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Coahuila

‘El Saltillense’

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 1 mes

Detenía el tiempo, creaba drama con intensidad, podrían ser no sólo toros o toreros, sino cualquier otro elemento. Es la cultura que alcanza la tauromaquia cuando un artista es capaz de sentir las resonancias liberadoras del verdadero arte”.
Louis Favvelson

Crítico neoyorquino

Su pasión era el toreo o la Fiesta Brava, como se le denomina a este ejercicio que para unos es un arte y para otros una barbarie. Armando Rosales Gámez, “El Saltillense” nació para dominar a los cornúpetas en la antigua maestranza (lugar de sacrificios de reses), de la colonia González de Saltillo. El matadero o el rastro llamó siempre la atención al niño Armando y luego sería testigo de sus “tauroemociones”, pues ahí practicó por primera vez el llamado arte de Cucharees. El lugar también fue testigo de la muerte su abuelo materno, quien toreando un enorme burel fue alcanzado por el animal que le provocó un estallamiento de cráneo y murió a las cinco de la mañana del día siguiente. Los tíos de Armando eran carniceros y matanceros, entre otros, Serapio, Santiago, Silvestre Gámez; los hijos de ellos también fueron trabajadores de la maestranza. Desde que vio en el centro al primer toro, tendría unos cuatro años de edad, Armando supo que de por vida iba a estar ligado a este llamado arte, pues tras más de 25 años en los ruedos como activo torero, no se retira y decide “capotear” con su magnífico lente las estampas más bellas y artísticas de esa Fiesta Brava, tan castiza como la Plaza de Alcalá de Henares.

Aún no terminaba la primaria y ya conocía la plaza de toros Fermín Espinoza. Ahí, unos 20 chiquillos como él, tomaban clases de tauromaquia, dirigidos por “El Chino” Han.

Prácticamente la plaza de toros fue como su segunda casa. En esa época llega a Saltillo Don Víctor Pastor, quien comandaba la cuadrilla bufa cómica taurina “La Familia Burrón”. Armando era el más chaparro y el empresario, con una gran visión, lo invita a hacer el personaje de Don Regino Burrón. Así fue como realizó una extensa y amplia gira por el país y Estados Unidos y, a medio espectáculo, se disfrazaban de La Familia Burrón. Toreó siete temporadas seguidas en la Plaza Guadalupe (ahora Eloy Cavazos de Guadalupe), en Nuevo León. En el mismo coso de sus enseñanzas se lanzó de “espontáneo” al ruedo, sin estar programado, en una corrida que encabezaba el esteta Alfredo Leal, con enormes toros de Xajay. Fue tanto el éxito del chamaco con el capote que los aficionados le arrojaron gran cantidad de dinero. Después debutaría en el más importante coso de la torería nacional y quizá de América Latina, La Plaza México. Ahí sobrevino un brutal accidente. El 16 de agosto de 1970, un burel le extrajo el ojo derecho de un puntazo (con el cuerno, lógicamente). Se vinieron los problemas y tuvieron que pasar 10 años para volver a presentarse en México. Y entonces tuvo que irse a los llamados “novenarios” a diferentes estados del centro del país, donde realmente la vida no vale nada, pues te echan toros ya muy “toreados” y cebúes de gran cornamenta; son festividades que se inician en septiembre y terminan en marzo del siguiente año. Regresa a la Plaza México, donde cortó una oreja. En agosto de 1979 torea de luces y posteriormente viene la decisión de tomar la alternativa. Tarde gloriosa donde “El Saltillense” impuso todo un récord jamás superado por torero alguno: cortó en cuatro orejas y un rabo. Su padrino fue “Chucho” Solórzano y de testigo el maestro de Saltillo, Fermín Espinosa.

La fotografía taurina

Era tal su intuición fotográfica que su cámara, “cual capote taurino” invitaba al burel a posar bajo la guía del propio torero en el redondel.

Una vez retirado como torero, El Saltillense toma otro instrumento: la cámara fotográfica para plasmar bellas y artísticas estampas taurinas que le dieron prestigio a nivel internacional. Fue uno de los fotógrafos taurinos más famosos del país. La experiencia en el arte de la tauromaquia le permite conocer la sicología del toro y además ubicar el momento preciso de un bello e impresionante lance del torero con el burel. Tenía una sensibilidad muy especial para la fotografía taurina.

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