, Jaron Lanier, explica en su libro Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato (Debate, 2018), es también un medio que permite identificar patrones de conducta en un círculo de interacciones determinado.
No es la verdad única, ni siquiera una plaza pública. Pero sí un termómetro para medir el ánimo social, así sea exacerbado debido al anonimato que permite participar de forma desinhibida.
Ahora bien, ser atrevido como fórmula de la viralidad para obtener recompensas (visualizaciones y likes a lo publicado) a veces ronda la frontera con ser abusivo. Cruel. Es ahí donde se empatan el hambre y las ganas de comer. O lo que es lo mismo: la idiosincrasia del saltillense y su visión del entorno.
Los comentarios a las noticias policiacas que suelen publicar los saltillenses en una popular cuenta especializada en la materia, constituyen un retablo muy interesante para entender la psique del habitante de la ciudad.
Sin exponer los nombres de usuario, pues no es el individuo lo interesante sino su sentir, aquí un compendio en un párrafo:
“Un motosimio menos. Excelente noticia”. “Ahora resulta que tenemos que cuidar a los que no saben manejar una moto”. “Los coches no son para las simias”. “Puro pinche sangresucia, bestia de carga que ni bautizado ha de estar”. “Un pendejo menos”. “Pinches motonetos están bien pendejos y ese es el premio a su estupidez, tampoco quieran defenderlos”. “Vieja pendeja y todavía por su falta de ácido fólico le toca pagar al de la moto”. “Ojalá tableen al pendejo del Tsuru, pinche naquito”. “Una prueba más de que 85% de los conductores de esta ciudad son unas mierdas HDSRPM”. “Puro jumento al volante bendito pueblo bicicletero”. “En este rancho hay cada imbécil que agarra el carro. A huevo quieren ganarle el paso a todo, trenes, ambulancias, etc.”. “Ojalá al trailero se lo haya cargado su ‘inche máuser’, son puro cricoso asqueroso, por eso hacen estas mamadas”. “De por sí se hace tráfico y estos estúpidos haciendo más”. “Hasta parece que para tener moto deben ser pendejos”. “Otro Kevin que se creía de hule”. “Un mono loco menos. Luego andan llorando que se matan estos idiotas pero nunca los educan”. “Chamaco pendejo qué bueno que se murió para que no se reproduzca”.
No son trolls ni bots con algún interés político en particular, sino personas opinando sobre otras personas.
La convivencia es difícil. Agreste. El aumento exponencial del padrón vehicular en los últimos 10 años no ayuda. Y no es un prejuicio personal, sino la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana del INEGI, misma que se difunde de manera trimestral. Saltillo es uno de los 90 municipios del país encuestados en el apartado “población de 18 años y más que tuvo algún conflicto o enfrentamiento, de manera directa, con familiares, vecinos, compañeros de trabajo o escuela, establecimientos o autoridades de gobierno”. En ese renglón inició 2024 no sólo por encima de la media nacional, sino que sólo seis ciudades del país, además de 10 de 16 delegaciones de la CDMX, le superan.
Si bien en las siguientes dos mediciones del año hasta el momento redujo el porcentaje, este sigue siendo superior a Fresnillo, Tapachula, Chilpancingo, o Culiacán, azoladas por el crimen organizado.
Irónicamente, mientras la percepción sobre inseguridad -basada en delitos de alto impacto- ubica a Saltillo en una posición de privilegio, la gente no se tolera entre sí.
Cortita y al pie
En el fondo el asunto que da pie a esta columna es la supremacía del automóvil en territorio urbano. En la zona del accidente que detuvo la circulación por espacio de cuatro horas hay cinco diferentes concesionarias de vehículos: Hyundai, Toyota, Nissan, Renault y Honda. A banda y banda del bulevar. Metros más adelante hay otras cuatro agencias: Chirey, Jac, Omoda|Jaecoo, y Kia. El cuerpo quedó tendido justo ahí, en un punto intermedio de la explanada del mall del coche para mayor claridad, por si acaso no se entiende todavía cuál es el problema en la ciudad. En un tramo de alta velocidad y puentes que incitan a correr, donde no existe ninguna posibilidad para transitar de otra forma.
La última y nos vamos
Al día de hoy la Fiscalía (sin titular y con encargado del despacho) que tardó cuatro horas en atender in situ no tiene resuelta la causa del homicidio ni responsabilidades fincadas.
Por lo demás, ¿habría la misma irritación social si el incidente hubiese ocurrido en otro sector de Saltillo, concretamente al sur?
No lo creo.
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