Andrés Manuel López Obrador ha estado cuatro meses fuera de escena, mas no del discurso oficial, del debate político ni del imaginario colectivo. El expresidente consiguió lo que ninguno de sus últimos predecesores: dejar el poder sin escándalos y con una aprobación del 77%. El apoyo se concentra en tres segmentos: los mayores 65 años (87%), los menores de 34 (alrededor del 80%) y las mujeres (78%), dice la encuesta de Enkoll para El País y W Radio levantada el último mes del sexenio obradorista (24.09.24). AMLO se retiró con esos números a su rancho de Palenque, Chiapas, después de entregar el mando a Claudia Sheinbaum.
AMLO no ha hecho apariciones públicas desde entonces ni respondido las críticas de sus detractores permanentes. Su sitio oficial se detuvo el 1 de octubre. El vacío del caudillo lo llena la presidenta Sheinbaum. Los líderes del Congreso y de Morena hacen su parte. Frente a las acusaciones de los partidos de oposición y algunas organizaciones civiles, en el sentido de que el precursor de la 4T intervino en la designación de Rosario Piedra Ibarra para un segundo periodo en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), Sheinbaum ironizó:
“Ahora resulta que desde Palenque, López Obrador está dictándole a los senadores quién va a ser la presidenta de la CNDH. Ya se retiró de la vida pública, está escribiendo su libro, está en otras tareas de la transformación. ¿Ustedes creen que de veras le interese, desde Palenque, estar pensando quién va a ser la presidenta de la CNDH”, replicó en la rueda de prensa del 14 de noviembre. “Déjenlo descansar en Palenque, tranquilo”. Piedra es la sexta defensora de los derechos humanos nombrada por el Senado, desde la creación de esa figura en 1990, y la segunda en ser reelecta después de José Luis Soberanes.
Contrario a otros exmandatarios, que luego de la transmisión del poder daban audiencias y recibían comisiones en sus despachos particulares, López Obrador se despidió en Chiapas. “Me voy a retirar y voy a venir a vivir aquí, a Palenque, y quiero que hagamos un acuerdo, un compromiso. Nada de que ‘es que, Andrés Manuel, quiero hablar contigo’”. La primera gira de la presidenta Sheinbaum fue por Tabasco, tierra de AMLO, donde declaró: “Él cerró su ciclo, terminó su Gobierno; y no crean que dejó de luchar porque él sigue luchando, su vida es eso: luchar por su pueblo. (…) siempre dijo que la lucha es pensamiento y acción, y después de tantos años de recorrer el país, él tuvo mucha acción y pensamiento, ahora se está dedicado al pensamiento” (La Jornada, 18.09.24).
La mayoría de las veces, AMLO hizo quedar mal a sus adversarios. Su Gobierno no resolvió el estancamiento secular ni los rezagos sociales. La violencia aumentó y en el sistema de salud las deficiencias persistieron. Sin embargo, no entregó el país en crisis ni buscó reelegirse. Tampoco expropió empresas ni implantó el “comunismo” como anunciaron los catastrofistas. De haber sido así, Morena no habría ganado por segunda vez la Presidencia con la votación más alta en la historia de México. Sheinbaum celebró su primera charla telefónica con el entonces Presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, el 8 de noviembre pasado.
Tras felicitarse mutuamente por sus respectivos triunfos y abordar de refilón temas como el migratorio, surgió un nombre inesperado. “(Trump) aprovechó para pedir que le enviara saludos al presidente López Obrador, con quien había tenido muy buena relación”, informó la Presidenta en la mañanera del mismo día. Los adversarios de la Cuarta Transformación festinaron que Trump sería el antídoto contra AMLO y Morena. También se equivocaron. La tarea de lidiar con el barbaján toca ahora a Sheinbaum y a su equipo.
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