Saltillo
Por
Maru Valencia
Publicado el domingo, 30 de marzo del 2025 a las 04:00
Saltillo, Coah.- Eran tiempos de cambios profundos y decisivos para Saltillo, México y el mundo.
Las fuerzas políticas seguían midiendo su poderío; reyes y presidentes querían expandirse por territorios lejanos, y cada quien peleaba por sus propias causas: colonias europeas en América, estadounidenses luchando entre ellos por la libertad, mexicanos recuperándose de la pérdida del territorio, y la ciudad estaba a punto de ser protagonista de un momento histórico.
Napoleón III buscaba a toda costa que Francia se estableciera en México para adueñarse de su riqueza y hacerle competencia a Estados Unidos; Abraham Lincoln encabezaba la Guerra de Secesión para abolir la esclavitud, y Benito Juárez viajaba por toda la República con los Archivos de la Nación.
Era 1861, la Guerra de Reforma se estaba terminando, los mexicanos estaban divididos en conservadores y liberales, y los franceses invadieron el país con la excusa de cobrar la deuda; el coahuiltexano Ignacio Zaragoza llevó al Ejército a la épica victoria de la Batalla del 5 de mayo de 1862… pero no fue suficiente.
Los franceses ganaban varias ciudades mientras los conservadores viajaban a Europa a buscar a alguien dispuesto a instaurar el Segundo Imperio, y encontraron a Maximiliano de Habsburgo, quien renunció a su título hereditario de archiduque del imperio austriaco.
La tensión crecía y a Juárez le pisaban los talones, por lo que el 31 de mayo de 1863 convocó a una Sesión Solemne que terminó en el Zócalo capitalino ante miles de mexicanos, y partió al norte con 300 soldados y 11 carretas que contenían los poderes de México.
El Presidente estaba decidido pero necesitaba una inspiración, así que pidió a la caravana entrar a Dolores Hidalgo, Guanajuato, y se detuvo en la casa de Miguel Hidalgo, a quien admiraba profundamente, y fue ahí donde, quizá, decidió dirigirse a Saltillo, la última ciudad en donde vivió el Padre de la Patria antes de su aprehensión en Acatita de Baján, Coahuila.
Juárez envió a su esposa Margarita Maza, a sus cinco hijas y a su yerno, Pedro Santacilia, a Saltillo, quienes llegaron el 29 de noviembre de 1863 a la casona de estilo virreinal, con habitaciones en torno al patio central, construida desde la mitad del siglo 16.
El Benemérito llegó a la ciudad el 9 de enero de 1864.
“ Era un caserón antiguo de adobe, como eran todas las casas de Saltillo”, explica Conrado Charles Medina, coordinador editorial de la Revista del Colegio Coahuilense de Escritores.
“ La parte frontal, lo que conocemos como Recinto de Juárez, era la base habitacional, especulamos en qué lugar pudo estar don Benito, porque suponemos que a la entrada del Recinto estaba la guardia que cuidaba la integridad de la familia”.
Aquí, en esta casa maltratada que hoy pasa desapercibida en la cotidianidad, Juárez protegió los documentos que contenían la historia y la identidad de México: la presencia testimonial que daba vida a la nación.
Y hasta aquí también vinieron los gobernadores de Zacatecas, Guanajuato y Aguascalientes, a pedirle al Presidente que renunciara, porque sólo así los franceses abandonarían el territorio.
“ Vinieron comisionados a pedirle en voz propia: ‘oiga don Benito, fíjese que estamos en peligro, si usted renuncia se van los franceses’, y don Benito les dijo: ‘en horas aciagas para el país, cuando el pueblo me ha dado una encomienda, me es imposible aceptar lo que ustedes me proponen, yo seguiré defendiendo lo que el pueblo me encomendó”, detalla.
“ Este Recinto también se convirtió en Palacio Legislativo, aquí sesionaron diputados y senadores, vinieron los que conforman las cámaras Alta y Baja, los diputados federales y los senadores del país, aquí vinieron a buscar estrategias y a buscar recursos para seguir defendiendo la nación, aquí en esta casa sucedió todo eso”, subraya el historiador.
Benito Juárez vivió en Saltillo del 9 de enero al 3 de abril de 1864, aquí recibió las noticias del Imperio, que Maximiliano estaba ya camino a México, que los conservadores ganaban territorio, que el papa Pío IX lo odiaba por las leyes de Reforma; pero también en esta casa pasó momentos felices en familia, con sus cinco hijas y Margarita esperando a quien sería su único hijo varón.
Podemos imaginarlos pasando el frío invierno saltillense y celebrando el cumpleaños del Benemérito en el patio central, entre las campanadas de la Catedral y el sonido de las carretas.
“ Está catalogado como monumento histórico, pero las autoridades no han puesto un poquito de atención, o un mucho de atención, en la restauración de este monumento, porque sí debería tener la importancia que se le debe de dar, pero desafortunadamente no lo tiene; ahí se pueden ver los andamios, cómo está en deterioro, no sé si pertenezca a algún rubro de una partida que se destine, porque muchos recursos antes eran gobiernos federales, no sé si porque haya un gobierno, muy ajeno al nuestro”, comenta.
Quizá sea difícil de creer, pero el Recinto de Juárez está catalogado como monumento histórico, no por su antigüedad y belleza, sino porque aquí, en esta casa, el Benemérito de las Américas firmó el Decreto que dispuso la separación de Coahuila y Nuevo León.
“Benito Juárez declaró la separación de Coahuila y Nuevo León, decretó que Coahuila era libre, soberano e independiente”, relata Conrado Charles.
“ Aquí hizo el Decreto y cuentan los escritores, que Francisco Zarco se subió a una silla en la Plaza de Armas y les dijo: ‘pueblo de Coahuila, queremos avisarles que a partir de esta fecha se ha decretado que son un pueblo libre, soberano, no obedecerán a un gobierno exterior, ustedes serán los administradores de sus riquezas’, eso fue el 26 de febrero de 1864”.
Pero los saltillenses no dimensionaron, ni antes ni ahora lo que ocurría, o lo que significada que el Presidente viviera ahí, justo al lado de la Catedral: lo veían caminar desde su casa hasta el merendero, se encontraban a la familia en los bailes y tertulias, los hijos jugaban con los vecinos.
“ Vamos a ubicarnos en la época, muy poca gente se daba cuenta de la magnitud de la persona que estaba”, afirma Charles Medina, “la mentalidad de la época era muy conservadora, muy quieta, muy silente, la gente se ocupaba de sus asuntos muy personales; así que digamos, Juárez fue un saltillense más en la época”.
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